Vladimir sujetó con fuerza la mano de Maia, transmitiendo su apoyo y protección. Ella le regaló una cálida sonrisa, queriendo hacerle saber que estaba bien y que nada ni nadie, y mucho menos Ronaldo, podría arruinarle esa noche.—Esta fiesta apenas comienza, mi amada —susurró Vladimir antes de darle un tierno beso en los labios.Maia sintió su corazón latir con fuerza ante aquel gesto. La forma en que él la miraba, con devoción, amor y ternura, la hacía sentirse la mujer más afortunada del mundo. De la mano, caminaron juntos para saludar a los invitados, quienes los observaban con admiración.Antes de inaugurar la pista de baile, Vladimir tomó el micrófono, con Maia a su lado. Su porte imponente y su presencia autoritaria hicieron que todos en el salón guardaran silencio de inmediato, expectantes por lo que estaba a punto de suceder.—Buenas noches a todos y bienvenidos. Les doy las gracias por acompañarnos en esta noche tan especial para nosotros —su voz resonó con firmeza y emoción.
Daiana salió de la mansión con pasos firmes, sujetando con fuerza la muñeca de Javier y arrastrándolo con ella sin mirar atrás solo pensaba que le estaba salvando la vida al tonto y torpe que la tenía loca de amor. Él apenas podía seguirle el ritmo sin tropezar con sus propios pies.—¿A dónde vamos? —exclamó con nerviosismo, sintiendo un sudor frío recorrer toda su espalda.Daiana no le respondió de inmediato. En cambio, abrió la puerta de su auto con un movimiento brusco y lo miró con esa intensidad que siempre lograba ponerlo en más nervioso y en jaque mate.—A mi casa —dijo simplemente Daiana antes de subirse al vehículo.Javier tragó saliva, ¿por qué irían a la casa de esa hermosa mujer?.¿Había hecho algo malo? ¿Estaba enojada con él? ¿Iba a matarlo y enterrar su cuerpo en el patio?Con una torpeza natural en él, subió apresurado, pero en el proceso casi se machuca un dedo al cerrar la puerta. Se quejó por lo bajo, pero prefirió no decir nada. Lo último que necesitaba era darle m
La música seguía resonando en los corazones de todos los invitados, incluso cuando la fiesta de compromiso había llegado a su fin. Las luces suaves y el ambiente romántico hicieron que la noche fuera inolvidable para Maia y Vladimir. A pesar del desastre provocado por Javier, el torpe asistente que parecía tener un talento innato para arruinar los momentos importantes, la celebración fue un éxito rotundo. Maia, con su dulzura y temple, se encargó de calmar a Vladimir, de hacerlo sonreír, de recordarle que lo más importante no eran los errores ni los detalles que salían mal, sino el amor que los unía.La pareja se retiró a descansar una vez que los últimos invitados se habían marchado. Caminaban tomados de la mano por el pasillo iluminados solo por unas cuantas lámparas, intercambiando miradas cómplices, besos furtivos y algunas risas bajas que llenaban el silencio con ternura. Al entrar a su habitación, Maia dejó escapar un suspiro.—Me duelen los pies y se hincharon —se quejó, mientr
Maia Sánchez, una joven de 23 años de una belleza serena, llevaba dos años casada con Ronaldo, un hombre que parecía no valorarla ni darle nada. A pesar de ello, ella lo amaba con todo su ser y hacía lo imposible por verlo feliz. Creía que él no tenía dinero, así que trabajaba incansablemente para pagar la renta y cubrir todas las necesidades del hogar, incluidas las de él. Cada día, después de largas jornadas de trabajo, regresaba a casa con la esperanza de que Ronaldo la recibiera con amor, pero en lugar de eso, solo encontraba indiferencia.A pesar de la frialdad de su esposo, Maia anhelaba con todas sus fuerzas ser madre. Había intentado de todo para concebir un hijo con Ronaldo, pero los meses pasaban y la ilusión se desvanecía con cada prueba de embarazo negativa. Sin embargo, ese día, una llamada de su mejor amiga y ginecóloga, Daiana, le devolvió la esperanza.📲—Amiga, dime que tienes buenas noticias para mí —casi suplicó Maia al contestar el celular, con los dedos tembloroso
Vladimir salió como muy enojado de la casa de sus padres, con el ceño fruncido y las mandíbulas tensas. Su respiración era pesada, sus manos estaban apretadas en puños, y su mente hervía con la conversación que acababa de tener.En la puerta del auto lo esperaba su asistente, Javier, un hombre de unos veintiséis años, con el cabello revuelto y una expresión de preocupación constante. Apenas vio a su jefe, su cuerpo se puso rígido y tragó saliva. Sabía que cuando Vladimir tenía esa mirada, algo muy malo había pasado.—¿Jefe, y esa cara? —preguntó con voz temblorosa.—¡Mis padres! —rugió Vladimir, haciendo que Javier diera un paso hacia atras —. Acosando para que les presente a mi prometida y que, ojalá, ya esté embarazada. ¿Lo puedes creer, Javier?El pobre asistente, en su intento de no caerse del susto, puso una mano sobre su pecho y exhaló un suspiro larguísimo, como si con eso lograra calmar su corazón acelerado.—Bueno, jefe… es que usted ya tiene una edad en la que… digamos que…
Maia, aunque sentía la indiferencia de su esposo, estaba de muy buen humor. Los días habían pasado, y ese día era especial: iría a la clínica para saber si estaba embarazada. Se aferraba a la esperanza de que la inseminación hubiese funcionado, de que al fin tendría en su vientre al hijo que tanto anhelaba.Despertó muy temprano esa mañana, con el corazón latiéndole de emoción. Se puso su bata de seda, recogió su cabello en una coleta sencilla y fue a la cocina. Preparó el desayuno con dedicación, cuidando cada detalle. Puso la mesa para dos, sirvió el café caliente y llevó la bandeja a la habitación, ilusionada de compartir ese momento con Ronaldo.Al entrar, lo encontró dormido de lado, su rostro sereno pero distante. Con una sonrisa, dejó la bandeja sobre la mesita de noche y le acarició el brazo con suavidad.—Amor —susurró con ternura—. Te traje el desayuno.Los párpados de Ronaldo se abrieron lentamente, y sus ojos la observaron con fastidio. Soltó un suspiro molesto antes de in
Vladimir llegó a la clínica de fertilidad con la expresión seria de siempre. Su porte imponente y la frialdad en su mirada intimidaban a cualquiera que se cruzara en su camino. Ajustó el cuello de su abrigo oscuro antes de bajar del auto.—Javier, baja del auto de una vez por todas —ordenó como siempre con esa voz de irritación.Javier, que estaba entretenido revisando su teléfono, dio un respingo y casi se atraganta con su propia saliva.—¡Sí, jefe! Perdón, jefe —respondió atropelladamente mientras forcejeaba con el cinturón de seguridad.Vladimir rodó los ojos con fastidio al ver a su asistente pelear con algo tan simple. Finalmente, Javier logró soltarse, pero en su apuro tropezó al salir del auto y casi terminó en el suelo.—¿Es necesario que seas tan torpe? —bufó Vladimir mientras lo miraba con desprecio.—Creo que el auto intentó sabotearme, jefe —se quejó Javier mientras sacudía el saco. Lo ignoro, Vladimir y se encaminó a la entrada de la clínica con paso firme. El mármol bri
Maia, después de la promesa que le hizo a su bebé en su vientre, llamó a su amiga para pedirle quedarse con ella esa noche. No podía permanecer en esa casa, aunque fuera ella quien pagara la renta. Ahora, lo mejor era refugiarse con su amiga y, más adelante, pasar por sus cosas y finalizar el contrato de arrendamiento. Era más que obvio que no se quedaría en ese lugar después de haber encontrado a Ronaldo con otra mujer en su propia cama.Cuando Daiana contestó la llamada, notó la tensión en la voz de Maia.—Maia, sabes que eres bienvenida en mi departamento, pero ¿qué pasó? —preguntó con curiosidad y preocupación. Su amiga rara vez le pedía favores de ese tipo, así que algo grave debía haber ocurrido.—Hablaremos cuando llegue a tu departamento —respondió Maia con voz quebrada, finalizando la llamada sin dar más explicaciones.Mientras conducía por la ciudad iluminada por las luces nocturnas, sentía el pecho oprimido. La traición de Ronaldo seguía pesando en su corazón como una piedra