Vladimir se despertó con Maia entre sus brazos. Su rostro descansaba sobre su pecho, su respiración era tranquila, y su cuerpo encajaba perfectamente con el suyo. La calidez de su piel, el suave aroma a vainilla de su cabello y la forma en que sus dedos estaban entrelazados con los suyos le provocaron una sensación de paz que jamás había sentido.Él, el hombre que siempre había mantenido su corazón blindado, que veía el amor como un concepto lejano e innecesario, ahora se encontraba sonriendo como un tonto solo por tenerla ahí, entre sus brazos.Se sentía extraño y maravilloso a la vez.No sabía en qué momento había sucedido, pero la verdad era clara: estaba enamorado de Maia, hasta los huesos.No era solo deseo. No era solo atracción. Era un sentimiento profundo, una certeza absoluta de que ella había entrado en su vida para quedarse.Todo en ella le gustaba , esa sonrisa lo atraía como un imán , su sencillez , su ternura para él era la mujer perfecta , su compañera ideal y ella era
Maia jadeó en los labios de Vladimir cuando sintió cómo él la llenaba por completo. Su piel ardía bajo las caricias de aquel hombre que, pese a su apariencia fría e imponente, la hacía sentir amada, deseada y protegida. Cada movimiento era una promesa silenciosa de amor, una entrega mutua que iba más allá del deseo.—Eres mía, Maia… solo mía —susurró Vladimir con voz ronca mientras atrapaba su boca en un beso profundo y apasionado.Los cuerpos se unieron en una danza ardiente, desbordada de emociones. Maia enterró sus uñas en la espalda de Vladimir, dejándose llevar por las sensaciones, por el amor que la envolvía por completo.El placer los consumió hasta dejarlos exhaustos, y cuando todo terminó, Vladimir la abrazó con fuerza, como si temiera que desapareciera. Maia, con el corazón latiendo con fuerza, escondió su rostro en su pecho.—Vamos a preparar nuestra boda —murmuró él, besando su frente con ternura.Maia alzó la mirada, sorprendida, pero con una sonrisa dulce que se dibujó e
Una semana después, todo estaba listo para la fiesta de compromiso entre Vladimir y Maia. El evento prometía ser elegante, lleno de lujo y con la presencia de las familias más influyentes. Vladimir, como siempre, mantenía su porte serio e imponente, pero había una tensión en sus hombros que solo un observador muy agudo podría notar. Javier, su leal pero torpe asistente, estaba a punto de hacer su entrada triunfal… o más bien, su entrada desastrosa.—¡Jefecitooo! —gritó Javier al entrar en el despacho de Vladimir con un estuche de terciopelo en la mano., llegó el anillo y lo tengo en mis propias manos.El problema fue que, en su euforia, no vio el borde de la alfombra y, en un segundo, su pie se enganchó, su cuerpo voló por los aires y aterrizó con la frente directamente contra el suelo. El estuche salió disparado de sus manos, girando en el aire como si estuviera en cámara lenta.—¡Javier, el anillo! —exclamó Vladimir levantándose de su silla con la rapidez de un felino.Apenas logró
Vladimir sujetó con fuerza la mano de Maia, transmitiendo su apoyo y protección. Ella le regaló una cálida sonrisa, queriendo hacerle saber que estaba bien y que nada ni nadie, y mucho menos Ronaldo, podría arruinarle esa noche.—Esta fiesta apenas comienza, mi amada —susurró Vladimir antes de darle un tierno beso en los labios.Maia sintió su corazón latir con fuerza ante aquel gesto. La forma en que él la miraba, con devoción, amor y ternura, la hacía sentirse la mujer más afortunada del mundo. De la mano, caminaron juntos para saludar a los invitados, quienes los observaban con admiración.Antes de inaugurar la pista de baile, Vladimir tomó el micrófono, con Maia a su lado. Su porte imponente y su presencia autoritaria hicieron que todos en el salón guardaran silencio de inmediato, expectantes por lo que estaba a punto de suceder.—Buenas noches a todos y bienvenidos. Les doy las gracias por acompañarnos en esta noche tan especial para nosotros —su voz resonó con firmeza y emoción.
Maia Sánchez, una joven de 23 años de una belleza serena, llevaba dos años casada con Ronaldo, un hombre que parecía no valorarla ni darle nada. A pesar de ello, ella lo amaba con todo su ser y hacía lo imposible por verlo feliz. Creía que él no tenía dinero, así que trabajaba incansablemente para pagar la renta y cubrir todas las necesidades del hogar, incluidas las de él. Cada día, después de largas jornadas de trabajo, regresaba a casa con la esperanza de que Ronaldo la recibiera con amor, pero en lugar de eso, solo encontraba indiferencia.A pesar de la frialdad de su esposo, Maia anhelaba con todas sus fuerzas ser madre. Había intentado de todo para concebir un hijo con Ronaldo, pero los meses pasaban y la ilusión se desvanecía con cada prueba de embarazo negativa. Sin embargo, ese día, una llamada de su mejor amiga y ginecóloga, Daiana, le devolvió la esperanza.📲—Amiga, dime que tienes buenas noticias para mí —casi suplicó Maia al contestar el celular, con los dedos tembloroso
Vladimir salió como muy enojado de la casa de sus padres, con el ceño fruncido y las mandíbulas tensas. Su respiración era pesada, sus manos estaban apretadas en puños, y su mente hervía con la conversación que acababa de tener.En la puerta del auto lo esperaba su asistente, Javier, un hombre de unos veintiséis años, con el cabello revuelto y una expresión de preocupación constante. Apenas vio a su jefe, su cuerpo se puso rígido y tragó saliva. Sabía que cuando Vladimir tenía esa mirada, algo muy malo había pasado.—¿Jefe, y esa cara? —preguntó con voz temblorosa.—¡Mis padres! —rugió Vladimir, haciendo que Javier diera un paso hacia atras —. Acosando para que les presente a mi prometida y que, ojalá, ya esté embarazada. ¿Lo puedes creer, Javier?El pobre asistente, en su intento de no caerse del susto, puso una mano sobre su pecho y exhaló un suspiro larguísimo, como si con eso lograra calmar su corazón acelerado.—Bueno, jefe… es que usted ya tiene una edad en la que… digamos que…
Maia, aunque sentía la indiferencia de su esposo, estaba de muy buen humor. Los días habían pasado, y ese día era especial: iría a la clínica para saber si estaba embarazada. Se aferraba a la esperanza de que la inseminación hubiese funcionado, de que al fin tendría en su vientre al hijo que tanto anhelaba.Despertó muy temprano esa mañana, con el corazón latiéndole de emoción. Se puso su bata de seda, recogió su cabello en una coleta sencilla y fue a la cocina. Preparó el desayuno con dedicación, cuidando cada detalle. Puso la mesa para dos, sirvió el café caliente y llevó la bandeja a la habitación, ilusionada de compartir ese momento con Ronaldo.Al entrar, lo encontró dormido de lado, su rostro sereno pero distante. Con una sonrisa, dejó la bandeja sobre la mesita de noche y le acarició el brazo con suavidad.—Amor —susurró con ternura—. Te traje el desayuno.Los párpados de Ronaldo se abrieron lentamente, y sus ojos la observaron con fastidio. Soltó un suspiro molesto antes de in
Vladimir llegó a la clínica de fertilidad con la expresión seria de siempre. Su porte imponente y la frialdad en su mirada intimidaban a cualquiera que se cruzara en su camino. Ajustó el cuello de su abrigo oscuro antes de bajar del auto.—Javier, baja del auto de una vez por todas —ordenó como siempre con esa voz de irritación.Javier, que estaba entretenido revisando su teléfono, dio un respingo y casi se atraganta con su propia saliva.—¡Sí, jefe! Perdón, jefe —respondió atropelladamente mientras forcejeaba con el cinturón de seguridad.Vladimir rodó los ojos con fastidio al ver a su asistente pelear con algo tan simple. Finalmente, Javier logró soltarse, pero en su apuro tropezó al salir del auto y casi terminó en el suelo.—¿Es necesario que seas tan torpe? —bufó Vladimir mientras lo miraba con desprecio.—Creo que el auto intentó sabotearme, jefe —se quejó Javier mientras sacudía el saco. Lo ignoro, Vladimir y se encaminó a la entrada de la clínica con paso firme. El mármol bri