CAPÍTULO 17

Javier, quien aún permanecía en la mansión porque cuando su jefe dormía él podía estar tranquilo ahí, caminaba por los pasillos, disfrutando del silencio que no encontraba en su casa, donde sus hermanas y su madre hacían ruido a todas horas. Era un respiro para él quedarse hasta tarde en la mansión, lejos del bullicio y el caos familiar. Sin embargo, su paz se vio interrumpida cuando escuchó extraños ruidos provenientes de la habitación de su jefe. Se detuvo en seco, sus ojos se abrieron como platos y un escalofrío le recorrió la espalda.

—Ay, no... No me digan que el jefecito está peleando con Maia... —susurró para sí mismo, tragando saliva.

Se imaginó a Maia golpeando a Vladimir con una lámpara o lanzándole objetos pesados. Por un momento, pensó que el destino le estaba haciendo justicia a su jefe por tratarlo tan mal. Pero luego se asustó más: ¿y si Maia realmente lo lastimaba? No podía perder su trabajo por la muerte repentina de Vladimir. Así que, con mucho valor—o quizás pura im
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