No tienes que ser perfecto

El hombre le dio un empujón a Débora, haciéndola caer al piso. Débora sintió el impacto y el miedo la paralizó por un momento. Desde el suelo, miró al hombre con terror, tratando de entender qué estaba sucediendo.

—¡Jarli ayúdame! —gritó, esperando que su esposo pudiera escucharla desde el baño.

Jarli, que estaba en la ducha, escuchó el grito desesperado de Debora y salió corriendo, envuelto en una toalla. Al llegar a la sala, vio a Debora en el suelo y al hombre armado que la amenazaba.

—¡Déjala! —gritó Jarli, su corazón latiendo con fuerza—. ¿Qué quieres?

El hombre giró la mirada hacia Jarli, con una expresión fría y decidida.

—Solo quiero hablar contigo, Jarli. —dijo, acercándose un paso más—Pero no me obligues a hacer algo que ambos lamentaremos.

Jarli levantó las manos en señal de rendición, intentando calmar la situación.

—Está bien, hablemos. Pero por favor, deja a mi esposa en paz. Ella está embarazada.

Debora, aún en el suelo, respiraba con dificultad, se había golpeado fuert
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