Jarli se levantó del suelo y ayudó a su esposa a sentarse en el sofá. Luego fue a la cocina y le preparó un vaso con agua de azúcar para que bajara su tensión.—Debora, con esto estarás bien —dijo él.Ella apreció mucho el gesto de su esposo, pero aún tenía esa espina clavada en el pecho: la supuesta mercancía que tenían que entregar.—Jarli, no necesito agua de azúcar para estar bien. Lo estaré cuando este tormento acabe —Débora hizo una pausa y tomó aire—. ¿Dónde tengo que llevar la mercancía?Jarli no dudó en buscar en su teléfono la ubicación.—Está a unos kilómetros de aquí, al parecer en una zona poco habitada.—No te preocupes, la llevaré. Solo deséame suerte, porque creo que la voy a necesitar.Debora se fue hasta su habitación, completamente decidida. De alguna manera, tenía que acabar con todo este conflicto. Además, ¿por qué Jarli tenía tanto miedo? Solo era llevar una mercancía, no era para tanto. ¿Acaso es una gallina?Debora tomó lo primero que vio en su armario. Esta ve
—¡Jarli! —grité nuevamente. La fuerza de Débora se desvanecía y el latido de su corazón disminuían; a este paso iba a colapsar.De repente, se escucharon dos disparos y el hombre soltó a Débora, cuyo cuerpo cayó al suelo como un bulto de papas.Débora tenía los ojos cerrados, estaba aterrada.—Debora, mi vida —esa voz varonil y llena de seguridad hizo que abriera los ojos y corriera hacia su amado esposo.—Jarli, estaba tan asustada —dijo, con lágrimas saliendo de sus ojos.—¿Estás bien? —preguntó él mientras la miraba con ternura—Ahora todo está bien, amor. Estoy aquí contigo—Agregó.Ella se aferró a él, sintiendo su calor y la seguridad de sus brazos. Jarli la abrazó con fuerza, acariciando su cabello.—Si no hubieras llegado, quizás, ese hombre me hubiera asesinado.—No dejaré que te hagan daño, nunca más —susurró él, lleno de coraje.Debora, sintiendo el latido del corazón de Jarli, empezó a calmarse. La angustia se disipaba lentamente mientras él la sostenía.El sonido de sirenas
Ya era por la mañana y el sonido de los pájaros hizo que Jarli despertara de un brinco. Estaba sobre el tiempo, así que se levantó rápidamente del sofá. Su pierna dio un tirón debido al dolor, y con los ojos un poco llenos de lagañas, se dirigió hacia la sala de estar. Al llegar, se encontró a su esposa, Debora, con la mesa llena de ricos manjares, un buen desayuno para un campeón, y con una hermosa sonrisa se le acercó.- Buenos días, mi amor. ¿Cómo estás? -saludó Debora.Jarli no la saludó, solamente le dio un breve mordisco a un cupcake y un sorbo a la taza de café, y sin siquiera mirarse en el espejo, salió rápidamente hacia la empresa.Debora miró lo que había preparado y sintió un gran peso en su corazón. Se había esforzado demasiado. Luego fue hasta la habitación de Javier y este aún dormía, a lo que Debora solamente salió de la habitación y, soltando un suspiro, se sentó en el sofá, relajó sus músculos ya que se había levantado a las 5:30 de la madrugada para prepararle el bu
Laura se acercó a Jarli, reduciendo la distancia entre ellos, con una actitud claramente coqueta. —¿Hay algo más en lo que pueda ayudarte, Jarli?— preguntó, su voz cargada de una sutil insinuación.Jarli sintió un leve rubor en sus mejillas, pero se esforzó por mantener la calma. —No, creo que eso es todo por ahora, Laura—respondió, intentando mantener un tono profesional. Sin embargo, Laura no se apartó.—Seguro que no necesitas nada más?—insistió, inclinándose un poco más cerca y dejando que su perfume dulce llenará el aire entre ellos.Jarli tragó saliva, consciente de la tensión que se había creado. —De verdad, eso es todo. Gracias, Laura—Ella sonrió y, con un leve guiño, se dio la vuelta para salir de la oficina, dejando a Jarli con el corazón latiendo un poco más rápido de lo normal—Parece que ese huevo quiere sal—Susurro Jarli con una sonrisa en sus labios.Luego de unos minutos, Jarli salió de la oficina, estaba exhausto y lo único que quería era llegar a casa y ver a su her
Luego de no escuchar sonido del otro lado de la puerta, Débora decidió abrirla.—¿Hola?—intentó buscar respuesta, pero no vio a nadie. Luego bajó la mirada y vio una caja de regalo.Sonrió tontamente, imaginando que esto provenía de su esposo o algún familiar. Se agachó con cuidado y tomó la caja. Aunque estaba un poco pesada, hizo un gran esfuerzo por llevarla hasta la sala de estar.Estaba tan emocionada que abrió la caja sin siquiera leer la carta. Tan pronto como la abrió, quedó horrorizada; su rostro se tornó pálido al punto de perder el equilibrio.—¡No puede ser, Dios mío!—pegó un grito desgarrador al ver la cabeza de Angela, su amiga, dentro de la caja. Al lado de esta, había un collar, el mismo que Debora le había regalado cuando cumplió años. Debora se tiró al piso y empezó a llorar desconsoladamente, sin importar si los vecinos escuchaban su llanto—¡Dios mío, ayúdame, esto no es posible!—le pidió ayuda a Dios en ese momento tan estresante y lleno de preguntas.Javier, al es
La tención era palpable y en ese instante Javier confesó una cruda realidad.—Hermano, el tipo ese que te insultó la otra vez por teléfono, un tal Camilo, ha venido hoy —en cuanto Jarli escuchó eso, sus vellos se erizaron de punta a punta y sus pupilas se dilataron rápidamente.—Te lo puedo explicar—dijo Debora con la voz temblorosa. Justo cuando por fin ella estaba viendo el lado bueno y tierno de Jarli, ahora se iba a acostumbrar a ver al demonio que tenía en su interior, demonio que obviamente ella conocía pero que aún no conocía del todo.De inmediato, Jarli enroscó sus puños y se acercó a Debora, pero rápidamente ella dio tres pasos hacia atrás.—¿Por qué dejaste entrar a ese maldito a casa? —cuestionó Jarli con prepotencia, a lo que Debora no supo explicar, pero Javier sí habló.—Ese tipo ha venido a llevarse a tu mujer, prácticamente eso fue lo que dio a entender.La mirada de Jarli estaba endemoniada y de un grito hizo estallar los oídos de los presentes.—¿Cómo pudiste, Debora
—¡Jarli! —gritó Javier.—Dime, hermano —respondió Jarli con una ceja enarcada.—¿Has traído las armas?Jarli se soltó del agarre de Débora y fue hacia su hermano. Temas como armas y asesinatos no se podían hablar en voz alta. Era una de las reglas en la mafia. Pero al parecer, Javier no las tenía muy claras.—Si estuviéramos en la pandilla, hace tiempo estarías muerto. Eres un bocón, Javier. No cambias.Jarli empezó a regañar a su hermano sin importar que Débora estuviera presente.—Amor, no es para tanto.—Débora, ve a la cocina a preparar la cena, rápido —ordenó con los ojos tan abiertos que causaban temor.—Pero no tenemos nada, Jarli —dijo ella con preocupación.—Te he dicho que vayas a cocinar, ya lo he resuelto.Débora fue hasta la pequeña cocina y vio muchos alimentos sobre la mesa; al parecer, Jarli tenía todo planeado.—Javier, tienes que ser fuerte. Debes poner de tu parte y empezar a caminar.Las palabras de Jarli tocaron fondo en el corazón de Javier.—Sabes perfectamente
Al día siguiente, Debora despertó y vio a su esposo acostado a su lado en la camilla del hospital. Jarli había pasado la noche vigilando su sueño, sin dejarla sola ni un momento.—Jarli —susurró Debora, tocando suavemente su brazo para despertarlo.Él abrió los ojos lentamente y la miró.—¿Cómo te sientes, amor? —preguntó él, su voz suave y ronca.—Mejor. Gracias por quedarte conmigo —respondió ella, mordiendo su labio inferior.Jarli se incorporó y se estiró, aliviado de ver que Debora parecía más recuperada.—No podía dejarte sola—dijo sinceramente.Debora sonrió y asintió. Justo en ese momento, el médico entró en la habitación.—Buenos días. Me alegra ver que estás despierta y con mejor semblante, señora Debora —dijo el médico, revisando su historial médico en una tableta.—Sí, me siento mucho mejor. Gracias por todo —respondió ella.—Vamos a mantenerte en observación un poco más, pero si todo sigue bien, podrás irte a casa esta tarde —informó el médico con una sonrisa.Jarli asint