Un amor que sana.

Jarli soltó un suspiro desgarrador. En ese instante, se sintió el peor hombre del mundo. Una punzada enorme le recorrió el pecho y se extendió por todo su cuerpo. Sus manos empezaron a temblar, incapaces de abrazar a su esposa. Pero tenía que ser valiente y mantener su palabra. Amaba profundamente a Debora y no permitiría que le ocurriera nada peligroso, especialmente después de todas las adversidades que ella había enfrentado por su culpa.

Debora, sin entender la gravedad de la situación, se arrodilló nuevamente ante Jarli, y comenzó a clamarle con desesperación. Las lágrimas de Jarli comenzaron a brotar lentamente de sus hermosos ojos. Con manos temblorosas, acarició el cabello de Debora, un gesto que hizo que a ella se le erizara la piel y sonriera débilmente. Creía que todo estaba resuelto, pero no sabía que Jarli estaba firme en su decisión. La relación estaba deteriorada, y continuarla solo significaría más dolor para ambos.

En ese momento tan incómodo, entró el padre de Debora
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