golpiza

-¿Será que le ocurrió algo?, o quizás esté enfermo?-Se preguntaba así misma. Y claro el único amigo que tenía en ese momento aparte de su vibrador era su gata Mili.

La abrazó y le preguntó.

-¿Mili respóndeme, él está bien?-Ella rió, parecía una loca hablándole a un gato-Iré a llevarle unos panecillos, creo que está enfermo, él no suele dejar las ventanas cerradas.

Cómo lo había expuesto, preparó sus panecillos, ya horneados los acomodo en una bandeja y los dejó en la mesa, para luego ir al espejo y mirarse.

-Creo que estoy bien-Sonríe tímidamente.

Aún llevaba su uniforme de la empresa en la que trabaja, la verdad no le importó. Tomó los panecillos y bajó por el ascensor, sus nervios estaban muy alterados, era la segunda vez que iba a tener un contacto con él.

Cruzó la calle y luego le explicó al vigilante del apartamento que iba a dar una entrega.

-Buenas noches señor, entregaré este pedido al joven que tiene el cabello rubio, para más detalles, el que se mudo hace pocos meses-Dijo con la voz entrecortada, el vigilante no hizo el más mínimo esfuerzo y la dejó subir.

-Sigue adelante, el número de su habitación es 247.

Al parecer el vigilante sabía de quién se trataba.

Subió el ascensor y llegó hasta la habitación que le indicó el vigilante.

Tocó la puerta con algo de temor, al ver que la puerta no se abría optó por gritar.

-¡Hola!-Sus piernas estaban temblorosas. Habían pasado varios minutos y él aún no salía, es más, no se escuchaba ni un sonido a través de la puerta-¡Vecino vengo por una entrega!-Grito sin perder las esperanzas.

Su corazón se detuvo luego de escuchar como la puerta se abría. Su boca se torció y su lengua se enredó.

Unos tremendos músculos invadieron la vista de aquella mujer.

-¿Qué es lo que quieres?-Su voz era muy ronca, ella alzó sus ojos y se encontró con el rostro de este hombre, su hermoso y rubio cabello caía encima de su frente lo cual le permitía verse más atractivo.

-Y-yo solo vengo a entregarte estos panecillos-El hombre soltó un suspiro de fastidio. No le dijo nada, solo la miró un par de segundos, Debora se moría por estar dentro de esos brazos-Ten, las hice para ti-agregó entregando sus panecillos, el hombre no se molestó en tomarlas siquiera, lo único que hizo fue aventar su puerta en la cara de la pobre Débora-Maldito engreído-Farfulló y dejó los panecillos enfrente de la puerta, dio un tremendo suspiro y salió del apartamento para después dirigirse al suyo-¿No entiendo qué le pasa?.

Luego de llegar a su habitación, se sintió un poco mareada, al punto de caer sentada al suelo.

-Dios mío me siento mal, qué será eso?.

Abrió su ventana de par en par, y coloco un poco de música para relajar su mente, se quitó su sostén el cual cubría sus grandes tetas, sus picos eran de color café hacian una combinación perfecta con el color de su cabello.

Mirándose al espejo se preguntó.

-¿Tengo mal cuerpo?-Miró hacia la ventana de su vecino.

Siguió contemplando su cuerpo, luego procedió a bajar su pantalón quedando en pantis, sus piernas eran delgadas a decir verdad no tenía un trasero muy grande.

Ese era uno de los problemas que le causaba inseguridad.

-Este hombre es un estúpido-Estaba muy molesta por el bochornoso desplante que le había regalado su vecino.

Sacó su móvil y se tomó algunas fotos, cubriendo solo sus tetas, luego se las envió a su amiga Angela.

-Amiga, le acabo de llevar unos panecillos, y el muy menso, me tiró la puerta en la cara.

Su amiga estaba en línea por lo que no demoró en contestar.

Angela le había enviado un emoji enamorado junto con unas seductoras palabras.

-Que hermosa, juro por Dios que si no fuera mujer, te cogiera sin piedad. Y por cierto, te dije que tú vecino era gay.

Debora soltó una risa tras leer eso.

-Bueno eso es lo que se pierde ese bastardo. Si supieras que lo acabo de ver sin camisa-Debora le envío un emoji desmayado.

-¡Esta bueno el estúpido ese?-Cuestiono Angela.

-Esta demasiado bueno para ser verdad, se manda unos abdominales, tremendos.

Debora tambaleó nuevamente, otra vez se sintió mareada. Y peor aún le dieron ganas de vomitar. Pero fue momentáneo.

-Amiga estás en línea?-cuestionó Angela luego de que Debora dejará de escribir.

-Si, estoy en línea. Es solo que recordé la noche en que estuve con mi vecino-Mintió, se sentía fatal, además de eso, su menstruación no había bajado.

-Amiga, si ya tuvieron relaciones sexuales antes, lo más probable es que eso se repita.

-El muy hijo de su madre, parece que no lo recuerda.

-Bueno, ese día estaba ebrio al igual que tú.

-Creo que para él no valió nada, aunque para mí lo era todo. Era mi virginidad-dijo despavorida.

-Cálmate-Susurra Angela. Débora estaba empezando a descontrolarse cada vez que hablaban de dicho tema, ella entraba en pánico.

-Pero Angela, si mi padre se entera lo más probable es que venga y lo asesiné-Angela sabía exactamente que Tayyar, (padre de Débora) era capaz de eso y más. Ya había tenido mala fama en Estambul por hacer callar la boca a muchos a punta de golpes.

-Tranquila, él no sospechara nada, bueno eso sí tú no abres la boca-Explicó Ángela.

-No, no le diré nada.

-Bueno mi amor, tu tranquila y yo asustada -respondió Angela.

-Si, voy a tratar de tomar todo esto como si no hubiera sucedido, aunque me cueste.

-Ahora si vamos a cambiar el tema, ¿Irás a la fiesta mañana?-Preguntó Angela emocionada.

-Si, sí iré.

-Amiga, vamos a vestirnos igual-A Débora le gusto la idea.

-Esta bien, mañana iremos juntas a comprar algo de ropa.

-Perfecto, te estaré esperando a las nueve.

-Listo, amiga nos vemos-Se despidió de Angela con un sin sabor, una fiesta no era lo que iba hacer feliz a esta pobre mujer que tenía el autoestima por el piso.

Dejó su teléfono en la mesita en donde tenía sus hojas de cálculo, aprovechando la noche se dispuso a terminar su proyecto el cual le traería muchísimas ganancias junto con su equipo.

Ya eran las dos de la madrugada. Debora aún estaba desnuda, bueno solo con su pantis negra, se sentía segura estando así, ya que no esperaba visitas o algo por el estilo, y tampoco le molestaba la idea de que su vecino la viera así, estaba tan concentrada en terminar su trabajo que no vio la hora, el sueño aún no la vencía además de eso tenía a su lado una taza de café puro. Y a su gata Mili ronroneando cerca de sus piernas.

Un extraño sonido hizo que Debora soltara de sus manos aquel trabajo valioso.

Se levantó tan deprisa que casi derrama su café.

-¿Qué es ese sonido?.

Se asomó a su ventana y vio cómo su vecino era golpeado en una esquina por dos sujetos.

-¡Dejenlo en paz! ¡Voy a llamar a la policía!- gritó preocupada.

Los hombres de inmediato huyeron del lugar, mientras se subían a una moto.

Debora se colocó una toalla y bajó por el ascensor, le dolió el hecho de ver cómo esos bandidos azotaban a golpes a su amor inalcanzable.

Sus pies estaban descalzos, los cuales se pusieron helados luego de pisar el frío pavimento.

Corrió a toda marcha para ayudar a su vecino, al llegar él estaba tirado en el suelo, ella lo tomó por el brazo y lo intento agarrar pero el hombre le salió con groserías

-¿Ni lo intentes?-Sus manos automáticamente se despegaron de aquel hombre.

-Solo trato de ayudarte-Le explicó el motivo de su intención.

El hombre se levantó a duras penas de aquel piso incómodo, en el momento que él se levantó, Debora quedó como una estatua.

-Lo siento-Ella se disculpa y él la mira, sus ojos viajaron al cuerpo de Debora, estaba con una corta toalla. Sus mejillas ardieron, la manera en como él la miraba, no era agradable-¿Estás bien?-Preguntó Debora rompiendo el silencio. Su vecino estaba buscando algo en el suelo, ella aún sin saber que era volvió a preguntar-¿Si quieres te ayudo a buscar? ¿Dime qué perdiste?-Ella trataba de ser lo más amigable posible, pero él seguía con su aptitud de engreído.

-Mira estúpida, ¿Porque no te has ido?-Esas palabras dolieron en el pequeño corazón de Debora.

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