Mía nuevamente

El hombre se situó en el cuello de Debora quien moría de miedo, su respiración estaba muy alterada y eso le encantaba a él, verla como una gallina. 

-Creo que esto no está bien-Exclamó colocando sus manos temblorosas sobre el pecho de Jarli.

La tomó por la cintura y la pegó hasta su pelvis

-Serás mía nuevamente -respondió Jarli con una sonrisa diabólica.

Debora aflojó sus manos y se dejó llevar por las suaves caricias, luego fue llevada a una cama. La cama tenía un montón de ropa encima; Jarli no era organizado

Lentamente le fue quitando el vestido rojo hasta dejarla con los melones colgados, el frío del aire acondicionado hacía que sus picos se pusieran erectos y esto hizo que los ojos de Jarli brillarán tras ver esa imagen tan encantadora.

Uno a uno los besaba y tocaba como si fueran un diamante preciado, Debora no sé molesto en quitarle ya que esto la estaba excitando.

En un abrir y cerrar de ojos, Jarli estaba azotando su zona más íntima a punta de estocadas suaves, sus mejillas ardían debido al inmenso placer que le estaba generando.

-¡Ah!-Musitó Debora. Pero él la hace callar dejando un beso en sus virtuosos labios-¿Porque me haces esto?-Preguntó con su voz entrecortada, estaba al límite de tener una corrida.

-Tu sabes la respuesta a ello- respondió él mientras soltaba pequeños rugidos, el sudor rodaba por su frente hasta caer encima de los senos de Debora, sin duda era algo tierno pero a su vez salvaje.

-¡Detente por favor!-Gritó ella casi al punto de venirse.

Jarli seguía dominando su privacidad a tal punto de hacerla llegar al clímax. Debora no aguantaba más, por esa razón se tumbó a la cama mientras se aferraba a las sábanas.

A Jarli no le importó el clamor de Debora, él siguió embistiendola como un lobo feroz. Luego le dió un par de nalgadas causando un fuerte sonido en la habitación.

-Te gusta que te folle duro verdad?-cuestionó el muy sinvergüenza.

-¡Detente por favor!-volvió a gritar Debora, ella sentía mucho placer y a la vez dolor, era una mezcla difícil de explicar.

Jarli se detuvo, dejando a Debora tirada mientras jadeaba. Se vistió rápidamente y no sé molestó en mirar ni preguntar cómo se sentía, solo salió por la puerta mientras acomodaba su lacio cabello.

Una lágrima adorno la mirada de Debora, quien se sentía vacía y sucia a su vez, no entendía el mensaje corporal que le daba Jarli con su forma de ser tan engreída. 

Debora cerró sus ojos con fuerza, y luego se quedó sumamente dormida.

A la mañana siguiente despertó de manera ligera ya que el sol se estaba metiendo por la ventana. No se dió cuenta en qué hora terminó dormida anoche.

-¡Llegaré tarde!-Se levantó espavientada, pero luego se acordó que hoy era su día de descanso, por ello se echó a reír de ella misma, ya hasta loca se estaba volviendo.

Se sentó en la cama la cual aún tenía un montón de ropa desorganizada.

-Voy a organizar está habitación-Dijo con emoción.

Se dispuso a organizar toda la ropa que tenía en la cama y la dejó bien doblada en el closet, luego recogió toda la basura que había en el suelo, tales como cigarrillos, bolsas de dulces, bebidas entre otros.

La vida de Jarli era muy desordenada, parecía como si viera el mundo de otra manera.

-Listo, ya todo está en orden-Dijo mirando todo lo que había hecho-Este hombre es más fresco que una lechuga-Farfulló al mismo tiempo que se agachaba para acomodar el tapete.

Con el cuarto bien limpio, Debora se dispuso a salir, cerró la puerta tras ella y se encaminó hasta la cocina, a pesar del acontecimiento que ocurrió con Jarli debido a su cruel indiferencia, ella lo tomó como borrón y cuenta nueva.

Se asombró luego de ir a la cocina y encontrarse con una cantidad considerada de platos y lozas sucias.

-¡Qué es esto!-Gimió, en el fondo de su corazón sintió por primera vez vergüenza ajena por alguien que le gustaba. Llevó su mano hasta su frente, no podía creer lo que veía, este hombre además de engreído, malo, era cochino y desorganizado.

Sus manos temblaron ya que vio un gusano moverse dentro de uno de los platos, y el olor de este era peor que el de un cadáver apunto de estallar. ¡Buah!

-No puedo con tanta suciedad, esto es una peste-Le dieron fuertes ganas de vomitar.

Miró hacia su izquierda y luego a su derecha para ver si veía al causante de tanta suciedad, pero para su racha, no lo vio.

-No es que quiera hacer algo para que él se fije en mí, pero antes de salir de esta habitación tengo que hacer un cambio extremo. Al menos para que no se enferme del estómago, no entiendo cómo hace para preparar comida con tanta suciedad.

Sin importar el olor a podrido se colocó unos guantes y empezó a lavar todos esos mugrosos platos, en ocasiones le daba ganas de vomitar.

Estaba tan ensimismada lavando y votando todo lo que no servía que no vio la hora, ya eran las once del medio día.

El sonido de la puerta hizo que Debora saltara del susto, por ende se secó las manos y fue a abrir la puerta.

-Hola buenos días señora-Es un hombre de esos que entregan pedidos a domicilio. En sus manos traía una bandeja y en la otra una gaseosa.

-¿Y esto?.

-Ah, esto lo pidió el señor Jarli, me dijo que se lo entregara-Debora recibió el pedido y luego lo firmó.

-Que tenga un lindo día-El hombre le sonrió y se despidió.

Debora cerró la puerta, ella tenía mucha hambre, pero debía terminar, por eso solo dejó el empaque sobre la mesa y se fue a organizar la cocina.

A los pocos minutos había terminado de lavar todo, se sentía cansada.

-Ahora si, todo limpio. ¡Al fin!.

Cómo toda chica curiosa, quiso darle un tour a la casa para ver con que sorpresas se encontraba.

Fue hasta la sala de estar y vio una chaqueta de Jarli y al lado de esta, unos cigarrillos.

Tomó la chaqueta y empezó a revisar, no había más que mentas y bolsitas pequeñas de marihuana, las manos de Debora empezaron a temblar en cuánto vio eso, no podía creer que se había enamorado de un hombre adicto a las drogas.

-No entiendo porque tiene tantas, ¿Acaso las vende?-Se pregunta así misma.

Dejó todo bien organizado luego de escuchar como el sonido de la puerta le avisaba que alguien estaba apunto de entrar.

Tiró la chaqueta a un lado.

Abrió sus hermosos ojos de niña tierna y trago grueso en cuanto vio a Jarli entrar por aquella puerta.

El vestía una sudadera que le quedaba súper pegada a su delgado cuerpo, y una franela que dejaba contemplar su blanca piel, en su rostro llevaba un tapabocas y unas gafas oscuras.

-Jarli-Dijo como si hubiera visto un fantasma.

Jarli no le prestó mucha atención y se quitó sus gafas y las dejó sobre la mesa, luego quitó su tapabocas de un tirón.

Se sentó en el sofá como si su cuerpo estuviera cansado o algo por el estilo.

-¿Estás bien?-Preguntó Debora acercándose hasta él, pero Jarli la seguía ignorando-Te hice una pregunta-Insiste.

-¿Por qué no has comido?-Cuestiona señalando la mesa.

-Bueno, estaba ocupada en la cocina -se notaba que Debora se volvía una completa idiota al lado de este tipo tan gruñon.

La mirada de Jarli apuntó al dulce rostro de Debora quien se sentó a su lado, su rostro era como el de un cachorro regañado-Oye, no es que me interese mucho, pero… ¿Por qué llevas marihuana?-Jarli soltó un suspiro de disgusto.

-Eso no te interesa mujer.

-Sabías que eso daña tu cerebro-Le informa, para tratar de convencerlo de que eso estaba súper mal.

-Pues ya mi cerebro está hecho una completa mierd@-La respuesta de Jarli, hizo que Debora soltará una pequeña carcajada-¿Por qué ríes?.

-Bueno, es que tu casa es una completa por-Estaba a punto de decir porquería, iba a cometer un gran error, por eso hizo silencio.

-¿Decías algo?-Cuestiona Jarli levantándose del sofá y así quedar parado frente a ella, alzó la mirada para poder verlo, su estatura la hacía sentir diminuta. 

-No, no decía nada-Jarli elevó su mano y tomó a Debora por su mentón, la miró por unos segundos, ella no le podía sostener la mirada, estaba claro que le gustaba mucho aquel hombre-Creo que ya me voy-Dijo nerviosa, se estaba empezando a sentir incomoda.

-Tu no vas a ningún lado-la aprieta con fuerza.

-¿Pero por qué?.

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