Revelando el secreto

Debora llegó a casa con el corazón roto y se dejó caer en el sofá, sus lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos y rodaron por sus mejillas mientras se sentía abrumada.

En ese momento, su gata Mili se acercó a ella y se restregó contra sus piernas, como si pudiera sentir su angustia. Debora sollozó mientras acariciaba el pelaje suave de Mili, agradecida por su presencia reconfortante.

-Lo siento, Mili -murmuró Debora entre sollozos-. Parece que todo está saliendo mal. No sé qué hacer.

Mili ronroneó suavemente en respuesta, como si intentara consolar a su dueña con su simple presencia. Debora se aferró a ella con fuerza, encontrando un poco de consuelo.

Durante un largo rato, Debora y Mili se quedaron juntas en silencio, compartiendo su dolor mutuo en medio de la tranquilidad de su hogar. Aunque las lágrimas seguían cayendo, Debora sintió que al menos no estaba sola, y eso era suficiente.

-No puedo llorar por ese cabrón, si él no me quiere ver, es su problema.

Debora se levantó de golpe
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