Daría todo por verte sonreír

Debora salió corriendo tan desesperada que la planta de sus pies comenzó a dolerle intensamente. Los enfermeros intentaron detenerla, pero fue en vano; la mujer tenía una urgencia incontrolable de ver a su esposo. Cuando empujó las puertas con fuerza para salir del hospital, vio cómo su esposo era trasladado en una camilla. En ese momento, Debora quedó paralizada y sus manos empezaron a temblar. No podía creer que Jarli aún siguiera con vida.

—¡Con permiso! —gritó un doctor con la mirada llena de preocupación. Debora corrió junto a ellos, exclamando el nombre de su esposo. Jarli había perdido tanta sangre que sus labios estaban pálidos como la nieve.

Fue llevado a la sala de operaciones mientras Debora veía cómo le cerraban la puerta en la cara. Desesperada y en estado de shock, golpeaba la puerta de urgencias con sus puños, queriendo entrar. Sus padres la sujetaron fuertemente, intentando calmarla, aunque lo único que podía calmarla era ver el rostro de su esposo.

—¡Mamá, Jarli está
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