Al día siguiente, Debora despertó y vio a su esposo acostado a su lado en la camilla del hospital. Jarli había pasado la noche vigilando su sueño, sin dejarla sola ni un momento.—Jarli —susurró Debora, tocando suavemente su brazo para despertarlo.Él abrió los ojos lentamente y la miró.—¿Cómo te sientes, amor? —preguntó él, su voz suave y ronca.—Mejor. Gracias por quedarte conmigo —respondió ella, mordiendo su labio inferior.Jarli se incorporó y se estiró, aliviado de ver que Debora parecía más recuperada.—No podía dejarte sola—dijo sinceramente.Debora sonrió y asintió. Justo en ese momento, el médico entró en la habitación.—Buenos días. Me alegra ver que estás despierta y con mejor semblante, señora Debora —dijo el médico, revisando su historial médico en una tableta.—Sí, me siento mucho mejor. Gracias por todo —respondió ella.—Vamos a mantenerte en observación un poco más, pero si todo sigue bien, podrás irte a casa esta tarde —informó el médico con una sonrisa.Jarli asint
—Estoy en camino, aguanta un poco más. Todo va a estar bien.Debora le detuvo, sabía que si él se acercaba, sería un hombre muerto.—No puedes venir a casa, mi esposo te odia.—Mi problema no es con tu esposo, es contigo, Debora, te quiero ayudar a salir de esa relación tóxica—Las palabras dulces de Camilo, hicieron eco dentro del corazón de Debora.—Te enviaré la ubicación, no estamos en casa, hemos huido, me esperas unas cuadras antes. ¿Listo?.—Está bien, esperaré por tí. Tómate el tiempo que necesites.Debora colgó y esperó en silencio, el momento justo en que su esposo se durmiera.Habían pasado dos horas aproximadamente, era de madrugada. Era el momento exacto.Debora abrió la puerta con cuidado, afuera todo estaba oscuro y tranquilo, al parecer Jarli se fue a descansar a la habitación de Javier.Con sus pies inclinados camino hasta la puerta. Apenas podía ver, por la poca luz de la luna que se filtraba a través de la ventana.Llevó sus manos hacia la pared, y tomó la llave, abr
Jarli.Jarli estaba exhausto de tanto buscar a Debora. En su mente solo pasaban imágenes desastrosas, imaginando a Debora siendo atacada por sus malvados enemigos.Con un poco de dificultad, pero a zancadas, logró llegar a casa. Aunque su pierna dolía, no le importó el dolor; ahora mismo su prioridad también era su hermano Javier, aparte de su esposa. En cuanto llegó a casa, encontró la puerta abierta y se dirigió rápidamente hacia el cuarto de su hermano. Soltó un suspiro, ya que por fortuna vio a su hermano durmiendo. Arrodillándose abruptamente, se colocó en el oído de Javier y le susurró estas palabras:—Tienes que despertar, se han llevado a Debora.El corazón de Javier se paralizó por un instante. Un miedo rotundo invadió sus piernas, haciéndolas temblar. Pero sintió un abismo de felicidad al sentir sus piernas moverse y recordar las palabras de su hermano de que él podía caminar.—Jarli, creo que debemos decirle a los padres de Debora. Ellos son más que nosotros y, buscando su
Camilo, con una sonrisa todavía en los labios, levantó las manos en señal de inocencia.—Solo quería asegurarme de que estuvieras bien, Debora. No quise molestarte.Pero el gesto, lejos de tranquilizarla, la hizo sentir aún más incómoda. La mirada de Camilo, aunque llena de amabilidad, tenía algo que la inquietaba profundamente. Sentía que su espacio personal estaba siendo violado por esa constante presencia.—Necesito un poco de espacio, Camilo. Por favor, entiende —dijo Debora, tratando de mantener la calma, aunque su corazón latía con fuerza en el pecho. Durante toda la semana, Camilo había estado siempre detrás de ella, sin darle un momento de respiro.Camilo asintió, herido pero decidido a no mostrarlo. Dio un paso atrás, permitiéndole a Debora el espacio que pedía, mientras en su mente juraba que no se rendiría tan fácilmente en su misión de ganar su corazón.—Está bien, iré a comprar algunos chocolates y Doritos. Creo que te encantarán. Y más si les echas paprika —dijo Camilo,
—¡Papi, no maltrates a ese hombre! —gritó una pequeña niña de extremo a extremo, causando impacto entre los presentes, principalmente en Jarli.—Te has salvado esta vez, maldito —dijo uno de los hombres, aparentemente el padre de la niña, quien la alzó en sus brazos.Jarli, acostado en el suelo y sin poder moverse, respiró hondo y trató de calmarse. Su pierna estaba destrozada por el dolor, apenas podía estirarse.—¿Qué has hecho, Debora? —susurró Jarli con decepción en sus palabras.**Minutos antes de los hechos:**—Javier, mira —dijo Jarli con una imborrable sonrisa en los labios. Había recibido una notificación de que el teléfono de Debora se encontraba encendido.— Gracias a Dios, la hemos encontrado.—Sí, está en un parque o algo así, además está cerca de aquí.Jarli se sintió feliz al ver que el GPS indicaba que su esposa estaba a pocos minutos de él. Por fin, su insaciable búsqueda había terminado.Jarli llegó al parque, y su corazón se llenó de alegría al ver a su esposa senta
JarliJarli llegó a casa tambaleándose, apenas podía sostenerse en pie. Sentía como si le hubieran partido cinco costillas. Le habían dado la paliza del año.Su hermano Javier mostraba una mezcla de preocupación y rabia después de escuchar lo que Jarli le había contado sobre lo ocurrido en el parque.—Hermano, estoy seguro de que Camilo tiene que ver con todo esto —dijo Javier, tratando de armar el rompecabezas que los alejaba de Debora.—Javier, si ese maldito de Camilo tiene algo que ver —Jarli golpeó la mesa con fuerza, rechinando los dientes de ira—, me las va a pagar como el perro que es—Jarli se dejó caer en la silla, respirando con dificultad. Cada inhalación era un recordatorio del dolor que atravesaba su cuerpo. —Tenemos que hacer algo —dijo Javier—. No podemos dejar que se salga con la suya.Jarli asintió, sus ojos ardían con una furia incontrolable.—No sé cómo, pero Camilo va a arrepentirse de haberme tocado lo que me pertenece. —Miró a su hermano, buscando en él la fuerz
A Debora no le cabía en la mente, cómo es que Amanda estaba viva, ella estaba segura de que la había asesinado. Pero por un lado estaba feliz ya que, no cargaría con el peso de ser una asesina.En ese momento, un grito desgarrador rompe el tenso silencio. Debora reconoce la voz al instante: es Camilo. El sonido de golpes y sollozos proviene de una habitación cercana.—¡Camilo! —grita Debora, sus ojos llenándose de horror—. ¡Déjalo en paz, Amanda! ¡Por favor!Amanda esboza una sonrisa fría y cruel, disfrutando de la desesperación de Debora.—¿Oyes eso? —pregunta Amanda con una calma inquietante—. Ese es el sonido de alguien más que paga por tus errores. No eres la única que va a sufrir hoy.Debora lucha con más fuerza contra sus ataduras, el pánico dándole una fuerza desesperada.—¡Amanda, no! ¡Él no tiene nada que ver con esto! ¡Por favor, déjalo ir! ¡Hazme lo que quieras a mí, pero no le hagas daño a él!.Amanda se inclina hacia Debora, sus ojos brillando con satisfacción.—Es demasi
DeboraDebora se siente como si estuviera atrapada en un laberinto sin salida, su mente nublada por el miedo y la desesperación. Cada segundo se estira interminablemente, llenando el aire con una sensación abrumadora.-¿No piensas comer desgraciada?-dijo amanda con enojo.El estómago de Debora retumba con hambre, pero cuando Amanda le ofrece un plato de comida, el olor rancio y repugnante hace que su estómago se revuelva. Con el corazón latiendo con fuerza en su pecho, rechaza la comida con un gesto débil.—No... no puedo...Pero Amanda no acepta un no por respuesta. Con una mueca de desdén en su rostro, aempuja el plato hacia Debora, con un repugnante chasquido. Debora cierra los ojos con asco y horror, sintiendo el líquido pegajoso resbalar por su piel mientras la náusea se apodera de ella.—¡Come! —el grito de Amanda es un látigo en el aire, su voz llena de veneno—. ¡O te aseguro que lamentarás no haberlo hecho!Debora lucha por contener las lágrimas mientras limpia la comida de su