Por fin te encontré

Camilo, con una sonrisa todavía en los labios, levantó las manos en señal de inocencia.

—Solo quería asegurarme de que estuvieras bien, Debora. No quise molestarte.

Pero el gesto, lejos de tranquilizarla, la hizo sentir aún más incómoda. La mirada de Camilo, aunque llena de amabilidad, tenía algo que la inquietaba profundamente. Sentía que su espacio personal estaba siendo violado por esa constante presencia.

—Necesito un poco de espacio, Camilo. Por favor, entiende —dijo Debora, tratando de mantener la calma, aunque su corazón latía con fuerza en el pecho. Durante toda la semana, Camilo había estado siempre detrás de ella, sin darle un momento de respiro.

Camilo asintió, herido pero decidido a no mostrarlo. Dio un paso atrás, permitiéndole a Debora el espacio que pedía, mientras en su mente juraba que no se rendiría tan fácilmente en su misión de ganar su corazón.

—Está bien, iré a comprar algunos chocolates y Doritos. Creo que te encantarán. Y más si les echas paprika —dijo Camilo,
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