Debora.—¡Hazlo!—ordenó Amanda con los ojos bien abiertos—Entra en ella, penetrala—volvió a gritar.Debora se encontraba acostada boca arriba toda desnuda, mientras Camilo estaba enfrente de ella, su miembro no estaba erecto, y Amanda quería que se follara a Debora. Con su arma en mano decido amenazarlo mientras le apuntaba a la cabeza.—No, no puedo hacerlo, ella… Ella es mi amiga—dijo Camilo con los ojos aguados, el amor que sentía hacia Debora era más grande que un deseo sexual, por esa razón le fue difícil.—¡Marica!—gritó Amanda. Esta vez apuntándole a Debora en la cabeza—Si no lo haces, la voy a matar.Debora miró a Camilo, su mirada estaba perdida, se sentía cansada y fatigada, aparte no había comido nada, y sus ojeras se veían negras.—No puedo, si gustas matarme, hazlo, mátame—dijo Camilo mientras se aparta de Debora.Amanda soltó un suspiro de enojo.—Está bien, no lo hagas. Pero ve despidiéndote de tu amiga, ya no la verás nunca más…En el momento que Amanda quiso disparar
—Llama a tu suegro, rápido. Él sabrá cómo averiguar la placa del auto.Jarli, no muy convencido por la situación, decidió llamar a su suegro, quien no dudó en contestar el teléfono a la primera.—¿Tienes noticias? —preguntó Tayyar con urgencia.—Sí, un anciano me dio casi toda la placa del auto de Camilo. Solo falta adivinar el resto.—Ven rápido a mi oficina-ordenó Tayyar con voz arrogante y colgó la llamada.Jarli se dejó caer al suelo, su cuerpo rendido sobre el pavimento. Se sentía exhausto.—¿Estás bien, hermano? —preguntó Javier, agachándose con dificultad.—Hermano, todo esto es mi culpa. Esa mujer testaruda ahora está desaparecida.—No lo está. Solo está bajo las caricias de otro hombre —dijo Javier. Jarli no sintió celos, solo tragó grueso, recordando un escenario que no venía al caso—. Esa Debora es una...—¡Cállate! —ordenó Jarli, levantándose del suelo.—¿Qué pasa, hermano?—Javier, siento que algo no cuadra...El rostro de Jarli estaba horrorizado.—¿Qué es? ¿De qué habla
Debora.—¡Jarli, ayúdame, por favor! —gritó Debora, tratando de pedir ayuda hacia Jarli, aunque sabía que todo era un plan y que él y Amanda estaban aliados en esto.—¿Esa es Debora? —preguntó Jarli con una carcajada.—Sí, es ella. Está llorando para que la ayudes.—Pobre ilusa —dijo Jarli—. Pero no le hagas daño, recuerda el plan.—No te preocupes, no le haré nada a esta idiota. Aunque quiero matarla, me voy a contener solo por ti, mi amor. No sabes el deseo que tengo de estar contigo y poder estar en tus brazos —dijo Amanda, con una sonrisa maliciosa en el rostro, causando mucha tristeza en el pequeño corazón de Debora.—Sabes lo que tenemos en mente para ella. Solo prométeme que cuando vaya por ti, nos largamos de este país-dijo Jarli con la voz ligeramente fría.—Así será, mi bebecito. Ya falta poco para estar juntos. Aunque no te voy a mentir, tengo ganas de darle un balazo en la cabeza. Debora es una llorona.-Ya fue suficiente, solo no la vayas a embarrar.Amanda colgó la llama
—¿Ah, pero puedes hablar? —susurra Amanda con los ojos bien abiertos mientras le quita la venda de la boca a Debora. Antes, Debora apenas podía hablar porque la venda estaba floja, pero Amanda, en su enojo, se la arranca causando un gran dolor en su mandíbula.—Creo que tú estás loca, deberías ir a un psicólogo o, mejor dicho, a un psiquiatra. Tener a una mujer cautiva, y más si está embarazada, es una locura. Estás enferma, Amanda —dijo Debora tratando de hacerla entrar en razón, pero esto solo desató un odio terrible en el corazón de Amanda. Con furia, se paró frente a Debora y comenzó a quitarse la blusa.—Esto es lo que un hombre como Jarli se merece: una mujer hermosa y cautivadora, no como tú, una vieja maluca. Te has convertido en un animal horrible. Él no te quiere. Él me quiere a mí —dijo Amanda, quitándose toda la ropa y enseñándole su cuerpo, creyéndose superior a Debora. No le importó que Rodolfo estuviera presente; continuó modelando y desfilando su extraño cuerpo. Aunque
Jarli apartó la mirada y decidió caminar con Amanda hacia las afueras de la habitación, dejándola a solas con Rodolfo. Inmediatamente, Rodolfo tomó el bolso que traía Jarli y decidió abrirlo. Dentro había una exquisita comida y un par de manzanas. Rodolfo acercó la comida hacia Debora, quien no pudo evitar notar lo bien presentada y apetitosa que se veía. Pero a Debora no le importó esa comida; apartó su cara con un gesto de asco y le dijo a Rodolfo:—No quiero esa sucia comida, y mucho menos que venga de ese maldito hombre —dijo, con el dolor de su alma, aunque le costara maldecir a su esposo. Pero era lo que sentía en ese momento. Cerró sus ojos, intentando alejarse de la realidad y no recordar las despiadadas palabras de Jarli, quien la había llamado miserable.—Debes comer, mira cómo están tus ojeras. Estás un poco pálida —dijo Rodolfo, preocupado por ella. Sin que Debora se lo pidiera, Rodolfo tomó la comida y la desenvolvió cuidadosamente, acercándola al rostro de Debora. Las tr
Amanda avanzó lentamente con el arma.—¿Qué estás haciendo? ¡No seas testaruda! —dijo Jarli con la voz temblorosa. Nunca imaginó que Amanda fuera capaz de apuntarle con un arma.—¿Me crees estúpida? Sé lo que has hecho. Vienes a rescatar a esa estúpida mujer, pero no fuiste tan astuto como yo. ¡Levanta las manos, Rodolfo! —gritó Amanda sin dejar de apuntarle. Su plan siempre había sido atraer a Jarli, capturarlo y quizás matarlo, habiendo contratado a unos hombres para seguirle el rastro.—Estás loca, Amanda. Vamos a hablar de esto —intentó Jarli, su voz en un eco desesperado.—Tú y yo no tenemos nada que hablar, imbécil. Pensé que me amabas, pero prefieres a ese estorbo de mujer. Ahora, ambos irán juntos al infierno.Jarli soltó un suspiro, agotado. Sabía que desde un principio quería atrapar a Amanda y entregarla a la policía. Sin embargo, no podía dispararle, tal como su hermano Javier le había dicho.**Flashback**—Javier, Amanda me ha llamado, me dice que tiene a Debora. Los ojo
La noche había transcurrido con una intensidad abrumadora. La pareja, presa de la desesperación, se encontraba a merced de Amanda, una mujer cuyo temple y violencia les hacían temer por sus vidas. Sostenía un arma con una frialdad capaz de matar sin remordimiento.Rodolfo había preparado una carne que resultó estar poco cocida, goteando sangre, una visión repugnante para Debora, quien al verla, sintió un asco tan intenso que estuvo a punto de vomitar. En ese momento, Amanda, con una crueldad despiadada, tomó un pedazo de la carne y lo empujó a la fuerza en la boca de Debora, sabiendo que le provocaría arcadas. Debora no pudo tragar antes de vomitar bilis, el estómago vacío le causó un dolor insoportable y un mareo que la dejó al borde del desmayo. Su esposo la miraba con una mezcla de tristeza e impotencia, incapaz de ayudarla, mientras Amanda, con una risa sádica, disfrutaba de su sufrimiento.—¡Déjala ir! —gritó Jarli, con voz firme a pesar del miedo—. ¿No ves que está embarazada? A
Tan pronto como Amanda preguntó, Jarli la miró con todo el odio del mundo y bajó la cabeza.Al poco rato, Amanda volvió a salir de la habitación, sosteniendo un arma en sus manos. Rodolfo se había quedado un rato en la habitación, observando a la pareja. Sin mediar palabra, decidió sentarse en el suelo. Debora miró a Rodolfo y le sonrió con una sonrisa forzada; estaba tratando de convencerlo para que la ayudara.—Rodolfo, por favor, solo confía en mí. Si nos ayudas, te prometo que mi padre te va a proteger de las garras de Amanda. Mi padre es mucho más poderoso de lo que te he dicho antes —dijo Debora, tratando de hacerlo entrar en razón y esperando que traicionara a Amanda, aunque esa traición le costara la vida. Rodolfo se lo pensó por un rato y luego sus ojos se empañaron hasta derramar lágrimas.Jarli no sabía lo que estaba pasando y tampoco quería interferir en la conversación de su esposa con ese sujeto peligroso. Solo observaba en silencio, sabiendo que Debora podía utilizar l