Tu misma quisiste esto, Debora.

—¿Ah, pero puedes hablar? —susurra Amanda con los ojos bien abiertos mientras le quita la venda de la boca a Debora. Antes, Debora apenas podía hablar porque la venda estaba floja, pero Amanda, en su enojo, se la arranca causando un gran dolor en su mandíbula.

—Creo que tú estás loca, deberías ir a un psicólogo o, mejor dicho, a un psiquiatra. Tener a una mujer cautiva, y más si está embarazada, es una locura. Estás enferma, Amanda —dijo Debora tratando de hacerla entrar en razón, pero esto solo desató un odio terrible en el corazón de Amanda. Con furia, se paró frente a Debora y comenzó a quitarse la blusa.

—Esto es lo que un hombre como Jarli se merece: una mujer hermosa y cautivadora, no como tú, una vieja maluca. Te has convertido en un animal horrible. Él no te quiere. Él me quiere a mí —dijo Amanda, quitándose toda la ropa y enseñándole su cuerpo, creyéndose superior a Debora. No le importó que Rodolfo estuviera presente; continuó modelando y desfilando su extraño cuerpo. Aunque
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