La noche había transcurrido con una intensidad abrumadora. La pareja, presa de la desesperación, se encontraba a merced de Amanda, una mujer cuyo temple y violencia les hacían temer por sus vidas. Sostenía un arma con una frialdad capaz de matar sin remordimiento.Rodolfo había preparado una carne que resultó estar poco cocida, goteando sangre, una visión repugnante para Debora, quien al verla, sintió un asco tan intenso que estuvo a punto de vomitar. En ese momento, Amanda, con una crueldad despiadada, tomó un pedazo de la carne y lo empujó a la fuerza en la boca de Debora, sabiendo que le provocaría arcadas. Debora no pudo tragar antes de vomitar bilis, el estómago vacío le causó un dolor insoportable y un mareo que la dejó al borde del desmayo. Su esposo la miraba con una mezcla de tristeza e impotencia, incapaz de ayudarla, mientras Amanda, con una risa sádica, disfrutaba de su sufrimiento.—¡Déjala ir! —gritó Jarli, con voz firme a pesar del miedo—. ¿No ves que está embarazada? A
Tan pronto como Amanda preguntó, Jarli la miró con todo el odio del mundo y bajó la cabeza.Al poco rato, Amanda volvió a salir de la habitación, sosteniendo un arma en sus manos. Rodolfo se había quedado un rato en la habitación, observando a la pareja. Sin mediar palabra, decidió sentarse en el suelo. Debora miró a Rodolfo y le sonrió con una sonrisa forzada; estaba tratando de convencerlo para que la ayudara.—Rodolfo, por favor, solo confía en mí. Si nos ayudas, te prometo que mi padre te va a proteger de las garras de Amanda. Mi padre es mucho más poderoso de lo que te he dicho antes —dijo Debora, tratando de hacerlo entrar en razón y esperando que traicionara a Amanda, aunque esa traición le costara la vida. Rodolfo se lo pensó por un rato y luego sus ojos se empañaron hasta derramar lágrimas.Jarli no sabía lo que estaba pasando y tampoco quería interferir en la conversación de su esposa con ese sujeto peligroso. Solo observaba en silencio, sabiendo que Debora podía utilizar l
—Oh, mi Jarli, jamás pensé tenerte de esta lamentosa manera—dijo Amanda, mientras acomodaba su cabello, el cual le caía en la cara.—Amanda, en serio tienes que llegar tan lejos —dijo Jarli tratando de hacer que Amanda no sospechara en lo más mínimo.—Jarli, solo cállate, jamás vas a hacer que cambie de opinión, y menos aún, con lo que acabas de confesar, ¡dijiste que amabas a esa perra! —gritó ella.Jarli trataba de que Amanda no sospechara que él estaba desatado. Respiró profundamente y decidió cambiar de estrategia, sabiendo que el menor error podría ser fatal. —Amanda, por favor, calma. No quise decir eso de esa manera. Solo intentaba explicarte lo que realmente sentía. —dijo Jarli, tratando de sonar convincente mientras buscaba una salida en su mente.Amanda lo miró con los ojos llenos de furia y decepción. Sus manos temblaban, de un momento a otro, lanzó contra la pared el plato de comida que horas antes había traído Rodolfo, haciendo que se rompiera en mil pedazos.—¡Eres un m
—Ya todo acabó—susurró Jarli mientras le daba un beso a Debora en la mejilla.—Oh, Jarli, ¿estás bien?—preguntó Debora, visiblemente sorprendida, mientras veía a su esposo con ojos de amor.Jarli asintió, llevando sus manos al vientre de Debora y acariciándolo con ternura. —¿Cómo está la bebé?—pregunto con una sonrisa.—Estamos bien, gracias a ti, mi amor.Ambos se volvieron hacia Rodolfo al escuchar sus pasos alejándose.—¡Rodolfo!—gritó Debora, pero era inútil, Rodolfo ya se había escapado. en realidad lo único que Debora quería era ayudarlo a seguir adelante, con una vida sana, y sin problemas.Quedaron paralizados, tratando de asimilar lo que había pasado. Jamás pensaron que Rodolfo escaparía de esa manera.De repente, un disparo rompió el silencio y Jarli cayó al suelo, aferrándose a las manos de su esposa.—¡Te irás al infierno conmigo!... dijo Amanda.Los ojos de Debora se llenaron de horror. En ese instante, su corazón se detuvo al ver la sangre brotar del pecho de Jarli. Sus
El padre de Debora quedó paralizado, incapaz de comprender las palabras de su hija. Al principio pensó que estaba bromeando, pero no. Luego comprendió que todo era cierto. Sabía cuándo su hija no estaba bien y cuándo sí lo estaba. Por esa razón, la abrazó fuertemente, le dio un beso en la mejilla y con sus manos grandes acarició su vientre.—Hija, realmente no entiendo lo que sucede, pero... te aseguro que haré todo para ayudarte.—No, papá, no debes ayudarme ya. Jarli está muerto. Esa mujer lo asesinó. Su exnovia Amanda.Debora se aferró desesperadamente a su padre como si el mundo se fuera a acabar. Tragando sus palabras entre sollozos, continuó llorando y llorando hasta que se hizo de noche. Lloró tanto que se cansó y quedó dormida. Su padre, en la sala de espera, estaba muy tenso. No sabía nada de Amanda ni de ninguna otra cosa, ya que el taxista que trajo a Debora al hospital se había ido sin dar respuesta. Por esa razón, era extremadamente difícil adivinar qué estaba pasando, pe
Debora salió corriendo tan desesperada que la planta de sus pies comenzó a dolerle intensamente. Los enfermeros intentaron detenerla, pero fue en vano; la mujer tenía una urgencia incontrolable de ver a su esposo. Cuando empujó las puertas con fuerza para salir del hospital, vio cómo su esposo era trasladado en una camilla. En ese momento, Debora quedó paralizada y sus manos empezaron a temblar. No podía creer que Jarli aún siguiera con vida. —¡Con permiso! —gritó un doctor con la mirada llena de preocupación. Debora corrió junto a ellos, exclamando el nombre de su esposo. Jarli había perdido tanta sangre que sus labios estaban pálidos como la nieve.Fue llevado a la sala de operaciones mientras Debora veía cómo le cerraban la puerta en la cara. Desesperada y en estado de shock, golpeaba la puerta de urgencias con sus puños, queriendo entrar. Sus padres la sujetaron fuertemente, intentando calmarla, aunque lo único que podía calmarla era ver el rostro de su esposo.—¡Mamá, Jarli está
Martes treinta de julio. Habían pasado dos días exactamente desde aquel entonces. Jarli aún se encontraba inconsciente. En varias ocasiones despertaba, pero nuevamente caía en el sueño profundo. Desafortunadamente, estaba en cuidados intensivos. Su esposa, Debora, yacía aferrada al frío suelo del hospital mientras dejaba caer sus cálidas lágrimas sobre las manos inertes de Jarli. —Por favor, despierta ya. ¿Acaso no piensas preguntar por tu hija? —cuestionó Debora, muy enojada, más como un regaño desesperado. Al otro lado de la habitación, estaba Javier, quien lloraba en silencio al ver a su cuñada tan triste. Enroscó su puño, lo llevó a su boca y se mordió la mano. Necesitaba liberar esa furia contenida. Sin poder soportar más, salió corriendo hacia las afueras del hospital. Debora, por su parte, seguía aferrada a la esperanza de que su esposo reaccionara. En el fondo de su corazón, no dejaba de orar. Durante esos dos días se había convertido en una ferviente creyente, sintiend
Debora no comprendía lo que su esposo estaba diciendo. Creyó que de pronto eran los efectos secundarios de aquella operación, pero la mirada dura de su esposo decía todo lo contrario. Estaba más que decidido: no podía continuar con esa relación donde ambos se estaban haciendo daño, y más porque iba a correr el riesgo de que la bebé también sufriera.—¿Por qué estás diciendo esas palabras de repente? ¿Acaso no ves que acabas de salir de una operación? —dijo Debora, tratando de hacerlo entrar en razón, pero no era suficiente; él estaba decidido.—No, esta es mi decisión. Tú y yo nos vamos a divorciar. No podemos seguir —dijo sin mirarla a los ojos, lo que más le dolió a ella.—Dame los motivos por los cuales quieres terminar una relación conmigo —dijo ella, tomando sus manos mientras buscaba su mirada, pero él la seguía evadiendo, esquivándola.—Mira todo lo que has pasado por mi culpa, casi te matan. Además, no sé qué hubiera pasado si nuestra bebé también... Debora, no podemos estar j