No puedo creer que te embarazaras de él

Jarli se levantó del suelo y ayudó a su esposa a sentarse en el sofá. Luego fue a la cocina y le preparó un vaso con agua de azúcar para que bajara su tensión.

—Debora, con esto estarás bien —dijo él.

Ella apreció mucho el gesto de su esposo, pero aún tenía esa espina clavada en el pecho: la supuesta mercancía que tenían que entregar.

—Jarli, no necesito agua de azúcar para estar bien. Lo estaré cuando este tormento acabe —Débora hizo una pausa y tomó aire—. ¿Dónde tengo que llevar la mercancía?

Jarli no dudó en buscar en su teléfono la ubicación.

—Está a unos kilómetros de aquí, al parecer en una zona poco habitada.

—No te preocupes, la llevaré. Solo deséame suerte, porque creo que la voy a necesitar.

Debora se fue hasta su habitación, completamente decidida. De alguna manera, tenía que acabar con todo este conflicto. Además, ¿por qué Jarli tenía tanto miedo? Solo era llevar una mercancía, no era para tanto. ¿Acaso es una gallina?

Debora tomó lo primero que vio en su armario. Esta ve
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