Le partire la cara

—¡Jarli! —grité nuevamente. La fuerza de Débora se desvanecía y el latido de su corazón disminuían; a este paso iba a colapsar.

De repente, se escucharon dos disparos y el hombre soltó a Débora, cuyo cuerpo cayó al suelo como un bulto de papas.

Débora tenía los ojos cerrados, estaba aterrada.

—Debora, mi vida —esa voz varonil y llena de seguridad hizo que abriera los ojos y corriera hacia su amado esposo.

—Jarli, estaba tan asustada —dijo, con lágrimas saliendo de sus ojos.

—¿Estás bien? —preguntó él mientras la miraba con ternura—Ahora todo está bien, amor. Estoy aquí contigo—Agregó.

Ella se aferró a él, sintiendo su calor y la seguridad de sus brazos. Jarli la abrazó con fuerza, acariciando su cabello.

—Si no hubieras llegado, quizás, ese hombre me hubiera asesinado.

—No dejaré que te hagan daño, nunca más —susurró él, lleno de coraje.

Debora, sintiendo el latido del corazón de Jarli, empezó a calmarse. La angustia se disipaba lentamente mientras él la sostenía.

El sonido de sirenas
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