Luego de no escuchar sonido del otro lado de la puerta, Débora decidió abrirla.—¿Hola?—intentó buscar respuesta, pero no vio a nadie. Luego bajó la mirada y vio una caja de regalo.Sonrió tontamente, imaginando que esto provenía de su esposo o algún familiar. Se agachó con cuidado y tomó la caja. Aunque estaba un poco pesada, hizo un gran esfuerzo por llevarla hasta la sala de estar.Estaba tan emocionada que abrió la caja sin siquiera leer la carta. Tan pronto como la abrió, quedó horrorizada; su rostro se tornó pálido al punto de perder el equilibrio.—¡No puede ser, Dios mío!—pegó un grito desgarrador al ver la cabeza de Angela, su amiga, dentro de la caja. Al lado de esta, había un collar, el mismo que Debora le había regalado cuando cumplió años. Debora se tiró al piso y empezó a llorar desconsoladamente, sin importar si los vecinos escuchaban su llanto—¡Dios mío, ayúdame, esto no es posible!—le pidió ayuda a Dios en ese momento tan estresante y lleno de preguntas.Javier, al es
La tención era palpable y en ese instante Javier confesó una cruda realidad.—Hermano, el tipo ese que te insultó la otra vez por teléfono, un tal Camilo, ha venido hoy —en cuanto Jarli escuchó eso, sus vellos se erizaron de punta a punta y sus pupilas se dilataron rápidamente.—Te lo puedo explicar—dijo Debora con la voz temblorosa. Justo cuando por fin ella estaba viendo el lado bueno y tierno de Jarli, ahora se iba a acostumbrar a ver al demonio que tenía en su interior, demonio que obviamente ella conocía pero que aún no conocía del todo.De inmediato, Jarli enroscó sus puños y se acercó a Debora, pero rápidamente ella dio tres pasos hacia atrás.—¿Por qué dejaste entrar a ese maldito a casa? —cuestionó Jarli con prepotencia, a lo que Debora no supo explicar, pero Javier sí habló.—Ese tipo ha venido a llevarse a tu mujer, prácticamente eso fue lo que dio a entender.La mirada de Jarli estaba endemoniada y de un grito hizo estallar los oídos de los presentes.—¿Cómo pudiste, Debora
—¡Jarli! —gritó Javier.—Dime, hermano —respondió Jarli con una ceja enarcada.—¿Has traído las armas?Jarli se soltó del agarre de Débora y fue hacia su hermano. Temas como armas y asesinatos no se podían hablar en voz alta. Era una de las reglas en la mafia. Pero al parecer, Javier no las tenía muy claras.—Si estuviéramos en la pandilla, hace tiempo estarías muerto. Eres un bocón, Javier. No cambias.Jarli empezó a regañar a su hermano sin importar que Débora estuviera presente.—Amor, no es para tanto.—Débora, ve a la cocina a preparar la cena, rápido —ordenó con los ojos tan abiertos que causaban temor.—Pero no tenemos nada, Jarli —dijo ella con preocupación.—Te he dicho que vayas a cocinar, ya lo he resuelto.Débora fue hasta la pequeña cocina y vio muchos alimentos sobre la mesa; al parecer, Jarli tenía todo planeado.—Javier, tienes que ser fuerte. Debes poner de tu parte y empezar a caminar.Las palabras de Jarli tocaron fondo en el corazón de Javier.—Sabes perfectamente
Al día siguiente, Debora despertó y vio a su esposo acostado a su lado en la camilla del hospital. Jarli había pasado la noche vigilando su sueño, sin dejarla sola ni un momento.—Jarli —susurró Debora, tocando suavemente su brazo para despertarlo.Él abrió los ojos lentamente y la miró.—¿Cómo te sientes, amor? —preguntó él, su voz suave y ronca.—Mejor. Gracias por quedarte conmigo —respondió ella, mordiendo su labio inferior.Jarli se incorporó y se estiró, aliviado de ver que Debora parecía más recuperada.—No podía dejarte sola—dijo sinceramente.Debora sonrió y asintió. Justo en ese momento, el médico entró en la habitación.—Buenos días. Me alegra ver que estás despierta y con mejor semblante, señora Debora —dijo el médico, revisando su historial médico en una tableta.—Sí, me siento mucho mejor. Gracias por todo —respondió ella.—Vamos a mantenerte en observación un poco más, pero si todo sigue bien, podrás irte a casa esta tarde —informó el médico con una sonrisa.Jarli asint
—Estoy en camino, aguanta un poco más. Todo va a estar bien.Debora le detuvo, sabía que si él se acercaba, sería un hombre muerto.—No puedes venir a casa, mi esposo te odia.—Mi problema no es con tu esposo, es contigo, Debora, te quiero ayudar a salir de esa relación tóxica—Las palabras dulces de Camilo, hicieron eco dentro del corazón de Debora.—Te enviaré la ubicación, no estamos en casa, hemos huido, me esperas unas cuadras antes. ¿Listo?.—Está bien, esperaré por tí. Tómate el tiempo que necesites.Debora colgó y esperó en silencio, el momento justo en que su esposo se durmiera.Habían pasado dos horas aproximadamente, era de madrugada. Era el momento exacto.Debora abrió la puerta con cuidado, afuera todo estaba oscuro y tranquilo, al parecer Jarli se fue a descansar a la habitación de Javier.Con sus pies inclinados camino hasta la puerta. Apenas podía ver, por la poca luz de la luna que se filtraba a través de la ventana.Llevó sus manos hacia la pared, y tomó la llave, abr
Jarli.Jarli estaba exhausto de tanto buscar a Debora. En su mente solo pasaban imágenes desastrosas, imaginando a Debora siendo atacada por sus malvados enemigos.Con un poco de dificultad, pero a zancadas, logró llegar a casa. Aunque su pierna dolía, no le importó el dolor; ahora mismo su prioridad también era su hermano Javier, aparte de su esposa. En cuanto llegó a casa, encontró la puerta abierta y se dirigió rápidamente hacia el cuarto de su hermano. Soltó un suspiro, ya que por fortuna vio a su hermano durmiendo. Arrodillándose abruptamente, se colocó en el oído de Javier y le susurró estas palabras:—Tienes que despertar, se han llevado a Debora.El corazón de Javier se paralizó por un instante. Un miedo rotundo invadió sus piernas, haciéndolas temblar. Pero sintió un abismo de felicidad al sentir sus piernas moverse y recordar las palabras de su hermano de que él podía caminar.—Jarli, creo que debemos decirle a los padres de Debora. Ellos son más que nosotros y, buscando su
Camilo, con una sonrisa todavía en los labios, levantó las manos en señal de inocencia.—Solo quería asegurarme de que estuvieras bien, Debora. No quise molestarte.Pero el gesto, lejos de tranquilizarla, la hizo sentir aún más incómoda. La mirada de Camilo, aunque llena de amabilidad, tenía algo que la inquietaba profundamente. Sentía que su espacio personal estaba siendo violado por esa constante presencia.—Necesito un poco de espacio, Camilo. Por favor, entiende —dijo Debora, tratando de mantener la calma, aunque su corazón latía con fuerza en el pecho. Durante toda la semana, Camilo había estado siempre detrás de ella, sin darle un momento de respiro.Camilo asintió, herido pero decidido a no mostrarlo. Dio un paso atrás, permitiéndole a Debora el espacio que pedía, mientras en su mente juraba que no se rendiría tan fácilmente en su misión de ganar su corazón.—Está bien, iré a comprar algunos chocolates y Doritos. Creo que te encantarán. Y más si les echas paprika —dijo Camilo,
—¡Papi, no maltrates a ese hombre! —gritó una pequeña niña de extremo a extremo, causando impacto entre los presentes, principalmente en Jarli.—Te has salvado esta vez, maldito —dijo uno de los hombres, aparentemente el padre de la niña, quien la alzó en sus brazos.Jarli, acostado en el suelo y sin poder moverse, respiró hondo y trató de calmarse. Su pierna estaba destrozada por el dolor, apenas podía estirarse.—¿Qué has hecho, Debora? —susurró Jarli con decepción en sus palabras.**Minutos antes de los hechos:**—Javier, mira —dijo Jarli con una imborrable sonrisa en los labios. Había recibido una notificación de que el teléfono de Debora se encontraba encendido.— Gracias a Dios, la hemos encontrado.—Sí, está en un parque o algo así, además está cerca de aquí.Jarli se sintió feliz al ver que el GPS indicaba que su esposa estaba a pocos minutos de él. Por fin, su insaciable búsqueda había terminado.Jarli llegó al parque, y su corazón se llenó de alegría al ver a su esposa senta