El alfa y la cazadora
El alfa y la cazadora
Por: Maia Levone
Capítulo 1

Anya

El viento frío se colaba dentro de mis huesos mientras limpiaba las armas con las que había asesinado a las bestias. La sangre espesa y seca era un incordio de limpiar de las flechas de ballesta, sin embargo, era una tarea que estaba impresa en mis músculos como una actividad mecánica que podía hacer con los ojos cerrados.

Era tedioso, pero necesario para no desperdiciar nada.

Para cuando terminé, acomodé todo dentro de mi auto y miré por última vez la tumba que había hecho en medio del bosque norte para ocultar los cuerpos. Asentí complacida con el resultado. Mi trabajo estaba hecho, así que podía sentirme tranquila de saber que había eliminado dos amenazas para la humanidad.

Ser cazadora de seres sobrenaturales no era lo que había imaginado para mi futuro, pero en un mundo donde los seres humanos éramos la raza débil, se necesitaba poder eliminar a todo lo que representaba un riesgo y para mí, matar a un par de hombres lobo a los que gustaba abusar de chicas humanas indefensas, era más que un placer, era parte de la venganza.

No era el oficio ideal, pero era el necesario y no cualquier lo hacía.

Así que para calmar la adrenalina que todavía circulaba por mi cuerpo, puse algo de música en el viejo reproductor del auto y comencé a cantar una canción de la antigüedad, de esas que se hicieron populares antes del declive: el evento que hizo que los seres sobrenaturales salieran a la luz y comenzaran una guerra que por poco nos mató a todos. La sociedad se reestructuró por completo con intervención de los dioses y lo que alguna vez fue el mundo normal, se dividió en partes para que cada una de las especies tuviese su propio territorio y no se inmiscuyera en los problemas de los otros.

Sin embargo, los años pasaban y los poderosos parecía que nunca recibieron el memo, así que cuando alguien se salía de control, la organización en la que fui criada intervenía. El gremio de cazadores era un secreto a voces, pero secreto al fin. Y pertenecer a estos me llenaba de orgullo, más después de saber que hombres lobo mataron a mis padres para robarles todo lo que alguna vez lograron como antiguos políticos.

El odio se volvía una emoción fuerte y eso te hacía tener una meta, la mía era eliminar todo aquello que representaba un peligro para mi hermana menor y no me daba miedo ensuciarme las manos para hacerlo.

Con eso en mente llegué a la zona este, la parte de Atenas, el territorio humano, en el que vivía. La gente no solía decirme más de cinco palabras, simplemente me saludaban con un gesto y ya, caso contrario a lo que pasaba con mi hermana Anne, quien era toda risas y conversaciones no trascendentales con la gente. Ella era un alma libre, sociable, empática y amable, muy distinta a mí y era por eso mismo que siempre buscaba cuidarla.

Así que cuando llegué a casa, lo menos que esperaba era encontrarla vacía.

—¡Anne! —grité al ver que no estaba esperándome en el salón—. ¡Anne!

No obtuve respuesta de esta, por lo que fui directo a la cocina, donde posiblemente pudiese estar haciendo alguna de sus recetas locas, pero no había rastro siquiera de que encendiera una estufa. Fruncí el ceño por el silencio absoluto y me dirigí a su habitación, todo en esta estaba intacto y era algo sorprendente debido a que ella siempre tenía alguna especie de desastre en marcha.

Mis sentidos en ese momento me advirtieron de que algo no iba bien, así que revisé el resto de los rincones de mi hogar y al no ver nada, respiré hondo y pensé que tal vez había hecho limpieza y había ido a la tienda, por lo que me intenté calmar. La paranoia hacía parte de mi día a día, así que hasta cierto punto era normal en mí exagerar ciertas cosas cuando algo no encajaba.

Por eso esperé el tiempo prudencial, me bañé, me puse ropa cómoda y cuando pasaron seis horas, supe que algo iba mal. Anne nunca se perdía mi regreso de alguna misión. El lazo que nos unía era muy grande y pasar tanto tiempo afuera era inaudito, así que tomé las llaves de mi auto y me puse a buscar en los lugares que ella frecuentaba. La respuesta que me dieron en el café en el que iba siempre por un expreso, en la librería donde se perdía horas o en el parque donde iba a jugar con niños, era la misma: tenía tres días sin aparecer.

Todas mis alarmas se encendieron, así que hice una búsqueda más específica y toqué la puerta de Andrea, su amiga más cercana. Esta cuando me vio supo que algo malo ocurría.

—¿Dónde está mi hermana? —le pregunté sin darle tiempo a que me dijese algo más.

La preocupación tiñó su rostro trigueño, así como la vergüenza.

—¿Por qué preguntas eso? La verdad, es que discutimos por una tontería hace cinco días y no nos hemos visto —admitió y yo apreté los puños—. ¿Por qué vienes aquí?

—Porque al llegar no la encontré y en los sitios que normalmente frecuentan tienen más de tres días sin verla. Si podría estar con alguien más, era contigo —dije con seriedad—. ¿Por qué discutieron?

La pregunta la desencajó y algo rubor se coló por sus mejillas.

—Porque Charles quería salir conmigo en una cita —respondió con encogimiento y asentí.

Era muy fácil entender lo que ocurría, así que me di la vuelta, pero Andrea me detuvo al tomarme de la muñeca. Di mucho de mí al contenerme para no responder de forma automática con un golpe, solo la miré con molestia y ella enseguida me soltó.

—¿A dónde vas ahora? —Negué porque no tenía tiempo para las preguntas estúpidas—. Puedo ayudarte a buscarla, puedo decirles a las chicas y la buscamos entre todas. No es propio de Anne irse como si nada.

—Si hay algo claro aquí es que mi hermana jamás se iría —dije sin vacilar y la ignoré.

No tenía ganas de lidiar con ella, no cuando tenía que ir directamente con Charles a preguntarle. Conocía bien a mi hermana y sabía que iría a enfrentarlo porque siempre estuvo detrás de ella para que le hiciera caso y el hecho de que fuese justamente con Andrea, su amiga más cercana, por quien la dejase de lado era algo que la iba a irritar mucho.

Cuando llegué a la casa de Charles, este estaba llegando de un sitio donde estuvo haciendo alguna actividad física debido al sudor que le recorría el cuerpo. Cuando me vio, algo en su rostro se transfiguró y supe que tendría una idea de lo que había pasado con Anne. Este intentó huir de mí, entrar con rapidez para ignorarme, pero fui rápida y en unas cuántas zancadas lo tomé de la muñeca y le apliqué una llave que le resultaba dolorosa.

El muy cobarde gimió de dolor y de la casa salió una señora mayor en silla de ruedas a quejarse, pero la ignoré. Mi concentración estaba al límite.

—¿Dónde demonios está mi hermana? —le cuestioné y tragó saliva.

—No sé, tengo días sin verla —respondió y negué.

Doblé más su brazo y gritó con más fuerza.

—Si no tienes idea alguna de ella, ¿por qué demonios huyes?

—¡Suéltame m*****a loca! —gritó y eso me hizo girar más el brazo. Un centímetro más y se lo iba a partir con una facilidad impresionante—. ¡Basta!

—No, ibas a huir como el tonto que eres, así que me vas a decir lo que sabes. Mi hermana está desaparecida, así que no tengo paciencia para nada más que saber su paradero —espeté y negó.

—No sé nada de ella, pensé que viniste a patearme el trasero por invitar a Andrea —dijo y sonreí para avisarle que le iba a romper el brazo—. ¡Lo juro!

—¡No te creo nada! —espeté y en ese momento se acerco alguien.

Cuando miré a la persona, me di cuenta de que era uno de los cazadores de prueba del gremio. Este me miró con respeto y asintió. Conocía mi rango muy bien. Venía de alguna misión, tenía la ropa que usábamos para decir que éramos trabajadores especiales del gobierno. Me di cuenta por primera vez de que él y Charles tenían un parecido físico similar: la misma barbilla, orejas iguales, ojos con el mismo rasgado y el mismo tono de color de cabello. Deduje fácilmente que eran familia, sin embargo, eso no me importaba, sabía que podía patearle el trasero en un suspiro.

—Te recomendaría soltarlo antes de que nuestra madre llame a las autoridades —dijo y apreté el otro brazo—. Por favor, de colega a colega. Te vamos a decir lo que sabe, no es necesario este despliegue de violencia.

Con eso lo solté y me puse en guardia, algo que hizo que el tonto de Charles se pusiera detrás del otro cazador con el rabo entre las patas.

—¿Qué sabes tú de mi hermana?

—Lo que sé es que el tonto este fue a una fiesta secreta y tengo entendido que fueron muchas personas —dijo y alcé mi ceja con sorpresa—. Se reunieron para beber y fumar cosas prohibidas, por eso lo saqué del recinto de seguridad y lo traje a casa.

Miró a Charles y este suspiró con cierta derrota.

—Hace cuatro días fui con unos amigos a una fiesta prohibida, ese día Anne fue a buscarme y logré convencerla de que me acompañara. Ahí nos divertimos un rato, pero luego cayó una redada y nos separamos. Lo último que sé es que corrió en dirección al bosque. No pensé que estuviese perdida, creí que había regresado.

Mis sentidos se pusieron en alerta máxima.

—¿Qué bosque? —pregunté en un tono de voz mortal.

—La fiesta la hicieron en el límite con el territorio de los hombres lobo —dijo el cazador—. Los tontos fueron a una fiesta allí y si ella se escondió en el bosque, posiblemente sean ellos quienes la tengan.

Maldije para mis adentros y me pregunté qué más me arrebatarían los malditos.

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