Liberando el amor

Al llegar al hotel, Luz y Claudia estaban muy contentas. Llegaron a su habitación y pusieron en marcha su plan: como parte del itinerario del viaje, harían una excursión a Cozumel e Isla Mujeres, por lo que estarían prácticamente fuera todo el día. Luz se acercó a uno de los responsables del viaje para avisarle que se sentía muy mal y que prefería quedarse, a lo que Claudia añadió que ella también prefería quedarse para cuidar de su cuñada.

No muy convencido, les permitió quedarse, pidiendo al personal del hotel que les notificaran cualquier tema relacionado con ellas. Sin embargo, él no contaba con que la persona que quedó como responsable era el mismo que estaba ayudando a Luis.

Una vez que confirmaron que ya se habían retirado del hotel, Luis corrió a la habitación de Luz y Claudia. Sentía desesperación por verla y abrazarla; esa semana que estuvo lejos de ella y sabiendo que Jorge estaba cerca acechando lo tenía desesperado. Aunque confiaba en ella, sabía que Jorge buscaba cualquier pretexto para estar cerca, y eso no le gustaba.

Finalmente, Luis llegó a la habitación de Luz, tocó la puerta y Luz literalmente saltó a sus brazos. Para Luz, estar lejos de casa fue una liberación; se sentía libre de expresar su amor por Luis, sin nadie que la limitara o la retara por besarlo o abrazarlo.

Claudia, al ver que su hermano llegó, tomó sus cosas y se dispuso a ir a la piscina con su amado Paco, dejando a Luz y a Luis solos en la habitación.

—Mínimo un “Hola, hermanito” —le comentó Claudia al notar que ni siquiera la miró—. Bueno, en vista de que sobró aquí, los dejo. Pórtense mal, que yo pienso aprovechar este tiempo con mi amorcito. Luz, mándame mensaje si deciden quedarse aquí o si van a salir.

—Hermanita, ya vete, estaremos un rato aquí y después mi princesa y yo daremos un paseo e iremos a cenar fuera, y si ella está de acuerdo, no las verás hasta mañana.

—Ok, siendo así, amiga, disfruta y quiero que pongas en práctica todo lo que te enseñé, solo que no quiero detalles. Chao, hermanito, cuídamela mucho.

Luis, aún con Luz en sus brazos, ingresó a la habitación y se sentó en la cama. Ninguno de los dos quería terminar la sesión de besos que habían iniciado; era tanto el deseo de ambos, que solo la falta de aire los detuvo.

—No puedo creer que finalmente estamos solos, amor. De verdad, esto me parece un sueño, tenerte aquí así —Luz se sonrojó por lo expresado por Luis. Además, fue hasta ese momento que se dio cuenta de que estaba a horcajadas sobre él. Luis, al darse cuenta, la tomó del rostro y, dándole un nuevo beso en los labios, le preguntó—: Oye, ¿qué es eso que según mi hermana te enseñó?

—No seas curioso, amor, ya lo verás más tarde. Pero me dijo Clau que seguro te iba a gustar mucho. Amor, tú sabes que yo no sé nada de lo que es estar con un hombre, pero quiero complacerte, más porque tú me has esperado y has buscado que esta sea una experiencia que ambos disfrutemos.

—Luz, yo te amo y solo quería esperar a que tú estuvieras lista. Además, yo tampoco sé mucho, recuerda que todo esto también es nuevo para mí, y debo admitir que Paco me dio algunos consejos, lo cual fue muy extraño. Pero es mi amigo y le tengo mucha confianza. Además, debo confesarte que antes del viaje mi mamá habló conmigo y también me dio algunos consejos.

—¡¿Qué le contaste a tu mamá?! —exclamó Luz, tapándose la cara—. Qué pena, amor, ¿por qué le dijiste?

—No, ¿cómo crees, amor? Yo no le dije nada, pero supongo que me conoce y me vio muy nervioso. Además, solo me pidió que te cuidara y que fuéramos responsables.

—No puedo creer que tu mamá sabe, ¿cómo la voy a ver a la cara ahora?

—Tranquila, mi amor, ella sabe que nos amamos. Además, solo queremos demostrarnos el amor que sentimos el uno por el otro. Mejor arregla una maleta, llévate un traje de baño, un cambio para la cena y, si estás de acuerdo en pasar esta noche conmigo, un cambio para mañana.

—Obvio, amor, ya tenía lista mi maleta. ¿A dónde vamos primero?

—Te quiero llevar a Akumal. Es un santuario donde podemos ver tortugas y disfrutar de la playa. Te va a gustar, y después podemos ir a cenar.

—En serio, bueno, entonces déjame cambiarme de una vez el traje de baño —le dijo Luz, tomando el traje de dos piezas blanco y dirigiéndose al baño, dejando la puerta del baño semiabierta. Luis se levantó y le dijo que la esperaba abajo—. Amor, espera, no tardo, por favor.

—Amor, es mucha la tentación, no quiero arruinar la sorpresa que te preparé para esta noche.

—Listo, ¿ves? No tardé —salió en ese momento Luz, colocándose un vestido de verano encima y tomando la mano de Luis—. No me importaría el lugar, solo quiero estar contigo, amor, pero voy a esperar porque quiero ver qué preparaste para mí.

Así, saliendo abrazados, se dirigieron al estacionamiento del hotel, donde Luis había rentado un carro para poder moverse mejor. Esa tarde, ambos disfrutaron de una tarde divertida en la playa, donde las caricias y los besos no faltaron, solo se detenían porque estaban conscientes de que estaban en un lugar público.

Finalmente, llegó el momento de la cena. Luis había conseguido un bungalow dentro del mismo hotel que tenía vista a la playa, donde él preparó una mesa alumbrada por cuatro antorchas y la comida favorita de Luz, que consistía en una pasta cremosa con camarones.

Luz estaba tan nerviosa que casi ni tocó la comida. En un momento, se levantó, se sentó en el regazo de Luis y le pidió entrar. Luis la besó y así la tomó en sus brazos y entraron al bungalow.

Luz se soltó del abrazo de su novio, tomó una prenda de su maleta y corrió al baño. Luis, en ese momento, trató de recordar todo lo que su amigo le había recomendado. Se acercó al buró al lado de la cama para sacar del cajón un paquete de preservativos. En eso se escuchó el pestillo de la puerta del baño y vio salir a Luz con un conjunto de dormir color marfil, de dos piezas, que era casi transparente.

Luis se acercó a su novia, tomándola del trasero que por primera vez había palpado esa tarde en la playa mientras jugaban. Luz se sostuvo de Luis, abrazando con sus piernas la cintura de su amado y así la fue llevando hasta la cama.

Luis la dejó sobre la cama y se retiró para observarla. La miraba embelesado por la ternura que reflejaba su rostro, pero su mirada tenía un brillo diferente. Se acercó nuevamente a besarla, dispuesto a demostrarle todo el amor que por ella sentía.

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