Ahora saben porque hay tanta tensión entre ambos. ¿que pasará en la ausencia de Daniel? Cassian no podrá prolongar tanto su regreso. Las leo
Actualidad Perspectiva de Cassian El espectáculo principal en el club comienza y yo me recuesto contra el respaldo de este sillón de cuero, con la copa de whisky en la mano y la vista clavada en la pelinegra que se contonea delante de mí. Este club tiene excelentes bailarinas. Y la pelinegra tiene un cuerpo que muchos matarían por poseer. Piernas largas, piel bronceada, cintura estrecha y unos labios rojos que sin duda son provocativos. Ella lo sabe y se mueve como si tuviera el mundo rendido a sus pies. Como si pudiera hacer que cualquier hombre se arrastre por una noche de su atención. Pero yo no soy cualquier hombre. Y esta noche, nada de lo que hace me provoca. Pone una mano en su muslo, la otra en su cuello. Se acaricia lentamente, como si el espectáculo fuera solo para mí. Como si el calor de su piel pudiera arrancarme el deseo que no nace. Ella deja que su vestido se deslice apenas, mostrando la curva perfecta de sus senos mientras gira con gracia felina y se acerca más. Po
Perspectiva de Arielle.Me despierto con un gruñido bajo en el estómago. Uno que no es precisamente hambre, es una punzada incómoda que me recuerda que, aunque quisiera quedarme en esta cama hasta que Daniel regrese del extranjero, tengo que seguir respirando. Me estiro, y mi cuello cruje con un sonido seco que rompe el silencio de la habitación. —La habitación de mi esposo—. O, al menos, eso se supone que es.Pero esta no es mi casa. Esta mansión, con sus techos altos, molduras perfectas y el silencio sofocante, no se siente mía. Me siento como una intrusa en un museo privado de la familia Harrington. Como si fuese esa pieza decorativa que compraron solo porque podían hacerlo. El espacio a mi alrededor es perfecto, pero tan ajeno como la cama en la que dormí anoche, luego de pasar un largo rato sin poder conciliar el sueño y también esperando que Cassian volviera a casa.«¿A qué hora volvió?» pienso para mis adentros y luego me reprendo, porque a mi eso no me interesa, porque quien d
No sé si fue una buena idea aceptar que él me llevara. No cuando su sola presencia hace que mis sentidos estén alerta. No cuando el silencio entre nosotros parece tener filo.Cassian no dice nada al subir al auto, y yo tampoco. Nos sentamos sin mirarnos, como dos extraños que comparten más de lo que deberían. Sus dedos marcan el volante con una fuerza que no sé si es por costumbre o por la incomodidad que compartimos.Respiro hondo, pero lo hago lento para que no se dé cuenta, espero que comience a poner el vehículo en marcha, pero no lo hace. Y eso me obliga a girarme hacia él, lentamente.—¿No vas a arrancar? —pregunto, intentando que mi voz suene más firme de lo que me siento.—Para eso necesito que me digas primero a donde vamos —responde con esa maldita calma suya que me crispa los nervios.«Que tonta eres» me reprendo mentalmente.Cierro los ojos por un segundo. Porque claro que no puede leer mi mente. Por fortuna.—Al departamento de Rossy —respondo finalmente, mirando por la ve
Los labios de Cassian están peligrosamente cerca de los míos. Cierro los ojos por un instante, tragando el nudo que se forma en mi garganta. Puedo sentir su respiración rozando mi rostro, cálida, irregular, cargada de esa tensión que amenaza con consumirnos a ambos. Su aroma delicioso me envuelve, intenso y masculino. Me estoy perdiendo. Y entonces alguien pita. Un claxon nos arranca de ese instante como un latigazo. La luz del semáforo ha cambiado a verde. Cassian maldice por lo bajo y toma el volante, alejándose de mí. Sus manos se aferran con fuerza al volante y su gesto es más oscuro que nunca. Yo respiro con dificultad. Mi corazón golpea con fuerza en mi pecho. Como si hubiera estado a punto de caer en el abismo. Cuando la luz vuelve a ponerse en rojo, sus ojos se deslizan hacia mí. —¿Estás bien?—su voz es ronca, contenida, casi un gruñido. Niego con la cabeza. Es mentira. Claro que estoy bien. Pero algo dentro de mí desea esa atención, esa mirada fija en mi rostro como
Golpeo la puerta con suavidad, apenas una vez. Y sin embargo, Rossy la abre como si llevara una hora esperando del otro lado. —Sabía que vendrías —dice, despeinada, con un short deportivo y una camiseta ajustada que deja ver manchas de polvo en su abdomen. Mientras que en una mano sostiene un trapo. Sonrío con suavidad al verla. —¿Estabas limpiando? —pregunto con una sonrisa burlona, me imagino lo sucio que debía estar este lugar luego de tantos meses abandonado. —Al fin terminé, y estaba rezando porque vinieras. ¡Pasa ya! —responde, instandome a entrar con un movimiento de su mano. Cruzo la puerta, el aire del departamento me golpea con ese aroma familiar a lavanda, a hogar. Todo aquí está limpio y ordenado. El suave golpe de la puerta resuena en la habitación cuando Rossy la cierra, para luego dejar el trapo sobre la mesa y girarse hacia mí con una expresión inquisitiva. —Ahora cuéntame todo —exige mientras se sienta cruzando las piernas sobre el sillón. Yo apenas de
La tarde ha caído cuando regreso a la mansión Harrington.Rossy insistió en acompañarme hasta el portón. Nos abrazamos y no puedo evitar quedarme unos segundos más aferrada a ella, como si parte de mi equilibrio también se fuera con su presencia. Cuando al fin nos separamos, ella me dedica una última sonrisa y luego se va, avisando que tiene que hacer unas compras para continuar con el acomodo de su departamento.Entro a la mansión que me recibe con ese silencio elegante que me resulta tan ajeno. Demasiado pulcro. Demasiado grande. Demasiado todo.Genoveva aparece casi al instante.—El señor Harrington salió hace un par de horas —me informa con su tono amable y profesional—. Y la señorita Seraphina está en casa de una amiga —agrega y yo asiento, agradecida por la información.El alivio se desliza como una exhalación en mi pecho. Estar sola me da margen para respirar. Para no pensar demasiado en lo que estoy sintiendo. Y también me da un respiro de Cassian, así mismo de Seraphina, porqu
El zumbido de mi celular rompe el silencio de mi oficina. La pantalla se ilumina con el nombre de Daniel y mis dedos vacilan por algunos segundos antes de que decida responderle. Respiro profundo y lo hago con una calma que no siento. Porque en mi interior quisiera saber que c*rajos quiere sin que tenga que responder. —Hola —digo, con voz suave, aunque el corazón me late con fuerza. No por emoción. Es la incertidumbre. —Arielle —responde él del otro lado. Su tono es más cálido de lo que esperaba. Más real. Y con la sola mención de mi nombre en sus labios, noto un dejo de cansancio en su voz—. Siento no haber llamado antes… Han sido días complicados aquí —se excusa. Achino mis ojos, pero no digo nada por un segundo. Solo escucho su respiración. Se oye agotado. —Supongo que está bien, me había preguntado porque no habías llamado aún —espeto dejando ver mi molestia por hecho de que no se había reportado. —No lo hice, y lo siento. Pero tú tampoco intentaste llamarme —replica, sin camb
Cuando termino la jornada, el reloj marca más de las siete. La oficina se ha ido vaciando poco a poco, pero yo me quedé atrapada entre informes, correos, reuniones y una extraña ansiedad que no puedo sacudirme. Me recuesto brevemente en el respaldo de la silla mientras mis dedos se deslizan sobre la pantalla del móvil, revisando notificaciones inútiles, ignorando otras. Tomo mis cosas y salgo del edificio. El aire de la ciudad me acaricia el rostro y un suspiro aliviado sale de mi boca al ver el auto del chofer que espera por mi como se lo indiqué en la mañana. Me subo al auto y observo la ventana mientras el vehículo se desliza en silencio por las calles de Los Ángeles, mientras mi cabeza no para de crear escenarios absurdos. Algunos con Cassian. Otros... también con él. Cuando llego a la mansión Harrington, las luces cálidas desde la fachada parecen tan elegantes como distantes. Me bajo del auto y atravieso la entrada con pasos firmes, como si no estuviera temblando por dentro. A