a Cassian ya no le agrada ser el suegro buenote, quiere que le Arielle le cante que le gustan mayores. ¿Será que ya no carbura su ratón y está enloqueciendo, aunque el hombre hace todo mal y siempre viendo por sí mismo ¿Que tendrá que decir Daniel al respecto?
Tres golpes suaves en la puerta me sacan de mis pensamientos. Me abrocho la camisa con lentitud mientras la voz de una empleada se filtra desde el otro lado.—Señor Harrington, su hijo lo espera en el despacho —avisa la mujer.Hago una pausa. Claro. Daniel.—Gracias —respondo sin mirar la puerta.Me acomodo el cuello de la camisa, ocultando el rastro que Arielle dejó en mi piel y de inmediato salgo de la habitación. Camino por el pasillo con paso firme, pero mi mente… mi mente sigue clavada en la noche anterior. En su cuerpo bajo el mío. En sus uñas arañándome como una felina salvaje. Como si el deseo no hubiera sido suficiente, como si necesitáramos algo más permanente. Y estos rasguñas son la prueba viviente de lo que hicimos.Cuando entro al despacho, Daniel ya está sentado frente al ventanal, con una carpeta en mano y el ceño fruncido. Se gira al oírme, y hay un brillo frío en su mirada que reconozco demasiado bien. Y es esa que muestra cuando cree que no estoy siendo honesto.—¿Qu
—Quería que te hicieras responsable —le digo con calma, bajando el tono, como si intentara suavizar algo que no tiene forma de ser amable—. Porque algún día, Daniel, esta empresa será tuya. Y aunque no lo creas… confío en tus habilidades —agrego y como dije antes, eso no es mentira. Esta empresa que fundó mi padre un día será manejada por él y me da gusto saber que es capaz de manejarla.Él alza una ceja. No parece convencido. De hecho, parece estar decidiendo si esa frase es una trampa o si me he golpeado la cabeza. Pero al final solo asiente con lentitud, sin palabras. Lo toma. Lo acepta… aunque sea a medias.Yo también asiento, como si estuviésemos cerrando un tema. Pero no es el único.—Aunque no te llamé solo para hablar de tu viaje. De eso hablaremos a fondo en la junta de mañana —digo, retrocediendo un paso y colocando ambas manos en mis bolsillos—. Quiero hablar contigo de tu matrimonio —escupo con un tono serio, porque esto si me parece algo importante.Daniel frunce el ceño d
Perspectiva de Arielle.Regreso a casa con una sensación punzante en el pecho. La conversación con papá sigue dando vueltas en mi cabeza —sobre todo su extraño tono cuando mencionó a Rossy—, pero no tengo tiempo de pensar en eso por ahora.Pese a que hoy es domingo, no parece un día de descanso. Cada paso que doy al cruzar el umbral de la mansión Harrington pesa más que el anterior, porque sé que, una vez más, estaré bajo el mismo techo con Daniel… y con él.Con Cassian.Su mirada y su presencia provocan en mi cosas que solo debería de sentir por mi esposo. Y en este momento me siento como una zorra, sabiendo que tuve sexo con el padre de mi esposo el mismo día que este me pidió una oportunidad para conocernos.—Te estaba esperando —dice Daniel apenas me ve, acercándose desde el jardín con una sonrisa cálida, sincera, limpia. Estaba tan sumergida en mis pensamientos que no me percaté de su presencia.Su gesto es relajado, y pese a que se ha comportado como todo un caballero desde que
Sus labios vuelven a mi boca con una urgencia que no sabe de pausas ni moralidades. Mi espalda aún está presionada contra la puerta, y el sonido de la cerradura trabada resuena como una sentencia. Sus manos me toman por la cintura, me alzan apenas y en un segundo mis pies dejan de tocar el suelo. Él me sostiene. Como si fuera suya. Como si no importara nada más.Su boca baja por mi cuello con una precisión que ya conoce. Yo trato de no gemir, de no hundirme… pero entonces sus palmas se presionan una vez más sobre mis pechos expuestos, y su boca caliente envuelve uno de mis pezones.Mi cabeza se apoya contra la madera. Mi respiración es un desastre.—Cassian… —susurro, intentando razonar con alguien que dejó de ser razonable hace tiempo.Mi cuerpo tiembla. Pero ni siquiera es de miedo de saber que Daniel acaba de llamarme. Es de necesidad. Necesidad de sentirlo.Sus labios aprietan, su lengua me provoca, mientras que con la otra acaricia el otro pezón elevando más la tela. Y sus ojos os
Daniel se comporta como todo un caballero. Me ayuda a salir del auto, me abre la puerta del edificio y se asegura de que no me falte nada. Es paciente, amable, incluso dulce. Durante el trayecto me habló de sus planes con un entusiasmo que parece creíble, como si de verdad esperara que todo esto funcionara.Y entonces, llegamos.El pent-house es simplemente hermoso. Techos altos, ventanales de pared a pared que dejan entrar la luz como un río dorado. El mármol blanco brilla en la cocina abierta, y los detalles de madera oscura le dan un toque cálido, elegante. Todo parece sacado de una revista, pero no se siente frío… se siente como un lugar que podría convertirse en un hogar.—¿Y bien? —pregunta Daniel con una sonrisa, mostrando las fotografías de cómo quedaría una vez esté decorado.Asiento, un poco abrumada.—Es… perfecto —digo, aunque no sé si me refiero al lugar o a la forma en la que él intenta incluirme en esto.Daniel se acerca un poco más, con una cercanía suave, sin invadirme
Perspectiva de Cassian.Observo por la ventana de mi estudio como se va con él.Daniel le abre la puerta del auto con esa cortesía heredada —de mi padre quizá, porque no fue mía— y roza su espalda con una familiaridad que me crispa los nervios. Ella le sonríe. Esa sonrisa que me juré que solo debía pertenecerme a mí. Pero ahí está, usándola con él. Con Daniel. Con su maldito esposo.Me digo a mí mismo que está fingiendo. Que está nerviosa. Que no hay nada real en ese gesto. Pero se ve tan j*didamente natural.Arielle es tan bonita y no puedo negar que hacen una pareja perfecta. La imagen ideal. Y eso me enferma. Me quema por dentro. Me alejo de la ventana cuando el auto cruza el portón.Camino hasta el bar y me sirvo un whisky. No uno… dos. La bebida se desliza por mi garganta pero no apaga el incendio. No calma nada.He perdido la cuenta de cuantas veces he mirado el reloj en espera de que regrese. Pero lo hago nuevamente. Un minuto más sin ella. Otro. Y otro más.Considero marcarle
Perspectiva de Arielle.El camino de regreso es silencioso. Las luces de la ciudad parpadean a través de la ventanilla del auto, y yo… estoy vacía. Las palabras de Daniel aún giran en mi cabeza como cuchillas. Aquello de que él es un hombre que no quiere a nadie. Y el complejo de salvadora…Todo lo que Daniel dijo ha sembrado en mi muchas dudas. Y es que definitivamente no quiero ser una noche de sexo para Cassian. No quiero ser una de las tantas mujeres que él ha utilizado para satisfacerse sexualmente para luego ser desechada como si no valiera nada.Pienso que lo que haga Cassian no es de mi incumbencia, pero no puedo evitar pensar que no soy la única en su vida. Que quizá mientras yo pretendía alejarme de él, él se iba con alguna otra. Es ridículo.Y sin embargo, me importa.Daniel me mira de reojo varias veces mientras conduce. Al llegar, es él quien sugiere que cenemos algo antes de dormir. Acepto. Solo porque no quiero subir. No quiero encerrarme con mis pensamientos. No quiero
Siento el aire en la catedral denso, casi sofocante, mientras observo a mi alrededor sintiendo que este corse está impidiéndome respirar con normalidad.Mis dedos tiemblan alrededor del ramo de lirios blancos, pero aprieto con fuerza, intentando que nadie lo note. Las flores son perfectas, igual que todo lo demás. Porque, por supuesto, un evento como este no se lleva a cabo todos los días y todo debe ser perfecto.«Mi padre se ha asegurado de eso»Me digo a mí misma que esta boda es lo mejor para todos. Para la empresa, para mi futuro, para asegurar mi lugar en un mundo que no perdona la debilidad. Y Daniel Harrington es el esposo perfecto en ese plan cuidadosamente diseñado.Miro de reojo al hombre que está a mi lado, esperando con su porte pulcro y mirada en alto. Es atractivo, lo admito. Serio, educado, con una elegancia natural que encajaría en cualquier portada de negocios. Pero su mirada… su mirada siempre es distante, reflejando que este compromiso le importa tan poco como a mí