El plan está saliendo como Cassian quería, pero ya no está soportando. ¿Que pasó Cassian? ¿Podremos confiar en las palabras de Daniel? Cuentenme que les parece.
Perspectiva de Arielle.Regreso a casa con una sensación punzante en el pecho. La conversación con papá sigue dando vueltas en mi cabeza —sobre todo su extraño tono cuando mencionó a Rossy—, pero no tengo tiempo de pensar en eso por ahora.Pese a que hoy es domingo, no parece un día de descanso. Cada paso que doy al cruzar el umbral de la mansión Harrington pesa más que el anterior, porque sé que, una vez más, estaré bajo el mismo techo con Daniel… y con él.Con Cassian.Su mirada y su presencia provocan en mi cosas que solo debería de sentir por mi esposo. Y en este momento me siento como una zorra, sabiendo que tuve sexo con el padre de mi esposo el mismo día que este me pidió una oportunidad para conocernos.—Te estaba esperando —dice Daniel apenas me ve, acercándose desde el jardín con una sonrisa cálida, sincera, limpia. Estaba tan sumergida en mis pensamientos que no me percaté de su presencia.Su gesto es relajado, y pese a que se ha comportado como todo un caballero desde que
Sus labios vuelven a mi boca con una urgencia que no sabe de pausas ni moralidades. Mi espalda aún está presionada contra la puerta, y el sonido de la cerradura trabada resuena como una sentencia. Sus manos me toman por la cintura, me alzan apenas y en un segundo mis pies dejan de tocar el suelo. Él me sostiene. Como si fuera suya. Como si no importara nada más.Su boca baja por mi cuello con una precisión que ya conoce. Yo trato de no gemir, de no hundirme… pero entonces sus palmas se presionan una vez más sobre mis pechos expuestos, y su boca caliente envuelve uno de mis pezones.Mi cabeza se apoya contra la madera. Mi respiración es un desastre.—Cassian… —susurro, intentando razonar con alguien que dejó de ser razonable hace tiempo.Mi cuerpo tiembla. Pero ni siquiera es de miedo de saber que Daniel acaba de llamarme. Es de necesidad. Necesidad de sentirlo.Sus labios aprietan, su lengua me provoca, mientras que con la otra acaricia el otro pezón elevando más la tela. Y sus ojos os
Daniel se comporta como todo un caballero. Me ayuda a salir del auto, me abre la puerta del edificio y se asegura de que no me falte nada. Es paciente, amable, incluso dulce. Durante el trayecto me habló de sus planes con un entusiasmo que parece creíble, como si de verdad esperara que todo esto funcionara.Y entonces, llegamos.El pent-house es simplemente hermoso. Techos altos, ventanales de pared a pared que dejan entrar la luz como un río dorado. El mármol blanco brilla en la cocina abierta, y los detalles de madera oscura le dan un toque cálido, elegante. Todo parece sacado de una revista, pero no se siente frío… se siente como un lugar que podría convertirse en un hogar.—¿Y bien? —pregunta Daniel con una sonrisa, mostrando las fotografías de cómo quedaría una vez esté decorado.Asiento, un poco abrumada.—Es… perfecto —digo, aunque no sé si me refiero al lugar o a la forma en la que él intenta incluirme en esto.Daniel se acerca un poco más, con una cercanía suave, sin invadirme
Perspectiva de Cassian.Observo por la ventana de mi estudio como se va con él.Daniel le abre la puerta del auto con esa cortesía heredada —de mi padre quizá, porque no fue mía— y roza su espalda con una familiaridad que me crispa los nervios. Ella le sonríe. Esa sonrisa que me juré que solo debía pertenecerme a mí. Pero ahí está, usándola con él. Con Daniel. Con su maldito esposo.Me digo a mí mismo que está fingiendo. Que está nerviosa. Que no hay nada real en ese gesto. Pero se ve tan j*didamente natural.Arielle es tan bonita y no puedo negar que hacen una pareja perfecta. La imagen ideal. Y eso me enferma. Me quema por dentro. Me alejo de la ventana cuando el auto cruza el portón.Camino hasta el bar y me sirvo un whisky. No uno… dos. La bebida se desliza por mi garganta pero no apaga el incendio. No calma nada.He perdido la cuenta de cuantas veces he mirado el reloj en espera de que regrese. Pero lo hago nuevamente. Un minuto más sin ella. Otro. Y otro más.Considero marcarle
Perspectiva de Arielle.El camino de regreso es silencioso. Las luces de la ciudad parpadean a través de la ventanilla del auto, y yo… estoy vacía. Las palabras de Daniel aún giran en mi cabeza como cuchillas. Aquello de que él es un hombre que no quiere a nadie. Y el complejo de salvadora…Todo lo que Daniel dijo ha sembrado en mi muchas dudas. Y es que definitivamente no quiero ser una noche de sexo para Cassian. No quiero ser una de las tantas mujeres que él ha utilizado para satisfacerse sexualmente para luego ser desechada como si no valiera nada.Pienso que lo que haga Cassian no es de mi incumbencia, pero no puedo evitar pensar que no soy la única en su vida. Que quizá mientras yo pretendía alejarme de él, él se iba con alguna otra. Es ridículo.Y sin embargo, me importa.Daniel me mira de reojo varias veces mientras conduce. Al llegar, es él quien sugiere que cenemos algo antes de dormir. Acepto. Solo porque no quiero subir. No quiero encerrarme con mis pensamientos. No quiero
El sonido de su respiración contra mi oído se mezcla con el golpeteo salvaje de mi corazón. Mi espalda está firmemente aprisionada contra la columna, mientras aferro mis piernas con más fuerza en su cintura como si dependiera de eso para no caer al vacío.Su espalda se siente ancha debajo de mis brazos provocando que hunda mis uñas en su piel. aferrándome a él con todo lo que tengo… en un intento desesperado por detener el mundo. Sabiendo que este momento es de nosotros, pero que es un momento que terminará pronto. Cassian se mueve dentro de mí con fuerza, con ese ritmo que solo él sabe marcar. Cada embestida es un recordatorio violento y delicioso de lo que somos. De lo que no deberíamos ser… pero no podemos evitar. Su boca encuentra mi cuello y un escalofrío me recorre. Sus besos cálidos sobre mi piel me hacen contener el aliento y esas m*lditas mordidas suaves mientras acaricia con su lengua mi lóbulo izquierdo me arrancan suspiros y jadeos.Mi camisón está completamente subido,
Cassian no se aleja enseguida. Sus labios, todavía calientes, vuelven a buscar los míos en un beso profundo y lento, uno que sabe a deseo, a caos, a promesas que no deberían hacerse.—No estoy mintiendo, Leoncita —susurra contra mi boca—. Lo resolveré. Todo esto… se solucionará. Pero tienes que prometerme algo —musita con la mirada ensombrecida.Sus manos están aún firmes sobre mis caderas, me aprietan un poco más. Lo siento temblar levemente, como si la intensidad de lo que acabamos de hacer aún lo dominara.—No quiero que te acerques a Daniel —su voz es una orden, áspera, peligrosa—. Prométeme que no vas a dejar que te toque. Ni una maldita caricia. Nada —exige con la mandíbula apretada.Mi corazón da un salto. Me separo un poco para poder mirarlo a los ojos, esos ojos oscuros que ahora me arden por dentro.Quiero expandir una sonrisa, sabiendo ahora que mi cercanía con su hijo no le agrada nada. Pero me obligo a mantenerme seria.—Cassian… —susurro su nombre, porque aunque él no lo
Me visto con lentitud frente al espejo, asegurándome de que la blusa de seda blanca suba lo suficiente para cubrir cada marca que Cassian dejó en mi cuello. No quiero preguntas, no quiero sospechas. Pues luego de la forma en que Seraphina me miró anoche. No me pienso arriesgar a más comentarios de ese tipo. Porque estaré en verdaderos problemas si a la Morticia se le ocurre decirle a Daniel algo al respecto.Me observo al espejo mientras acomodo la blusa, pero por más que me cubra por fuera, dentro de mí las marcas siguen ahí, ardiendo, grabadas con fuego. Y me siento extrañamente orgullosa de ellas.Cassian me dejó marcada. Porque soy suya, le importo.Bajo a desayunar con pasos medidos, sin saber qué esperar. Siempre he detestado los lunes, porque todo es más agitado.Al llegar al comedor me encuentro con todos sentados: Cassian en la cabecera de la mesa, Daniel a su derecha y Seraphina enfrente. Una escena perfectamente familiar… si no fuera por el infierno que arde debajo de la su