Estamos en suspenso. ¿De que quiere hablar Cassian con la leoncita? Las leo
Daniel se comporta como todo un caballero. Me ayuda a salir del auto, me abre la puerta del edificio y se asegura de que no me falte nada. Es paciente, amable, incluso dulce. Durante el trayecto me habló de sus planes con un entusiasmo que parece creíble, como si de verdad esperara que todo esto funcionara.Y entonces, llegamos.El pent-house es simplemente hermoso. Techos altos, ventanales de pared a pared que dejan entrar la luz como un río dorado. El mármol blanco brilla en la cocina abierta, y los detalles de madera oscura le dan un toque cálido, elegante. Todo parece sacado de una revista, pero no se siente frío… se siente como un lugar que podría convertirse en un hogar.—¿Y bien? —pregunta Daniel con una sonrisa, mostrando las fotografías de cómo quedaría una vez esté decorado.Asiento, un poco abrumada.—Es… perfecto —digo, aunque no sé si me refiero al lugar o a la forma en la que él intenta incluirme en esto.Daniel se acerca un poco más, con una cercanía suave, sin invadirme
Perspectiva de Cassian.Observo por la ventana de mi estudio como se va con él.Daniel le abre la puerta del auto con esa cortesía heredada —de mi padre quizá, porque no fue mía— y roza su espalda con una familiaridad que me crispa los nervios. Ella le sonríe. Esa sonrisa que me juré que solo debía pertenecerme a mí. Pero ahí está, usándola con él. Con Daniel. Con su maldito esposo.Me digo a mí mismo que está fingiendo. Que está nerviosa. Que no hay nada real en ese gesto. Pero se ve tan j*didamente natural.Arielle es tan bonita y no puedo negar que hacen una pareja perfecta. La imagen ideal. Y eso me enferma. Me quema por dentro. Me alejo de la ventana cuando el auto cruza el portón.Camino hasta el bar y me sirvo un whisky. No uno… dos. La bebida se desliza por mi garganta pero no apaga el incendio. No calma nada.He perdido la cuenta de cuantas veces he mirado el reloj en espera de que regrese. Pero lo hago nuevamente. Un minuto más sin ella. Otro. Y otro más.Considero marcarle
Perspectiva de Arielle.El camino de regreso es silencioso. Las luces de la ciudad parpadean a través de la ventanilla del auto, y yo… estoy vacía. Las palabras de Daniel aún giran en mi cabeza como cuchillas. Aquello de que él es un hombre que no quiere a nadie. Y el complejo de salvadora…Todo lo que Daniel dijo ha sembrado en mi muchas dudas. Y es que definitivamente no quiero ser una noche de sexo para Cassian. No quiero ser una de las tantas mujeres que él ha utilizado para satisfacerse sexualmente para luego ser desechada como si no valiera nada.Pienso que lo que haga Cassian no es de mi incumbencia, pero no puedo evitar pensar que no soy la única en su vida. Que quizá mientras yo pretendía alejarme de él, él se iba con alguna otra. Es ridículo.Y sin embargo, me importa.Daniel me mira de reojo varias veces mientras conduce. Al llegar, es él quien sugiere que cenemos algo antes de dormir. Acepto. Solo porque no quiero subir. No quiero encerrarme con mis pensamientos. No quiero
El sonido de su respiración contra mi oído se mezcla con el golpeteo salvaje de mi corazón. Mi espalda está firmemente aprisionada contra la columna, mientras aferro mis piernas con más fuerza en su cintura como si dependiera de eso para no caer al vacío.Su espalda se siente ancha debajo de mis brazos provocando que hunda mis uñas en su piel. aferrándome a él con todo lo que tengo… en un intento desesperado por detener el mundo. Sabiendo que este momento es de nosotros, pero que es un momento que terminará pronto. Cassian se mueve dentro de mí con fuerza, con ese ritmo que solo él sabe marcar. Cada embestida es un recordatorio violento y delicioso de lo que somos. De lo que no deberíamos ser… pero no podemos evitar. Su boca encuentra mi cuello y un escalofrío me recorre. Sus besos cálidos sobre mi piel me hacen contener el aliento y esas m*lditas mordidas suaves mientras acaricia con su lengua mi lóbulo izquierdo me arrancan suspiros y jadeos.Mi camisón está completamente subido,
Cassian no se aleja enseguida. Sus labios, todavía calientes, vuelven a buscar los míos en un beso profundo y lento, uno que sabe a deseo, a caos, a promesas que no deberían hacerse.—No estoy mintiendo, Leoncita —susurra contra mi boca—. Lo resolveré. Todo esto… se solucionará. Pero tienes que prometerme algo —musita con la mirada ensombrecida.Sus manos están aún firmes sobre mis caderas, me aprietan un poco más. Lo siento temblar levemente, como si la intensidad de lo que acabamos de hacer aún lo dominara.—No quiero que te acerques a Daniel —su voz es una orden, áspera, peligrosa—. Prométeme que no vas a dejar que te toque. Ni una maldita caricia. Nada —exige con la mandíbula apretada.Mi corazón da un salto. Me separo un poco para poder mirarlo a los ojos, esos ojos oscuros que ahora me arden por dentro.Quiero expandir una sonrisa, sabiendo ahora que mi cercanía con su hijo no le agrada nada. Pero me obligo a mantenerme seria.—Cassian… —susurro su nombre, porque aunque él no lo
Me visto con lentitud frente al espejo, asegurándome de que la blusa de seda blanca suba lo suficiente para cubrir cada marca que Cassian dejó en mi cuello. No quiero preguntas, no quiero sospechas. Pues luego de la forma en que Seraphina me miró anoche. No me pienso arriesgar a más comentarios de ese tipo. Porque estaré en verdaderos problemas si a la Morticia se le ocurre decirle a Daniel algo al respecto.Me observo al espejo mientras acomodo la blusa, pero por más que me cubra por fuera, dentro de mí las marcas siguen ahí, ardiendo, grabadas con fuego. Y me siento extrañamente orgullosa de ellas.Cassian me dejó marcada. Porque soy suya, le importo.Bajo a desayunar con pasos medidos, sin saber qué esperar. Siempre he detestado los lunes, porque todo es más agitado.Al llegar al comedor me encuentro con todos sentados: Cassian en la cabecera de la mesa, Daniel a su derecha y Seraphina enfrente. Una escena perfectamente familiar… si no fuera por el infierno que arde debajo de la su
El edificio de Valmont Innovations se alza ante mí como un monumento familiar. Mi padre construyó este imperio desde sus cimientos y, como hija única, crecí entre estas paredes, aprendiendo a mantener la espalda recta, el rostro imperturbable y el corazón bien escondido. Hoy, más que nunca, necesito cada una de esas lecciones.Entro a mi oficina y me encierro con una carpeta repleta de reportes. Aunque me cuesta concentrarme. Me arden las piernas, no por dolor, sino por el recuerdo de Cassian, de su enorme m*embro embistiéndome sin tregua contra la columna de su cocina. El deseo persiste. Sucio e irremediablemente vivo.Sacudo mi cabeza y me obligo a enfocarme.Mi trabajo en el área administrativa implica que debo preparar todos los datos financieros del último trimestre, mi padre ha ordenado que revise los costos estimados de implementación y la proyección logística de Iris Connect, el proyecto en conjunto entre Valmont Innovations y Vortex Technologies del cula hace poco tengo conoci
La reunión se desarrolla con ritmo constante, aunque por momentos siento que las palabras me resbalan. Todos los presentes —los desarrolladores de ambas compañías, los directivos de Valmont Innovations, Daniel, mi padre y Cassian— parecen enfocados, hablando de plazos, avances tecnológicos y estrategias de expansión. Es, sin duda, un proyecto ambicioso. Uno que puede marcar un antes y un después en nuestras empresas. Y sin embargo, a mí me cuesta mantener la concentración. Cassian está sentado al otro lado de la mesa ovalada, hablando con voz firme, cada tanto girando levemente el rostro hacia mí. No me mira directamente, pero lo siento. Siento su presencia como si estuviera a centímetros, como si aún llevara su aliento en el cuello y sus dedos marcando mi piel. Cuando alguien menciona el uso de inteligencia artificial para optimizar sistemas de logística empresarial, yo asiento con la cabeza, pero por dentro estoy atrapada en un remolino distinto. Uno en el que todavía estoy contr