Se nos puso celoso el suegro buenote. Si Arielle no va a su habitación me ofrezco como tributo. Arielle está en modo: Me enojo con Cassian por lo que dijo el hijo. ¿Le darán caldo de huesitos a Cassian? O lo dejarán sin cenar esta noche. Mañana lo sabremos, adiosito
Perspectiva de Arielle.El camino de regreso es silencioso. Las luces de la ciudad parpadean a través de la ventanilla del auto, y yo… estoy vacía. Las palabras de Daniel aún giran en mi cabeza como cuchillas. Aquello de que él es un hombre que no quiere a nadie. Y el complejo de salvadora…Todo lo que Daniel dijo ha sembrado en mi muchas dudas. Y es que definitivamente no quiero ser una noche de sexo para Cassian. No quiero ser una de las tantas mujeres que él ha utilizado para satisfacerse sexualmente para luego ser desechada como si no valiera nada.Pienso que lo que haga Cassian no es de mi incumbencia, pero no puedo evitar pensar que no soy la única en su vida. Que quizá mientras yo pretendía alejarme de él, él se iba con alguna otra. Es ridículo.Y sin embargo, me importa.Daniel me mira de reojo varias veces mientras conduce. Al llegar, es él quien sugiere que cenemos algo antes de dormir. Acepto. Solo porque no quiero subir. No quiero encerrarme con mis pensamientos. No quiero
El sonido de su respiración contra mi oído se mezcla con el golpeteo salvaje de mi corazón. Mi espalda está firmemente aprisionada contra la columna, mientras aferro mis piernas con más fuerza en su cintura como si dependiera de eso para no caer al vacío.Su espalda se siente ancha debajo de mis brazos provocando que hunda mis uñas en su piel. aferrándome a él con todo lo que tengo… en un intento desesperado por detener el mundo. Sabiendo que este momento es de nosotros, pero que es un momento que terminará pronto. Cassian se mueve dentro de mí con fuerza, con ese ritmo que solo él sabe marcar. Cada embestida es un recordatorio violento y delicioso de lo que somos. De lo que no deberíamos ser… pero no podemos evitar. Su boca encuentra mi cuello y un escalofrío me recorre. Sus besos cálidos sobre mi piel me hacen contener el aliento y esas m*lditas mordidas suaves mientras acaricia con su lengua mi lóbulo izquierdo me arrancan suspiros y jadeos.Mi camisón está completamente subido,
Cassian no se aleja enseguida. Sus labios, todavía calientes, vuelven a buscar los míos en un beso profundo y lento, uno que sabe a deseo, a caos, a promesas que no deberían hacerse.—No estoy mintiendo, Leoncita —susurra contra mi boca—. Lo resolveré. Todo esto… se solucionará. Pero tienes que prometerme algo —musita con la mirada ensombrecida.Sus manos están aún firmes sobre mis caderas, me aprietan un poco más. Lo siento temblar levemente, como si la intensidad de lo que acabamos de hacer aún lo dominara.—No quiero que te acerques a Daniel —su voz es una orden, áspera, peligrosa—. Prométeme que no vas a dejar que te toque. Ni una maldita caricia. Nada —exige con la mandíbula apretada.Mi corazón da un salto. Me separo un poco para poder mirarlo a los ojos, esos ojos oscuros que ahora me arden por dentro.Quiero expandir una sonrisa, sabiendo ahora que mi cercanía con su hijo no le agrada nada. Pero me obligo a mantenerme seria.—Cassian… —susurro su nombre, porque aunque él no lo
Me visto con lentitud frente al espejo, asegurándome de que la blusa de seda blanca suba lo suficiente para cubrir cada marca que Cassian dejó en mi cuello. No quiero preguntas, no quiero sospechas. Pues luego de la forma en que Seraphina me miró anoche. No me pienso arriesgar a más comentarios de ese tipo. Porque estaré en verdaderos problemas si a la Morticia se le ocurre decirle a Daniel algo al respecto.Me observo al espejo mientras acomodo la blusa, pero por más que me cubra por fuera, dentro de mí las marcas siguen ahí, ardiendo, grabadas con fuego. Y me siento extrañamente orgullosa de ellas.Cassian me dejó marcada. Porque soy suya, le importo.Bajo a desayunar con pasos medidos, sin saber qué esperar. Siempre he detestado los lunes, porque todo es más agitado.Al llegar al comedor me encuentro con todos sentados: Cassian en la cabecera de la mesa, Daniel a su derecha y Seraphina enfrente. Una escena perfectamente familiar… si no fuera por el infierno que arde debajo de la su
El edificio de Valmont Innovations se alza ante mí como un monumento familiar. Mi padre construyó este imperio desde sus cimientos y, como hija única, crecí entre estas paredes, aprendiendo a mantener la espalda recta, el rostro imperturbable y el corazón bien escondido. Hoy, más que nunca, necesito cada una de esas lecciones.Entro a mi oficina y me encierro con una carpeta repleta de reportes. Aunque me cuesta concentrarme. Me arden las piernas, no por dolor, sino por el recuerdo de Cassian, de su enorme m*embro embistiéndome sin tregua contra la columna de su cocina. El deseo persiste. Sucio e irremediablemente vivo.Sacudo mi cabeza y me obligo a enfocarme.Mi trabajo en el área administrativa implica que debo preparar todos los datos financieros del último trimestre, mi padre ha ordenado que revise los costos estimados de implementación y la proyección logística de Iris Connect, el proyecto en conjunto entre Valmont Innovations y Vortex Technologies del cula hace poco tengo conoci
La reunión se desarrolla con ritmo constante, aunque por momentos siento que las palabras me resbalan. Todos los presentes —los desarrolladores de ambas compañías, los directivos de Valmont Innovations, Daniel, mi padre y Cassian— parecen enfocados, hablando de plazos, avances tecnológicos y estrategias de expansión. Es, sin duda, un proyecto ambicioso. Uno que puede marcar un antes y un después en nuestras empresas. Y sin embargo, a mí me cuesta mantener la concentración. Cassian está sentado al otro lado de la mesa ovalada, hablando con voz firme, cada tanto girando levemente el rostro hacia mí. No me mira directamente, pero lo siento. Siento su presencia como si estuviera a centímetros, como si aún llevara su aliento en el cuello y sus dedos marcando mi piel. Cuando alguien menciona el uso de inteligencia artificial para optimizar sistemas de logística empresarial, yo asiento con la cabeza, pero por dentro estoy atrapada en un remolino distinto. Uno en el que todavía estoy contr
Subo al auto con Daniel y el sonido del motor de fondo casi apaga el murmullo de mis pensamientos, pero aún así no puedo evitar sentir la tensión que cuelga en el aire. A pesar de estar tan cerca de él, como siempre, hay una distancia que se alza entre nosotros. Mi mente sigue recorriendo lo que sucedió con Cassian, y la verdad, no sé cómo procesarlo. Mis pensamientos están dispersos, pero en el fondo, hay una sensación constante, como si todo lo que está pasando me superara.Y es que la presencia de Daniel me hace sentir de cierta forma cómoda, pero eso es solo un indicador más de que no me gusta. Porque por el contrario, cuando estoy con Cassian siento que todo mi cuerpo se estremece al instante.De repente, mi teléfono vibra en el bolso y frunzo el ceño al ver en la pantalla una notificación de un número desconocido, es un mensaje de texto. Lo abro para saber que dice y siento un tirón en el estómago al comprender quien envía el mensaje."Mantente alejada de las manos de Daniel. Le
Por la mañana decido desayunar en mi habitación. No tengo ánimos de ver a Seraphina. Y estoy lo suficientemente nerviosa para ver a Cassian. He dicho que necesito tranquilidad antes del viaje, que quiero concentrarme en revisar todo lo necesario para el proyecto y Daniel no pareció dudar nada porque enseguida envió a una empleada para subirme el desayuno. Pero la verdad es otra. Estoy temblando por dentro. Cada hora que pasa me acerca más a ese avión. A ese viaje. A Cassian. Me siento en el borde de la cama mientras revuelvo mi maleta abierta, tratando de mantener la mente ocupada. Pero es inútil. Sé que esta noche volamos juntos, solos. Y eso me está devorando por dentro. Escucho la puerta abrirse sin previo aviso y sonrió porque solo una persona tiene ese descaro. —¿¡Cómo que te vas de viaje con el papasote de Daniel!? —exclama Rossy entrando como un torbellino, con su melena suelta, sus labios gruesos pintados de nude y esa mirada verde pálida que siempre parece saber más