Isaac Alexander, el CEO de una compañía de inversiones en auge, se enfrasca en una rutina poco convencional. A través del ventanal de su oficina puede observar a una hermosa y sexy mujer que trabaja todos los días en el edificio de enfrente. Lo que comenzó como una rutina de platónica contemplación, se va tornando día tras día en un problema para Isaac, quien deberá ponerle solución al torrente de sensaciones que crecen en su interior cada vez que ve a la dueña de las hermosas piernas en las que desea perderse. ¿Podrá el señor Alexander hacer sus sueños realidad?
Leer másHa pasado un mes desde que Mary recuperó su libertad, y, con ella, tomó una de las decisiones más transcendentales de su vida. —Aún falta una caja —le dijo Isaac a su asistente Tom, quien, vestido con unos jeans desgastados, y un hoodie color negro, movía cajas alrededor de todo el departamento de su jefe. Tom se había ofrecido para ayudar con la mudanza de Mary al hogar del señor Alexander, quien no podía lucir más feliz al respecto. —Ven, Tom, preparé limonada —dijo ella con una sonrisa orgullosa. Desde hace más de una semana, ambos se habían convertido oficialmente en compañeros de oficina. Isaac le ofreció a su novia un trabajo provisional en su compañía, hasta que ella decidiera el rumbo que tomaría su vida profesional ahora que había renunciado a su antiguo trabajo. —Gracias, Mary. —Tom dejó junto al mesón de la cocina la última caja que bajó de la camioneta, y tomó asiento en el taburete. —De nada, espero que pronto llegue la pizza que ordené. —Fantástico, porque muero
«—¡Habla! ¡Maldita zorra mal agradecida! —gritó George Davis, colérico. El hombre mayor avanzó dos pasos y tomó a Mary por el cabello, apretando su mano en un puño. El dolor agudo hizo gritar a la mujer, a pesar de que ella hacía todo lo posible por quitarse de encima al hombre que la agredía violentamente. George Davis empujó su cuerpo contra el escritorio, y, la mano que antes sostenía su cabello se dirigió a su garganta. Mary lo observó con pánico, sus manos intentaron abofetear el rostro del hombre, pero este se las arregló para permanecer fuera de su alcance, entonces, presa de la desesperación, tanteó el escritorio en el que se hallaba aprisionada y agarró el primer objeto pesado con el que se topó; Un cenicero de cristal terminó partiéndose en dos, tras impactar contra un costado de la cabeza de su jefe. Desorientado, el hombre cayó al suelo de rodillas, y, apenas pudo gatear un par de centímetros antes de caer boca abajo inconsciente. Un nuevo tipo de terror se apoderó de
Era inevitable.Estaba enamorado.Isaac podía sentir como su corazón se aceleraba con solo observar a Mary a través de sus binoculares. —Desearía que estuvieras aquí, junto a mí, lejos de ese viejo de m****a —comentó para sí mismo, tras un suspiro pesado. El empresario necesitaba toda su fuerza de voluntad para no inmiscuirse en la vida privada y laboral de la única mujer que había conseguido robarle el corazón. Pero, cada día, esa labor se volvía más y más beligerante. George Davis le daba muy mala espina. Isaac había tenido el tiempo suficiente para superar los celos que le provocaba ver a ese sujeto junto a Mary. Y, aunque ella no hablara sobre el tema, el empresario reconocía la aversión en el hermoso rostro de su amada cada vez que se encontraba en presencia de su jefe. Isaac apretó sus manos como puños alrededor de sus binoculares, al recordar la vez que tuvo que presenciar como ambos mantenían relaciones sexuales en la oficina del Gerente.Isaac aún no reunía el coraje su
Mary bajó del ascensor junto a su jefe. La reunión en el palacio de la alcaldía había culminado hace media hora. Para la asistente del Gerente de Marketing Digital había llegado el momento de retomar sus actividades cotidianas. Fue una lástima para Mary no toparse de nuevo con la mirada de Isaac, luego de que este abandonara el gran salón con rumbo al área administrativa del palacio de la alcaldía. Lo más probable, es que este tuviera asuntos que tratar con Eric Coleman. Por otra parte, el señor Davis se hallaba bastante taciturno desde que subieron al auto e iniciaron su retorno al complejo de oficinas, por lo general, el hombre era un platicador nato, pero en esta ocasión, el silencio reinó entre ambos. —¡Mary! ¡Al fin regresas! Te anduve buscando durante toda la tarde, tengo tantas cosas que contarte —le dijo su pelirroja amiga con una sonrisa brillante, luego de que George Davis le comentara que pasaría el resto de la tarde en su oficina y que no lo interrumpiera. —Te invito
—Buenas noches, señor Alexander.Isaac volteó hacia la voz que se dirigió a él con un tono desagradable y burlón. La expresión de George Davis era una combinación de prepotencia y tirria.—Oh, es usted, señor Davis —soltó el empresario, imitando el tonillo que el jefe de Mary utilizó para dirigirse a él—. Es un gusto volver a verlo.Isaac esbozó una sonrisa lobuna. Si aquel patético Don nadie pretendía intimidarlo de alguna manera, estaba a punto de llevarse la humillación de su vida. Ver el rostro presumido de George Davis le causaba náuseas.—Lo mismo digo —comentó el de cabellera blanca en cuanto sostenía una copa de vino medio vacía. Isaac colocó ambas manos detrás de su espalda, ya que esta noche no se encontraba interesado en beber mientras era rodeado por las hienas de siempre. Él había asistido única y exclusivamente para ver como rodaban sus cabezas.Isaac prefería destapar una botella de Cabernet Sauvignon en su departamento cuando Mary llegara para cenar.El hombre mayor
—Mary, alístate, surgió un imprevisto y tenemos que presentarnos en el palacio de la alcaldía —mencionó George Davis en cuanto acomodaba los puños de su camisa. Él deambuló fuera de la oficina con su teléfono celular en la mano—. Cancela cualquier actividad en mi agenda hasta las cinco de la tarde. —¿Cuál es el motivo, señor? En su agenda hay un par de nombres que me exigirán una explicación por cancelarles sus citas de hoy. —Mary agarró su Tablet y deslizó sus dedos sobre la pantalla. George Davis tenía tres citas pendientes, todas eran compromisos reagendados debido a la agitada semana que consumió el tiempo y la atención de su jefe y el señor White. —Parece que el director de relaciones públicas no puede asistir a la reunión que convocó el alcalde. —George Davis suspiró pesado—. No puedo negarme a asistir, ya que las cosas con la junta directiva apenas comienzan a calmarse, ¿comprendes? Mary asintió, para, posteriormente, realizar un par de llamadas incómodas. Definitivamente
¿Los días eran cada vez más soleados o Mary veía la vida con más optimismo?La asistente de la Gerencia de Marketing Digital había gozado de una semana tranquila y repleta de plenitud. Dicha calma la había hecho confiarse un poco de más. Ella bajó la guardia, lo que eventualmente se convertiría en su más grande error.Mary supo que los días felices habían acabado cuando el señor White abandonó la oficina de su jefe —como cada tarde desde hace una semana— y ambos hombres se despidieron con un apretón de manos resuelto y cordial. La animosidad se había desvanecido.George Davis finalmente le había puesto fin a sus problemas con la junta directiva. El CEO y los accionistas de la compañía quedaron complacidos con la gestión del señor White, y como George Davis se mostró colaborativo durante la auditoría que le hicieron a sus gastos representativos.Durante todo este tiempo, su jefe la había evitado olímpicamente, ¿el motivo? Pues, era simple: No tenía tiempo ni ánimos para nada que no e
—Y esa es la historia de cómo mi tía me utilizó por un par de miles de dólares.Mary esbozó una sonrisa triste. Abrir su corazón frente a Isaac Alexander fue terapéutico en más de un sentido. Las horas habían trascurrido volando, pues, ninguno de los dos se dio cuenta de que ahora eran los únicos comensales en el local.Una botella de vino vacía sobre la mesa les indicó que, efectivamente, la noche estaba a punto de llegar a su fin.—Ella era la única familia que me quedaba y me abandonó sin pensárselo dos veces…El ceño de Isaac se arrugó involuntariamente. Él no podía evitar sentirse furioso y conmovido por partes iguales.—Lamento mucho escuchar eso —mencionó en un susurro cargado de pesar.Mary Adams lucia tan vulnerable como resuelta. Era obvio que la hermosa mujer que tenía frente a él ya no tenía más lágrimas que derramar por ese tema. —Y yo lamento haber arruinado la atmosfera con una historia tan deprimente.Isaac negó.—Te agradezco la confianza. —Él elevó las comisuras de
Mary estacionó su auto frente al pequeño restaurante italiano que solía frecuentar de vez en cuando junto a Emma. El lugar se especializaba en platillos caseros, ideales para una merienda luego de salir del trabajo. Aquel pequeño rincón italiano estaba lejos de ser un sitio elegante a la altura de un hombre como Isaac Alexander, pero Mary decidió enviarle la ubicación, para, entre otras cosas, evaluar qué tipo de persona era el hombre que hasta el momento la tenía fascinada. Si lo primero que el señor Alexander hiciera al ver el lugar fuera invitarla a otro sitio porque estaba muy por debajo de sus estándares, Mary comprendería que entre ambos no podría existir algo mucho más profundo que un par de revolcones casuales. Aquella sería una situación decepcionante, pero necesaria, pues, Mary creía percibir un aura sencilla tras todas esas capas de ropas elegantes. ¿Isaac Alexander era capaz de mantener algo de humildad en el fondo de su ser a pesa