—Aquí tiene la información que me pidió, jefe.
Isaac miró incrédulo la carpeta manila que su asistente dejó frente a él media hora antes de que terminara su turno.
—¿Conseguiste la nómina? —atinó a decir en cuanto ponía sus manos sobre lo único capaz de calmar sus ansias por el momento.
—Sí, una secretaria del departamento de contabilidad me facilitó la información —dijo, y esbozó una sonrisa de suficiencia que Isaac no dejó pasar por alto.
—Buen trabajo —lo felicitó, devolviéndole el gesto—. Eres tan preciso como un reloj suizo.
El empresario le echó una rápida ojeada a la carpeta, la cual parecía contener todo lo que le había solicitado a su asistente. Mientras tanto, la luz del sol empezaba a ocultarse, cubriendo de naranja todo a su paso.
—Si no necesita nada más, jefe, regresaré a mi escritorio para organizar su agenda de mañana.
—Claro, y no te preocupes, apenas termines vete a casa, yo me quedaré aquí un par de horas más.
Tom asintió, marchándose de la oficina con sus características pisadas de gato.
Isaac se acomodó en su silla y observó la primera página de la carpeta, la cual mencionaba que la compañía del séptimo piso del edificio de enfrente era una empresa subsidiaria liderada por un tal George Davis.
La mirada de halcón de Isaac se centró en las fotos del personal. Aquello era lo que más le interesaba por el momento. Pasó página por página, deteniéndose solo el tiempo suficiente en aquellas donde figuraban mujeres jóvenes, las cuales, gracias a Dios, no eran muchas.
Y… ¡Gualá!
Ahí estaba ella.
A pesar de que la foto en cuestión no mostraba más que su rostro, y el inicio de unos bonitos y redondeados pechos, Isaac estaba seguro de que se trataba de ella.
La foto mostraba a una mujer de piel exquisitamente bronceada, cuyos mechones de cabello; sedoso y negro, caían a los costados de su rostro.
Isaac relamió sus labios.
Ella era aun más hermosa de lo que esperaba.
─── ❖ ── ✦ ── ❖ ───
—Salta a la operadora… —comentó Emma con el ceño fruncido.
—Te dio un numero falso —interpretó Mary mientras masticaba un delicioso bocado de chuleta—. Vaya, quien lo diría, no se escucha para nada sospechoso —agregó con sorna.
Emma ignoró el tono irónico en las palabras de su amiga y colega, ya que había algo mucho más trascendental fastidiándole la noche.
—¿Cómo se atrevió a hacer algo así? ¿A mí? —Inquirió, señalándose a sí misma para enfatizar el nivel de absurdez—. Ningún hombre jamás me dio un número falso, eso es algo que solo le corresponde hacer a una mujer, ¿no crees?
Emma lucía consternada y furiosa.
Mary no pudo evitar soltar una pequeña carcajada, pues, su pelirroja compañera tenía un enorme ego, bastante justificado, ya que era guapa y encantadora, pero no siempre puedes gustarle a todos.
—Bueno, tampoco le des tanta importancia —le dijo, agitando su mano frente a ella, como si le estuviera restando hierro al asunto—. Hay muchos hombres en este mundo que adorarían tener tu número, él se lo pierde.
—¡Es tan humillante! —resopló con una mano sobre su frente.
—Será mejor que comas, antes de que tu cena se enfríe más —la incitó con su tenedor—. ¿Qué te parece si después de cenar pedimos unos Martinis? yo invito.
—Está bien… —soltó con un puchero.
—Déjalo, seguro estaba de incognito, por eso no podía darte su número real, ¡duh! —intentó animarla.
Emma esbozó una sonrisa de entretenimiento puro. Mary la secundó con un encogimiento de hombros.
—¿Qué? —La miró con fingida inocencia—. Sabes que tengo razón, siempre la tengo.
—Seguro… —resopló—. Aunque si lo vuelvo a ver, le daré un rodillazo en las pelotas, aunque hubiese disfrutado mucho jugar con ellas toda la noche.
—¡Emma! —soltó Mary, escandalizada—. Eres una asquerosa, ¿no ves que estoy comiendo?
La pelirroja se destornilló de risa, cosa que hizo muy feliz a Mary, al menos su amiga ya no estaba deprimida por el idiota que le dio un número de teléfono falso.
—Claaaaro, porque a ti no te gusta jugar con las bolas de un buen semental —soltó con sarcasmo.
—Cierra la boca, te van a oír —murmuró sonrojada. Por suerte, Emma no dijo aquello en voz alta—. Además, la última vez que estuve con uno de esos, fue hace tanto tiempo, que ni siquiera recuerdo cómo se siente temer sexo con alguien que realmente me gusta.
Emma chasqueó su lengua. Ella comprendía la situación de Mary, y todo lo que ella sacrificaba para sobrevivir a los acreedores.
—Por cierto, se me olvidó preguntarte; ¿Qué te dijo el señor Davis sobre mi invitación a cenar?
Mary bufó de solo recordar como su jefe le advirtió que más le valía que esta fuera la última vez que ella hiciera planes sin consultarle de antemano.
—¿Tú qué crees que me dijo ese viejo machista de m****a? —Soltó, llevándose un trozo de patata hervida a la boca—. Él quiere que le pida permiso, como si fuera mi padre…
—Ese hijo de perra —rezongó Emma, poniendo sus ojos en blanco en el proceso—. Pero ánimo, amiga, desearía decirte que tengo la solución a tus problemas, pero estamos igual de jodidas.
Emma rio entre dientes, luego, bebió un largo sorbo de limonada antes de continuar revolviendo su plato casi vacío.
—Que cruel eres —soltó Mary con ojos entornados.
—Pero es la verdad, apenas mi sueldo alcanza para algo más que no sea comida, servicios básicos y el arriendo.
Mary frunció los labios cuando un recuerdo sobre los primeros meses en los que conoció a Emma inundó su mente.
—Debiste casarte con Billy.
—Sí, justo ahora sería una feliz ama de casa, soportando a mi marido infiel —resopló con una expresión de asco en todo su rostro—. Pero, ¿Qué importa? en cuanto goce de estabilidad económica todo tiene solución. Además, siempre puedes cogerte a tu vecino de enfrente.
Mary rio por lo bajo, el tono sarcástico de la pelirroja era estimulante. Y, a pesar de que sabía que a Emma aún le afectaba el recuerdo de su ex prometido, con el que estuvo a punto de formar una familia, era genial que le quitara peso al asunto con algo de humor.
—Estás loca de remate.
—Dale, confunde mi ingenio con locura, comprendo, no voy a gastar saliva en una discusión contigo.
—Mary Adams… —murmuró Isaac para sí mismo, mientras revisaba el perfil profesional de su más extraña y nueva obsesión.Para el empresario fue una gran noticia saber que la señorita Adams era una mujer soltera. Esa información no descartaba un novio, o incluso un puñado de pretendientes, pero era un buen comienzo. Ser la asistente del Gerente de Marketing Digital era el puesto más codiciado del tipo de compañía para la que trabajaba. Aquello era bastante impresionante, y derrumbaba las esperanzas que tenía Isaac de ofrecerle un mejor empleo en su propia compañía. Él ya tenía un asistente al que no cambiaría por nada en el mundo.—Qué lástima… —soltó un suspiro teatral, mientras observaba la imagen de la hermosa mujer con anhelo—. Me hubiese encantado llegar en mi corcel blanco y salvarte de un ambiente laboral de mierda, pero parece que no necesitas mi ayuda.Isaac se recostó en su asiento, dispuesto a sumergirse en una espiral de ideas ingeniosas para acercarse a la bella Mary Adams
Isaac caminó hasta su complejo de oficinas por pura inercia. Él se hallaba perdido en sus pensamientos desde su bochornoso intento por acercarse a la bella Mary Adams. —Ella ni siquiera me miró —murmuró incrédulo para sí mismo, en cuanto era recibido por el guardia en la puerta. —Buenos días, señor Alexander —dijo atentamente aquel joven inmigrante al que todos acudían en busca de ayuda. Él era el más comedido y servicial de todos quienes tomaban ese puesto a diario—. ¿Cómo se encuentra esta mañana? —He visto días mejores, Hari —Isaac se quitó las gafas de sol color mostaza con una expresión de abatimiento—. Creo que estoy perdiendo mi toque. —¿A qué se refiere, señor? Isaac esbozó una sonrisa nostálgica, antes de sacudir su cabeza para evadir el tema. —Nada, cosas del trabajo —mintió—. Por cierto, ¿mi asistente ya llegó? Esta mañana me mandó un mensaje, dijo que llegaría media hora más tarde de lo habitual, ¿lo viste pa
Mary le echó un último vistazo a su hermoso vestido negro estilo tubo —el cual se ceñía perfectamente a sus curvas— cuando bajó del auto con su bolso de mano y una expresión de «ya me quiero ir a mi casa» en todo su rostro.Si bien la promesa de un amplio surtido de cócteles era atractiva, el hecho de que tendría que ser la acompañante de su jefe no lo era. Mary salió temprano del trabajo, para ir a su departamento y alistarse. Mientras el señor Davis, por su parte, permanecería en la oficina hasta que llegara la hora del evento. Ella estaba segura de que su jefe no tardaría en aparecer en recepción con su habitual sonrisa falsa de comercial de dentífrico.El hombre era lo suficientemente listo para detectar antes que nadie; quienes eran dignos de su desprecio, y quienes eran esos a los que debía lame
Un taciturno Isaac se juntó de nuevo con Tom, quien no lucía más animado que él luego de beber su primer trago de la noche. Ambos, de pie junto a la barra, contemplaron en silencio el ambiente del lugar. Había pequeños grupos de jóvenes esparcidos por el salón; ellos no debían ser más que los hijos de algunos empresarios que asistieron a la fiesta cóctel, los mismos que intentaban introducir a sus futuros herederos en lo más alto de la esfera social por la que tanto lucharon. Tom le ofreció un Whisky en las rocas; Isaac lo bebió con una mueca de ardor cuando las notas amaderadas de su bebida se expandieron a su nariz. Sus ojos parecían tener un solo objetivo esa noche. —Oh… jefe, ese es el Gerente de Marketing Digital encargado de la compañía que me pidió que investigara —mencionó Tom tras notar la trayectoria de la mirada asesina del empresario—. ¿No irá a hablar con él? —¿Por qué querría hacer algo así? Isaac elevó su bar
Isaac se dejó caer en su sofá apenas cruzó la puerta de su departamento. La fiesta cóctel había acabado con un bonito discurso por parte del alcalde.Él reconoció las valiosas contribuciones a la sociedad que —hombres como los que se encontraban reunidos en esa sala— hacían año tras año para mejorar la calidad de vida de los más desafortunados. Patrañas.Todo comenzaba y culminaba con los intereses económicos de los bastardos egoístas que alzaban sus copas con una sonrisa en los labios. Pues, jamás conseguirías cambiar el mundo si no te involucras lo suficiente en el proceso. Así que, ¿por qué no centrarse en las personas que orbitan a su alrededor, antes que firmar mes a mes un escueto cheque con destino incierto?Isaac era consciente de los problemas personales en los que podría hallarse alguna de las personas que trabajaban bajo su cargo, es por esto, que un año después de inaugurar su compañía, armó un pequeño departamento especial, que tendría como único propósito el lidiar con
Emma Maslany resopló audiblemente apenas puso un pie en el asfalto. Su taxista era un hombre mayor que conducía a la velocidad de una tortuga con muletas.«¡Que exasperante!» La disgustada pelirroja miró el reloj en su muñeca y ahogó un grito de horror cuando se percató de la hora. Ya iba con más de cinco minutos de retraso.—Ay, no puede ser… —se apresuró con sus tacones haciendo estruendo con cada pisada hacia la entrada del complejo de oficinas.Que su día comenzara de esta manera no era un buen presagio.Antes de cruzar por la puerta, revisó su bolso en busca de un espejo de mano. Emma inspeccionó su apariencia con detenimiento antes de dar un paso más. No había manera de que llegara a la oficina luciendo como el desastre que era realmente.—Hay que guardar las apariencias —murmuró para sí misma, antes de ver a través del diminuto espejo con forma de corazón algo que la dejó perpleja—. ¿Pero qué demonios...?Los ojos marrones de Emma se abrieron de par en par en cuanto se girab
—¿Dónde estás? —Murmura Isaac para sí mismo, mientras sostiene contra su rostro los binoculares más potentes que pudo encontrar el fin de semana luego de una visita al centro comercial—. Ya debiste haber llegado, vamos, no puedo esperar a ver tu reacción cuando las veas. Isaac apuntó su vista al repartidor que se encontraba sentado en la sala de espera. Este sostenía un hermoso ramo de rosas rojas. El empresario había sido muy específico al solicitarle a la florería que el obsequio fuera entregado en las manos de la bella señorita Adams. Y quizás, la encargada de agendar las entregas lo miró raro cuando Isaac le dijo específicamente; que el repartidor debía ponerse de pie frente a los ventanales de la sala de espera junto al ascensor, y, sutilmente, debía girar su cuerpo cuarenta y cinco grados a la derecha al momento de entregar el presente. Isaac necesitaba tener una perfecta visión del rostro de Mary al momento de recibir las rosas, las cuales llevaban consigo una tarjeta con su
Actualidad. Todo nos trajo hasta este punto… Isaac observó su mano vendada con una mueca de disgusto. Aquella herida era un recordatorio constante de porqué ya no era una buena idea espiar a Mary Adams como lo venía haciendo desde hace un tiempo atrás. El empresario hizo su mejor esfuerzo por dejar de lado las imágenes que carcomían su mente. Ver a la mujer que tanto anhelaba siendo follada por otro hería su orgullo de hombre. Pero, en el fondo, él sabía que no podía juzgar la libertad sexual de una mujer joven y soltera. Él mismo se había beneficiado de la lujuria de muchas como para comportarse como un cretino ahora. Isaac se rio de sí mismo mientras humedecía sus labios con whisky. Se sintió tentado de beberse la botella durante todo el trayecto de la tarde, pero eso no haría más que ponerlo de un humor peligroso para cualquiera que se acercara a su oficina. Era el jefe de esta com