11. Flores y espinas

—¿Dónde estás? —Murmura Isaac para sí mismo, mientras sostiene contra su rostro los binoculares más potentes que pudo encontrar el fin de semana luego de una visita al centro comercial—. Ya debiste haber llegado, vamos, no puedo esperar a ver tu reacción cuando las veas.

Isaac apuntó su vista al repartidor que se encontraba sentado en la sala de espera. Este sostenía un hermoso ramo de rosas rojas.

El empresario había sido muy específico al solicitarle a la florería que el obsequio fuera entregado en las manos de la bella señorita Adams. Y quizás, la encargada de agendar las entregas lo miró raro cuando Isaac le dijo específicamente; que el repartidor debía ponerse de pie frente a los ventanales de la sala de espera junto al ascensor, y, sutilmente, debía girar su cuerpo cuarenta y cinco grados a la derecha al momento de entregar el presente.

Isaac necesitaba tener una perfecta visión del rostro de Mary al momento de recibir las rosas, las cuales llevaban consigo una tarjeta con su
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