14. Piel contra piel

Mary molió sus caderas sobre la dureza bajo los pantalones de Isaac Alexander. La urgencia en sus movimientos, junto con la mirada desesperada en sus bonitos ojos color miel, lo hicieron ronronear como un gato.

Ella lo deseaba.

Anhelaba que la hiciera suya.

Y él era un simple manojo de tensión sexual dispuesto a elevarla hasta las estrellas sin un ápice de vergüenza o duda.

La mano buena de Isaac se deslizó sobre el costado de su muslo, abriéndose un camino lento y tortuoso por debajo de la falda de la hermosa mujer que lo besaba con ardor. El empresario deseó contar con su mano derecha en un momento tan crucial como este, pero no tuvo más remedio que adaptarse a la situación, o morir por un grave mal de bolas azules.

Mary se apartó de su boca y comenzó a desabotonar su elegante blusa de trabajo con dedos ansiosos. Isaac no perdió la oportunidad para acariciar uno de sus senos sobre el sujetador que apenas contenía unos hermosos pechos grandes

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