Capítulo 43

El aire de Portovenere estaba impregnado del aroma a sal y a pólvora que aún parecía flotar tras la batalla final contra Ferri y Bella. Aunque las heridas físicas comenzaban a sanar, las emocionales seguían latentes. Había un peso en mi pecho, uno que me recordaba lo cerca que habíamos estado de perderlo todo.

Luciano, con vendas aún visibles en sus brazos y una sombra de agotamiento en su rostro, se mantenía cerca de mí. Nos habíamos refugiado temporalmente en una pequeña casa costera que Bruno había asegurado, un lugar sencillo, pero suficiente para descansar tras la tormenta.

Esa noche, sin embargo, la paz fue rota por un dolor repentino que me recorrió como un relámpago. Al principio pensé que era el estrés acumulado, pero cuando el segundo calambre llegó, supe que esto era algo diferente. Algo más profundo.

—Luciano —murmuré, agarrándome del borde de la mesa.

Él se giró inmediatamente, su rostro pasando de la calma a la alarma en un instante.

—¿Qué sucede? ¿Estás bien?

—No lo sé.
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