Capítulo 38

Nos dirigimos al lugar donde, según Ludovico, Vittoria Allegri se estaba hospedando. Era un hotel lujoso en las afueras de la ciudad, discreto, pero demasiado ostentoso para no llamar la atención en ciertos círculos.

Luciano iba al volante, con la mandíbula apretada y los ojos clavados en el camino. Yo estaba sentada a su lado, sintiendo el peso de su tensión como una nube que se cernía sobre nosotros. Ludovico y Bruno venían en otro auto, escoltándonos.

—Luciano —dije suavemente, intentando romper el hielo—. ¿Qué planeas hacer cuando la encuentres?

—Depende de cómo coopere —respondió sin mirarme, su voz cargada de determinación—. Si está dispuesta a hablar, la mantendremos con vida. Si no...

No terminó la frase, pero no necesitaba hacerlo. Conocía demasiado bien cómo resolvía Luciano las cosas.

—Y si hay una manera de convencerla sin recurrir a la violencia, ¿estarías dispuesto a escuchar?

Él finalmente giró la cabeza hacia mí, con una ceja levantada.

—¿Qué estás sugiriendo?

—Vittori
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