Capítulo 39

El ambiente en la sala era tan tenso que parecía que el aire pesaba. La mirada cortante de Luciano y el tono de su voz hicieron que incluso Ludovico, siempre tan seguro de sí mismo, dudara un segundo antes de responder.

—Horas. Si no menos —respondió Ludovico, dejando caer el teléfono sobre la mesa con un golpe seco.

Luciano lo tomó y lo leyó en silencio. Me acerqué, sin poder evitarlo, para leer por encima de su hombro. El mensaje era breve, pero dejaba claro que Ferri no era un hombre que aceptara desafíos sin responder:

"Devuélveme lo que es mío, Montecristo. O asegúrate de que sea la última vez que puedas respirar para enfrentarte a mí."

Mis ojos se detuvieron en la última palabra. Respirar. No había margen para la interpretación: Ferri no amenazaba, sentenciaba.

—Ferri no pierde el tiempo —comentó Vittoria desde el sofá, con los brazos cruzados y esa máscara de indiferencia que me irritaba más de lo que quería admitir. Había algo en su postura que siempre sugería que sabía más de
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