Capítulo 36

El jardín quedó en un silencio inquietante tras el último disparo. El cuerpo de Alaya se desplomó como una muñeca rota, y con ella, algo esencial en Bianca parecía haberse quebrado. Su llanto era desgarrador, resonando en un aire ya cargado de tensión.

Bruno la abrazaba con fuerza y con sus palabras intentando consolarla:

—Lo siento, Bianca... No pude detenerlo.

Pero ella se retorcía entre sus brazos, golpeándolo débilmente, como si el contacto físico la quemara.

—¡Tú no entiendes! Era mi hermana... Mi sangre... ¡Luciano no tenía derecho!

Luciano, aún con el arma en la mano, se giró lentamente hacia Bianca. Su rostro era una máscara de acero, pero sus ojos revelaban una culpa que intentaba esconder.

—Hice lo que debía hacer para protegernos. No me arrepiento.

Bianca lo fulminó con la mirada, las lágrimas cayendo sin cesar.

—Te has convertido en un monstruo, Luciano. Igual que todos los demás.

—Siempre he sido uno Bianca, pero por mi familia incluso me volvería el diablo ante quien sea
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