Capítulo 6

En estos momentos solo quería deshacerme de estos tacones que me traían muerta del cansancio e irme a mi habitación a descansar.

Había perdido el hilo de cuantos martinis me había tomado, pero en estos momentos me encontraba un poco mareada y era suficiente para saber que ellos ya habían echo efecto en mi.

—¿Sabes dónde estará Luciano? —Le pregunto a Bianca a mi lado —. Ya me quiero ir a mi habitación a descansar, estoy muerta.

—Hace un rato le vi ir a las galeras junto a Ludovico.

—Iré por él.

—No te dejarán pasar, allí no entra nadie sin su autorización.

—Pues eso era hasta hoy.

Termino de tomarme el último sorbo de mi copa, camino por el jardín  en dirección a las dichosas galeras.

Al llegar veo a algunos hombres reunidos en la entrada, entre ellos a los dos girolas que había puesto en mi habitación esta tarde, al verme acercarme todos giran a mi dirección.

—No puede pasar , es área restringida —Dice uno de ellos —. Debe volver a la fiesta señorita.

—Háganse a un lado o juro que el berrinche que haré será tan grande que Luciano no dudará en deshacerse de ustedes si se lo pido.

—Es la mujer del patrón —Me giro al escuchar a Bianca —. Déjenla pasar o en problema será muy serio para ustedes.

Se miran entre ellos y se hacen a un lado dejándome pasar .

—Recto hasta el fondo, allí se encuentra el señor.

Responde uno de ellos, palmeó su hombro y entró a la galera siguiendo sus indicaciones.

Al llegar fondo veo la puerta, escucho voces, abro la puerta y al entrar lo veo sentado a la cabeza de la mesa.

Me mira con asombro al igual que su amigo, soy unos pasos y me detengo al mis ojos caer en uno de los hombres en la habitación.

"Antonio"

—Katrina —Musita levantándose de la silla —. ¿Qué chingado haces aquí?

Siento como mi cuerpo se eriza ante el miedo al ver como se levanta rápidamente de la silla caminando a mi dirección.

—¡Maldita mujerzuela! —Me jala fuertemente del brazo —. Tarde o temprano te encontraría.

Escucho como retiran el seguro de un arma y apuntan a su dirección.

—Es mejor que retires tus manos de mi mujer —Espeta sereno Luciano—. O juro que no respondo.

Los hombres de Antonio apuntan a su dirección y los de Luciano a la de él, la puerta se abre entrando los que se encontraban afuera apuntando también a ellos.

Antonio luce rojo del coraje, lentamente me suelta y rápidamente me acerco a Luciano quien me sujeta por la cintura.

—Ella no puede ser tú mujer, apenas hace unos días escapó de mi lado huyendo a...

—Polonia —Lo interrumpe —. Lo sé, allí la encontré , allí la hice mía y desde entonces es mi mujer.

Lo miro fijamente y su mirada luce firme ante Antonio. Lo que le decía era total mentira, pero lo hacía para hacerlo enojar aún más.

Ahora entendía que todo se trataba de una venganza contra Antonio, lo que debía averiguar era el porque de su venganza.

—Es mi mujer Montecristo, no puedes arrebatarle la mujer a él narcotraficante más importante de México cabron.

—Yo no le arrebate nada a nadie , ella era libre cuando la hice mía y cuando la tome como mi mujer —Responde demandante —. No puedes venir a Italia y tratar de tomar a la mujer del mafioso más poderoso de esta región.

—Katrina...—Musita Antonio a mi dirección.

Lo miro fijamente unos segundos, observo a Luciano y sin pensarlo dos veces me acerco a él besándolo de manera demandante, no duda en responderme el beso y siento como mi cuerpo se eriza ante su tacto.

Nos separamos por falta de aire mirándonos fijamente unos segundos , miro nuevamente a Antonio y le sonrió.

—Soy la mujer de un hombre mucho más importante que tú Antonio y no hay nada que puedas hacer sobre ello.

—Juro que me las pagarás m*****a traicionera —Espeta furioso —. Juro que me vengare de ti y me las pagarás muy caro.

—Esta reunión a acabado —Musita Ludovico —. Hora de irse.

Este me toma de la mano y me saca prácticamente arrastras de allí seguidos por al algunos de sus hombres.

Me lleva directamente a la casa ignorando a los presentes en el jardín, subimos las escaleras y vamos directamente a la que es mi habitación.

Cierra la puerta de un portazo y me suelta de manera brusca.

—¿Qué diablos fuiste a buscar allá?

—Te andaba buscando para decirte que me quería retirar de tu aburrida reunión —Masajeo mi muñeca —. Yo no sabía que Antonio estaría allí y mucho menos que sucedería eso.

—¿Cómo pasaste si mis hombres tienen órdenes de no dejar pasar a nadie?

—Les dije que era tu mujer —Respondo sincera —. Solo les tuve que decir eso para que no dietaran en dejarme pasar.

—No eres mi mujer —Espeta —. Al menos no todavía.

—¿Y porque me presentas como tal ?

—Porque lo eres —Se acerca a mi —. Pero para que lo seas del todo falta una cosa aún.

—¿Qué hace falta?

—Hacerte mía.

Ahora es él quien toma de manera demandante mis labios, sus manos desgarran mi vestido por completo dejándome solamente en bragas.

Retrocedemos hasta caer en la cama, se retira su camisa dejando a mi vista su trabajando abdomen ; abre mis piernas colándose en medio de ellas y toma con sus manos mis senos llevándolo uno a uno a su boca chupándolos haciéndome arquear mi cuerpo de placer .

Sus manos bajan tomando mis bragas y rompiéndolas de igual forma, sus dedos viajan directamente a mi feminidad entrando en ella haciéndome soltar un jadeo.

Su boca toca con ferocidad nuevamente la mía mientras me masturba y me hace sentir extasiada.

—Estas muy húmeda —Muerde la comisura de mis labios —. M*****a sea mujer .

Saca sus dedos de mi, escucho como suelta su cinturón deshaciéndose de él , con una de sus manos junta mis muñecas y la envuelve con su cinturón atándolas llevándolas sobre mi cabeza.

Me mira fijamente y suelto un gemido al sentir como entra en mi de una sola estocada ; me sujeta por el cuello sin ejercer presión y empieza a moverse de manera lenta y profunda haciendo que llene la habitación de gemidos .

Mi cuerpo se encuentra a su máxima capacidad de placer por primera vez, ver en sus ojos el mismo placer hace que me sienta aún más extasiada.

Mi vientre se contrae y mi vagina empieza a palpitar haciéndome soltar un último gemido.

Se sigue moviendo hasta soltar un último jadeo cayendo a mi lado en la cama.

—Ahora eres mi mujer y nadie te arrebatará de mi lado...

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