Aitana Ferrer y Nicolás Valverde parecían tener el matrimonio perfecto. Nicolás, el hombre más rico y respetado de la ciudad, y Aitana, una mujer dulce y encantadora, conformaban una pareja envidiada por todos. Lo que nadie sabía era que su matrimonio estaba basado en una mentira. Nicolás no la amaba. Se había casado con ella solo para cumplir el último deseo de su padre, sin conocer el secreto que ocultaba el verdadero origen de Aitana. Pero el regreso de Valeria Montenegro, un amor del pasado de Nicolás, lo cambió todo. En la noche de su primer aniversario de bodas, mientras Aitana esperaba darle una noticia que cambiaría sus vidas para siempre, recibe en su lugar los papeles de divorcio de manos del asistente de Nicolás. Esa noche, el futuro de Aitana se desmorona, pero lo que Nicolás aún no sabe es que Aitana guarda un secreto que podría cambiarlo todo: está embarazada. Esta es una historia de traición, secretos y segundas oportunidades, donde el destino de dos almas unidas por un juramento se verá marcado por la verdad oculta tras sus orígenes y las decisiones que tomen en el camino.
Leer másMientras luchaban, la tensión en la sala alcanzó su punto máximo. Los hombres de Espectro se movían en sincronía, coordinando ataques desde múltiples direcciones, mientras Nicolás intentaba mantener la ventaja. Sin embargo, el Espectro parecía tener una ventaja estratégica, anticipando los movimientos de Nicolás con una precisión que lo dejaba sin opciones.—Has cambiado, Valverde —dijo el Espectro mientras esquivaba un disparo—. Has pasado de ser un líder ambicioso a un hombre obsesionado con destruir lo que alguna vez construiste.—No he cambiado —respondió Nicolás con furia—. Solo he visto la verdad. La verdad de que todo lo que haces es oprimir y controlar. No voy a dejar que continues.En un movimiento rápido, el Espectro lanzó una granada hacia Nicolás, quien apenas logró esquivarla antes de que explotara, llenando la sala de humo y polvo. La visibilidad se redujo drásticamente, y ambos hombres se encontraron luchando en la oscuridad, tratando de localizar al otro.Nicolás, apro
El amanecer comenzaba a teñir el horizonte con tonos rojizos y anaranjados cuando Nicolás y Ricardo regresaron al almacén secreto. Las primeras luces del día apenas iluminaban el lugar, pero la tensión en el aire era palpable. Los papeles con la información sobre el “Espectro” estaban cuidadosamente dispersos sobre la mesa, una red de conexiones que prometía revelar la verdadera cara de sus enemigos.Ricardo se acercó a Nicolás, su rostro reflejando la gravedad de la situación.—Tenemos que movernos rápido, Nicolás —dijo, señalando las coordenadas y nombres que habían obtenido de Elías—. El Espectro está consciente de que estamos buscando su identidad. Probablemente ya está reforzando sus defensas y moviendo sus piezas.Nicolás asintió, sus ojos fijos en los papeles. Sabía que cada segundo contaba y que cualquier retraso podría significar su fin.—Organizaremos una operación doble. Mientras tú y tu equipo interceptan a los contactos de Espectro en el puerto, yo me infiltraré en su bas
Nicolás abandonó el edificio con el peso de la conversación aún retumbando en su mente. Sentía el filo de una nueva batalla y la tensión de un juego en el que, por primera vez, sus adversarios mostraban rastros de interés genuino en neutralizarlo. Las amenazas en los ojos del hombre que acababa de ver le habían dejado claro que sus enemigos ya no eran simplemente figuras en la sombra; ahora, los líderes de la Red estaban moviendo piezas.La noche había caído por completo cuando Nicolás llegó a su refugio temporal, un ático sin muebles, cuya única compañía eran las luces de la ciudad titilando a través de las ventanas sucias. Sabía que no podía quedarse quieto, y las palabras del hombre resonaban una y otra vez: *“Una vez que cruce este umbral, no habrá retorno.”* Pero, para Nicolás, ya no existía posibilidad de retorno, no después de todo lo que había perdido.Estaba revisando los informes de sus movimientos recientes cuando un sonido suave en la puerta captó su atención. Sacó su arma
La explosión que Nicolás había provocado había desatado una reacción en cadena, una de la cual se nutría su propósito. En los días siguientes, el eco de aquel ataque se propagó por las calles, alcanzando oídos en todas partes. Las sombras comenzaron a moverse en respuesta, y los informes llegaban cada vez con más frecuencia, detallando cambios en los patrones de los enemigos y el pánico que empezaba a cundir entre los miembros menos importantes de la red. Sin embargo, lo que Nicolás ansiaba era una señal de sus líderes, algo que le revelara más sobre quién controlaba el juego desde las sombras.Esa mañana, Nicolás y Ricardo se reunieron en un almacén alejado, uno de los pocos lugares que aún consideraban seguros. El ambiente era denso y cargado de tensión; los informes sobre nuevos movimientos de sus enemigos los mantenían alerta y en constante espera de lo inevitable. Nicolás repasaba con Ricardo las rutas de escape y las localizaciones de las personas clave cuando uno de sus hombres
Nicolás sabía que la última batalla apenas había dejado una muestra del caos que se aproximaba. A pesar de haber logrado escapar con Olivares, la noche le había revelado el verdadero alcance del poder de sus enemigos. La red que los rodeaba era más amplia y profunda de lo que había imaginado, una red construida con paciencia y determinación, tejida en la sombra por manos expertas.Esa mañana, Nicolás y Ricardo se encontraban en un almacén secreto, uno de los pocos lugares que consideraba seguro. El lugar estaba rodeado de altos muros y custodiado por un equipo de seguridad en el que podía confiar, aunque cada vez sentía que confiar en alguien era un lujo que no podía permitirse. Las sombras estaban más cerca de lo que nunca habían estado, y la desesperación por el control empezaba a llevarlo a terrenos que jamás pensó que pisaría.Ricardo revisaba un mapa de la ciudad, sobre el que había señalado los puntos donde se sospechaba que los enemigos de Nicolás operaban. Los rostros de sus a
El día comenzaba a amanecer cuando Nicolás y Ricardo abandonaron la bodega donde habían dejado a Mendoza. Con cada paso que daban, Nicolás sentía la determinación encenderse en él. La traición que acababa de descubrir dejaba al descubierto una red de mentiras que había permanecido oculta por años. Alguien, alguien que consideraba cercano, había orquestado cada uno de los movimientos que lo habían conducido hasta ese punto.Ricardo lo miró mientras caminaban de regreso al vehículo.—¿Y ahora qué sigue, jefe? —preguntó con voz grave—. Tenemos la información de Mendoza, pero... no hay manera de saber qué tan lejos llega esto.Nicolás se detuvo y observó el amanecer, sus ojos oscuros reflejando la tenue luz. El cansancio en su rostro parecía disiparse, reemplazado por una intensidad que Ricardo no había visto en él en mucho tiempo.—Ahora seguimos el rastro —respondió Nicolás, su voz cargada de firmeza—. Si Mendoza dijo la verdad, entonces esta persona tiene más aliados de los que imaginá
La noche era pesada y silenciosa, rota solo por el leve eco de sus pasos mientras Nicolás y Ricardo avanzaban por los callejones oscuros y estrechos que rodeaban el almacén. La adrenalina comenzaba a disiparse, dejando espacio para la fatiga y el dolor que, hasta ese momento, Nicolás había logrado ignorar. La herida en su abdomen sangraba, y aunque no había tiempo para evaluarla, el ardor le recordaba que su cuerpo estaba al límite. Aun así, su mente seguía enfocada en un solo objetivo: no detenerse hasta desenmascarar a quien estaba detrás de esta emboscada.Ricardo lo observó con preocupación al notar cómo su jefe se tambaleaba.—Jefe… esa herida… tenemos que atenderla antes de que pierda más sangre —dijo en un tono grave—. No llegará muy lejos si seguimos así.Nicolás apretó los dientes, decidido a no mostrar debilidad.—No importa… Hemos pasado por cosas peores. Pero… tienes razón. Busquemos un lugar seguro. Ya han visto que no soy tan fácil de eliminar —respondió, mientras apoyab
Las explosiones aún resonaban en los oídos de Nicolás mientras él y Ricardo se refugiaban tras una pila de escombros en un intento por ocultarse del avance implacable de los atacantes. La adrenalina corría por sus venas, y en el caos, cada segundo parecía durar una eternidad. Podía oír el sonido de pasos acercándose y voces bajas que intercambiaban órdenes. Era evidente que este grupo estaba coordinado y bien entrenado, como si hubieran estado preparándose para esta misma situación desde hacía mucho tiempo.—No se van a detener —murmuró Ricardo, limpiando la sangre de un corte en la frente con la manga de su chaqueta—. Están aquí para acabar contigo, jefe.Nicolás asintió, endureciendo la expresión mientras revisaba su pistola. Apenas le quedaban balas, y el camino de regreso al auto estaba bloqueado. Estaban atrapados, rodeados como animales acorralados.—Lo sé, Ricardo —respondió con voz firme, aunque por dentro se sentía cada vez más en la cuerda floja—. Pero no vamos a rendirnos.
El escape apenas les había dado respiro. Nicolás sentía la herida en su hombro arder y le costaba mantener la compostura mientras Ricardo lo ayudaba a mantenerse de pie. Tras un rato de caminar por callejones oscuros y evitar patrullas, llegaron a un edificio abandonado que Ricardo había asegurado como refugio temporal. Nicolás se dejó caer contra una pared, jadeando, mientras Ricardo revisaba sus alrededores.—Es seguro aquí, jefe —dijo Ricardo, aún con preocupación en la mirada mientras observaba la sangre en el hombro de Nicolás—. Pero esa herida necesita atención.—No tenemos tiempo para eso —respondió Nicolás con una voz ronca pero firme, a pesar del dolor. Se forzó a mantenerse erguido, sus ojos oscuros y enfocados—. Ese hombre… él sabe algo. Y quiere que yo también lo sepa, de la peor manera posible.Ricardo lo observó con una mezcla de inquietud y lealtad.—¿Quién era? ¿Tienes idea de por qué parece tan decidido a destruirte?Nicolás cerró los ojos por un momento, recordando e