Al salir de la tienda, Aitana sentía una mezcla de emociones que oscilaban entre la victoria y el nerviosismo. Había manejado bien la situación con Valeria, pero las inseguridades y dudas aún pesaban sobre su corazón. Apenas había dado unos pasos por el centro comercial cuando, distraída por sus pensamientos, chocó de lleno contra alguien.
El impacto hizo que la bolsa que llevaba en la mano se deslizara y cayera al suelo, haciendo que la lujosa caja que contenía la joya rodara un par de metros. Aitana se agachó rápidamente para recogerla, pero alguien más fue más rápido.
—Déjame ayudarte —dijo una voz grave que inmediatamente reconoció.
Al levantar la mirada, se encontró con los ojos oscuros y fríos de Nicolás , su exesposo. Su expresión era de sorpresa, pero también de algo más... algo que Aitana no supo identificar al principio. Nicolás sostuvo la caja en su mano por un momento, como si evaluara su peso y su contenido antes de devolvérsela.
—Vaya... —murmuró con una sonrisa cínica—. Parece que te va bien, Aitana.
Aitana tomó la caja sin decir nada al principio. La presencia de Nicolás la perturbaba más de lo que quería admitir. No esperaba verlo, y mucho menos en este lugar. Su mente se aceleró, intentando descifrar sus intenciones, pero su rostro era impenetrable.
—Gracias —dijo al fin, intentando sonar tranquila.
Nicolás , sin embargo, no estaba dispuesto a dejarlo ahí. Su mirada se desvió hacia la bolsa de la joyería y luego volvió a los ojos de Aitana, ahora con un brillo inquisitivo.
—Esa joya que llevas... —continuó con un tono calculador—. ¿Cuánto costaba? ¿Dos millones, tal vez más? Siempre tuviste gustos caros, pero después del divorcio, pensé que las cosas cambiarían para ti.
Aitana sintió que sus palabras llevaban una carga implícita de sospecha y juicio. Nicolás nunca le había dado un centavo en el divorcio, y eso lo sabía muy bien. ¿Cómo era posible que ella se permitiera una joya tan costosa? La idea cruzó su mente como un rayo: él creía que había otro hombre en su vida, alguien que la estaba manteniendo.
—Lo que compre o no compre ya no es asunto tuyo, Nicolás —respondió con una firmeza que no sentía del todo, pero que necesitaba mostrar.
Nicolás la observó detenidamente, sus ojos escudriñando cada uno de sus movimientos, buscando pistas. Los recuerdos de la noche en que Aitana había dejado la casa volvieron a su mente. Los regalos lujosos que había encontrado en la puerta de su mansión la misma noche en que se marchó. Su equipo de seguridad le había informado que varios vehículos elegantes la habían recogido. Todo eso se unía en su mente en un patrón que él no podía ignorar.
"Un amante", pensó. "Eso es lo que ha tenido todo este tiempo." La idea lo llenó de una mezcla de ira y celos, aunque él había sido quien la había dejado, quien había roto el matrimonio. Había algo en saber que Aitana podría haber encontrado consuelo en otro hombre que le revolvía el estómago.
—Así que... ¿Es eso lo que ha estado pasando? —preguntó, casi con desdén—. Encontraste a alguien que te financie, ¿verdad? Eso explica los regalos y los coches que vinieron por ti. Todo encaja.
Aitana lo miró con incredulidad. ¿Cómo podía Nicolás sacar esas conclusiones tan precipitadas? No tenía idea de lo que había sucedido realmente, y, sin embargo, estaba tan convencido de que ella había hecho lo mismo que él: buscar consuelo en otro.
—Nicolás , no tienes ni idea de lo que estás diciendo —dijo con calma, aunque su corazón latía con fuerza en su pecho—. Lo que pasó entre nosotros no tiene nada que ver con lo que soy ahora.
Nicolás la interrumpió, avanzando un paso hacia ella, sus ojos llenos de desafío.
—¿Ah, no? Entonces explícame cómo, después de que te dejé sin un centavo, puedes permitirte esto. ¿Acaso crees que soy estúpido, Aitana?
La acusación era clara, y por un momento, Aitana sintió que las palabras se le atascaban en la garganta. Sabía que Nicolás nunca entendería la verdad, no en el estado en el que estaba. No podía revelarle la existencia de la familia Alarcón, no sin poner en riesgo todo lo que ellos estaban intentando proteger. Así que solo quedaba una opción: mantener la calma y dejar que pensara lo que quisiera.
—Lo que creas o no, ya no es asunto mío —respondió al fin, su voz más fuerte de lo que esperaba—. Te dejé porque era lo mejor para los dos. Ya no tienes poder sobre mí, Nicolás .
Sus palabras resonaron en el aire entre ellos, y por un instante, el rostro de Nicolás mostró una mezcla de sorpresa y frustración. No esperaba esa fuerza en Aitana, no después de lo que había pasado. Pero antes de que pudiera replicar, una voz detrás de él interrumpió la tensión.
—¿Señora Ferrer? —Era uno de los guardaespaldas que la familia Alarcón había asignado a Aitana. Había estado observándola desde una distancia prudente, pero al ver la confrontación con Nicolás , decidió intervenir—. El auto está listo.
Nicolás miró al guardaespaldas con una expresión de confusión y luego volvió a mirar a Aitana.
—¿Ahora tienes guardaespaldas? —preguntó, su tono cargado de incredulidad—. ¿Quién demonios eres ahora?
Aitana lo observó por un momento antes de tomar la decisión de no darle ninguna respuesta. Sin decir una palabra más, se giró y caminó hacia el coche que la esperaba, dejando a Nicolás parado en medio del centro comercial, con más preguntas que respuestas.
Mientras el coche arrancaba y se alejaba, Aitana sintió una oleada de alivio y tristeza al mismo tiempo. Había logrado mantener la compostura frente a Nicolás, pero la verdad era que las palabras de él habían despertado miedos y dudas que aún residían en su interior. ¿Cómo podría mantener esta fachada por mucho tiempo? ¿Qué sucedería cuando la verdad finalmente saliera a la luz?
Aitana miró por la ventana mientras las calles de la ciudad pasaban a toda velocidad. Sabía que este era solo el comienzo de un juego peligroso, uno en el que tenía que protegerse a sí misma y a su hijo. No podía permitirse caer en las trampas del pasado ni en las suposiciones de los demás. Ahora, más que nunca, debía ser fuerte.
Pero, en su corazón, también sabía que la lucha apenas estaba comenzando.
Nicolás quedó inmóvil por un momento, observando cómo Aitana se alejaba con su guardaespaldas. Su mente aún intentaba procesar lo que acababa de suceder. Esa joya costaba más de lo que él había imaginado, y ella había logrado comprarla, incluso después de que él se aseguró de que no tendría acceso a ninguna de sus cuentas. ¿Cómo era posible? ¿De dónde había sacado tanto dinero?Un pensamiento inquietante comenzó a formarse en su mente. Las pistas estaban todas ahí: los vehículos lujosos, los regalos caros, la tarjeta de crédito que Aitana había usado. Todo apuntaba a algo... o a alguien. Aitana no podría haberlo hecho sola. Tenía que estar con alguien, alguien poderoso y rico. Alguien que la estuviera manteniendo.Nicolás se dirigió a la tienda de joyas, con el ceño fruncido y la determinación quemando en sus venas. Al entrar, el aroma a cuero y terciopelo lo envolvió. Era un lugar exclusivo, reservado solo para aquellos con acceso a fortunas considerables. Se acercó al mostrador dond
El informe llegó a manos de Nicolás Valverde tres días antes del aniversario de la familia Alarcón. Había estado obsesionado con la conexión entre Aitana y esa poderosa familia desde el día en que la vio con aquella joya costosa, y no había dejado de investigar. Ahora, con el informe en sus manos, sus sospechas crecían. No había un heredero joven en los Alarcón, lo que sólo reforzaba su teoría: Aitana debía estar involucrada con algún miembro mayor de la familia para asegurar su bienestar. ¿Había caído tan bajo?La noche del aniversario de los Alarcón llegó, y la ciudad se preparaba para uno de los eventos más exclusivos del año. Sólo los hombres y mujeres más influyentes estaban invitados, y Nicolás, con su posición privilegiada, no podía faltar. Decidió asistir con un único propósito: descubrir la verdad sobre Aitana y su relación con los Alarcón. Algo dentro de él lo impulsaba, una mezcla de celos y orgullo herido que no podía ignorar.El evento se celebraba en la mansión Alarcón,
Los días posteriores a la fiesta del aniversario en la mansión Alarcón fueron una tormenta silenciosa para Nicolás Valverde. La rabia que había sentido en la fiesta aún lo consumía, pero debajo de su furia latía una creciente preocupación. Algo más profundo estaba ocurriendo, y no podía ignorarlo.Había comenzado con rumores sutiles en los pasillos de su empresa. Los socios y contactos con los que había trabajado durante años empezaron a ser más esquivos. Llamadas importantes se postergaban, reuniones se cancelaban sin explicaciones, y propuestas de negocios que parecían seguras se desvanecían como humo. Al principio, Nicolás pensó que era una simple coincidencia, una racha de mala suerte. Pero cuando los problemas se intensificaron, comprendió que algo más siniestro estaba sucediendo.La confirmación llegó en la forma de un correo electrónico breve y directo de uno de sus socios más antiguos: “Lo siento, Nicolás, pero no podemos continuar trabajando contigo. Las circunstancias han ca
Valeria caminaba por los pasillos de la clínica con la elegancia y el aire de autoridad que siempre la acompañaban. La clínica era de las más exclusivas de la ciudad, un lugar al que solo las élites podían acceder. Estaba allí para hacerse unos exámenes rutinarios, pero su mente ya estaba en la fiesta de la noche siguiente, repasando los detalles de su atuendo, las personas con las que debía hablar, las alianzas que debía fortalecer.Cuando salió de la consulta, algo llamó su atención. Al otro lado del pasillo, a unos metros de distancia, reconoció a una figura familiar: Aitana. El cabello castaño de Aitana caía en suaves ondas sobre sus hombros, y aunque llevaba ropa sencilla, no podía esconder su elegancia natural. Valeria sintió una punzada de curiosidad y… desdén. ¿Qué hace aquí esa mujer?Aitana caminaba con una expresión pensativa, algo preocupada, como si su mente estuviera en otro lugar. La vio detenerse frente a la puerta de un consultorio ginecológico y, sin pensarlo demasia
La furia aún quemaba en el pecho de Nicolás mientras se movía entre la rabia y el deseo de venganza. La revelación del embarazo de Aitana había sido un golpe devastador para su orgullo. Pero ahora tenía un plan. Tenía la información que necesitaba y, con la ayuda de Valeria, estaba decidido a usarla en su favor.Fue Valeria quien plantó la idea en su cabeza.—Deberías reunirte con Sofía Alarcón —le había sugerido en su tono suave pero firme—. Es la matriarca de esa familia, la que realmente tiene el poder. Si le cuentas lo que has descubierto, ella podría detener a Aitana y a su amante. Sofía es implacable cuando se trata de proteger su legado.La idea había prendido en la mente de Nicolás como una chispa en un campo seco. Si Sofía Alarcón descubría la traición de su esposo, Aitana y ese viejo perderían todo. Y él… él recuperaría algo de control en su vida. Aunque la reunión con Sofía no sería fácil de conseguir, Nicolás estaba decidido.El EncuentroFue necesario mucho esfuerzo para
Nicolás se encontraba en su oficina, el silencio de la habitación se sentía abrumador. Las últimas semanas habían sido un infierno. No solo sus empresas estaban al borde de la quiebra, sino que Aitana había desaparecido de la faz de la tierra. Desde la confrontación con Sofía Alarcón, no había logrado encontrar ningún rastro de ella.Cada vez que veía a Armando Alarcón en los noticieros, su frustración crecía. El patriarca aparecía en eventos públicos con su esposa Sofía, mostrando una imagen impecable de poder y estabilidad. Parecía que nada malo había sucedido en la vida de los Alarcón, pero Aitana… ella no estaba por ningún lado. No en las fotografías, no en las reuniones, no en las celebraciones familiares. Su ausencia era un misterio inquietante que lo consumía.Nicolás había contratado a un investigador privado para encontrarla, pero los resultados fueron decepcionantes. Nadie había visto a Aitana, ni en la ciudad ni en los alrededores. Era como si hubiera desaparecido sin dejar
El sol comenzaba a ocultarse en el horizonte, tiñendo el cielo de un tono rojizo que auguraba una noche larga y difícil. En el interior de una oficina lujosa y minimalista, Valeria Montenegro miraba impacientemente su reloj de pulsera. La información que había estado esperando por semanas finalmente llegaría esa noche, y la anticipación comenzaba a corroer su paciencia. Había llegado demasiado lejos para que algo saliera mal ahora.De repente, la puerta se abrió y entró su infiltrado, un hombre de mediana edad, con ojos esquivos y una expresión seria. Colocó un sobre sellado en el escritorio de Valeria y dio un paso hacia atrás, observando en silencio mientras ella lo abría.—Aquí está todo lo que necesitas saber —dijo el hombre en voz baja, tratando de evitar el contacto visual con Valeria.Ella sonrió de manera calculada mientras sacaba los documentos del sobre. Sin embargo, mientras leía, sus cejas comenzaron a fruncirse. Algo no encajaba. Las cifras no coincidían, y los movimiento
El cielo sobre la ciudad estaba teñido de tonos dorados y anaranjados cuando Aitana Ferrer regresó, después de un año de exilio autoimpuesto. La mansión Alarcón, imponente en el centro de la colina, se erguía como un monumento a su poder recién adquirido. Desde el interior de la limusina que la llevaba, Aitana observaba los jardines bien cuidados y las luces que ya empezaban a encenderse, anunciando el gran banquete de bienvenida que su familia había preparado para ella.La ciudad que una vez la había visto como la esposa sumisa de Nicolás Valverde, ahora se preparaba para recibirla como algo completamente diferente. Aitana había asumido el control total del Grupo Alarcón, una fuerza económica con tentáculos en todas las industrias de la región. No solo había sobrevivido al embate de los traidores y las mentiras, sino que había prosperado. Y ahora, con un hijo en brazos, estaba lista para reclamar lo que era suyo.El pequeño, de apenas unos meses, dormía plácidamente en sus brazos mie