La furia aún quemaba en el pecho de Nicolás mientras se movía entre la rabia y el deseo de venganza. La revelación del embarazo de Aitana había sido un golpe devastador para su orgullo. Pero ahora tenía un plan. Tenía la información que necesitaba y, con la ayuda de Valeria, estaba decidido a usarla en su favor.Fue Valeria quien plantó la idea en su cabeza.—Deberías reunirte con Sofía Alarcón —le había sugerido en su tono suave pero firme—. Es la matriarca de esa familia, la que realmente tiene el poder. Si le cuentas lo que has descubierto, ella podría detener a Aitana y a su amante. Sofía es implacable cuando se trata de proteger su legado.La idea había prendido en la mente de Nicolás como una chispa en un campo seco. Si Sofía Alarcón descubría la traición de su esposo, Aitana y ese viejo perderían todo. Y él… él recuperaría algo de control en su vida. Aunque la reunión con Sofía no sería fácil de conseguir, Nicolás estaba decidido.El EncuentroFue necesario mucho esfuerzo para
Nicolás se encontraba en su oficina, el silencio de la habitación se sentía abrumador. Las últimas semanas habían sido un infierno. No solo sus empresas estaban al borde de la quiebra, sino que Aitana había desaparecido de la faz de la tierra. Desde la confrontación con Sofía Alarcón, no había logrado encontrar ningún rastro de ella.Cada vez que veía a Armando Alarcón en los noticieros, su frustración crecía. El patriarca aparecía en eventos públicos con su esposa Sofía, mostrando una imagen impecable de poder y estabilidad. Parecía que nada malo había sucedido en la vida de los Alarcón, pero Aitana… ella no estaba por ningún lado. No en las fotografías, no en las reuniones, no en las celebraciones familiares. Su ausencia era un misterio inquietante que lo consumía.Nicolás había contratado a un investigador privado para encontrarla, pero los resultados fueron decepcionantes. Nadie había visto a Aitana, ni en la ciudad ni en los alrededores. Era como si hubiera desaparecido sin dejar
El sol comenzaba a ocultarse en el horizonte, tiñendo el cielo de un tono rojizo que auguraba una noche larga y difícil. En el interior de una oficina lujosa y minimalista, Valeria Montenegro miraba impacientemente su reloj de pulsera. La información que había estado esperando por semanas finalmente llegaría esa noche, y la anticipación comenzaba a corroer su paciencia. Había llegado demasiado lejos para que algo saliera mal ahora.De repente, la puerta se abrió y entró su infiltrado, un hombre de mediana edad, con ojos esquivos y una expresión seria. Colocó un sobre sellado en el escritorio de Valeria y dio un paso hacia atrás, observando en silencio mientras ella lo abría.—Aquí está todo lo que necesitas saber —dijo el hombre en voz baja, tratando de evitar el contacto visual con Valeria.Ella sonrió de manera calculada mientras sacaba los documentos del sobre. Sin embargo, mientras leía, sus cejas comenzaron a fruncirse. Algo no encajaba. Las cifras no coincidían, y los movimiento
El cielo sobre la ciudad estaba teñido de tonos dorados y anaranjados cuando Aitana Ferrer regresó, después de un año de exilio autoimpuesto. La mansión Alarcón, imponente en el centro de la colina, se erguía como un monumento a su poder recién adquirido. Desde el interior de la limusina que la llevaba, Aitana observaba los jardines bien cuidados y las luces que ya empezaban a encenderse, anunciando el gran banquete de bienvenida que su familia había preparado para ella.La ciudad que una vez la había visto como la esposa sumisa de Nicolás Valverde, ahora se preparaba para recibirla como algo completamente diferente. Aitana había asumido el control total del Grupo Alarcón, una fuerza económica con tentáculos en todas las industrias de la región. No solo había sobrevivido al embate de los traidores y las mentiras, sino que había prosperado. Y ahora, con un hijo en brazos, estaba lista para reclamar lo que era suyo.El pequeño, de apenas unos meses, dormía plácidamente en sus brazos mie
La noche en la ciudad era un manto oscuro salpicado de luces, pequeñas guías en la inmensidad. Aitana Alarcón, tras el largo banquete de bienvenida, sintió un impulso incontrolable de salir, de escapar de las miradas y de la constante adulación que la rodeaba. Necesitaba respirar, sentir el viento en su rostro, lejos del peso del poder que ahora ostentaba.—Llévalo a la mansión, por favor —le dijo a la niñera, entregándole a su hijo con una suavidad que contrastaba con la firmeza en su voz.La niñera asintió, tomando al bebé con cuidado, y se alejó hacia la limusina que la llevaría de regreso. Aitana observó el vehículo desaparecer en la distancia antes de dirigirse a su Mercedes, un auto negro y brillante que reflejaba la luna llena en su impecable superficie.Sin dudarlo, subió al coche, encendió el motor, y pisó el acelerador. El rugido del motor resonó en el silencio de la noche mientras se alejaba a toda velocidad, dejando atrás la mansión y todo lo que representaba. Sentía la ne
—El paciente está despierto, pero está bastante confundido. Parece que ha sufrido una conmoción cerebral significativa, entre otras lesiones. Nos dijo que pensaba que estaba viendo a alguien que conocía.Aitana sintió un nudo en el estómago mientras seguía al médico hacia la sala de recuperación. Entró lentamente, y allí, acostado en una cama, estaba el hombre al que había atropellado. Su rostro estaba más despejado que antes, y cuando vio a Aitana, sus ojos se abrieron con sorpresa.—¿Eres…? —comenzó a decir, su voz débil y entrecortada.Aitana se acercó a la cama, tratando de mantener la calma.—Soy Aitana Alarcón —dijo, con una voz suave—. Te atropellé anoche. Siento mucho lo que ocurrió. Quiero asegurarme de que estés bien.El hombre miró a Aitana con una mezcla de asombro y confusión. Su semblante era familiar para ella, aunque no podía identificarlo de inmediato. Había algo en sus rasgos que le resultaba notablemente parecido a Nicolás, pero estaba demasiado afectada por la situ
Sofía Alarcón se despertó esa mañana con la determinación de cerrar el asunto del accidente que había sacudido a su hija. Sabía que Aitana estaba agobiada por lo ocurrido, y no era de extrañar. El hombre que había resultado herido podría convertirse en un problema más grande si decidía presentar una demanda. No podían permitir que ese tipo de escándalos afectaran el nombre de los Alarcón, y mucho menos ahora que Aitana estaba más expuesta que nunca, tras tomar el control total del grupo familiar.Sofía se vistió cuidadosamente. Como siempre, lucía impecable, pero con un aire más severo de lo habitual. Sabía que aquel encuentro no sería fácil. Estaba decidida a hacer todo lo necesario para evitar cualquier complicación. El dinero y el poder eran herramientas útiles en situaciones como esta, y Sofía estaba acostumbrada a utilizarlas con precisión.Tomó su coche y condujo hasta el hospital privado donde estaba ingresado el hombre que Aitana había atropellado. Mientras avanzaba por las ca
Nicolás se quedó tumbado en la cama del hospital, su mente hecha un caos mientras los recuerdos y las revelaciones de las últimas horas lo golpeaban como una ola imparable. Todavía sentía el peso de la mirada de Sofía Alarcón, el veneno en sus palabras, el odio palpable que parecía impregnar el aire cuando se dirigió a él. Nunca había sentido tanta repulsión proveniente de alguien. Pero lo que más lo desconcertaba, lo que lo mantenía en un estado de confusión total, era lo que había descubierto: Aitana no era la amante del patriarca de los Alarcón como él había creído todo este tiempo. No, ella era mucho más que eso.Aitana era la hija y heredera del imperio Alarcón.Un error tan catastrófico como incomprensible. ¿Cómo había llegado a pensar que Aitana no era más que una oportunista? Se había convencido de que su relación con ella había sido una estrategia, una jugada bien orquestada para mantener el favor del poderoso patriarca de los Alarcón. Siempre había pensado que Aitana simplem