—El paciente está despierto, pero está bastante confundido. Parece que ha sufrido una conmoción cerebral significativa, entre otras lesiones. Nos dijo que pensaba que estaba viendo a alguien que conocía.Aitana sintió un nudo en el estómago mientras seguía al médico hacia la sala de recuperación. Entró lentamente, y allí, acostado en una cama, estaba el hombre al que había atropellado. Su rostro estaba más despejado que antes, y cuando vio a Aitana, sus ojos se abrieron con sorpresa.—¿Eres…? —comenzó a decir, su voz débil y entrecortada.Aitana se acercó a la cama, tratando de mantener la calma.—Soy Aitana Alarcón —dijo, con una voz suave—. Te atropellé anoche. Siento mucho lo que ocurrió. Quiero asegurarme de que estés bien.El hombre miró a Aitana con una mezcla de asombro y confusión. Su semblante era familiar para ella, aunque no podía identificarlo de inmediato. Había algo en sus rasgos que le resultaba notablemente parecido a Nicolás, pero estaba demasiado afectada por la situ
Sofía Alarcón se despertó esa mañana con la determinación de cerrar el asunto del accidente que había sacudido a su hija. Sabía que Aitana estaba agobiada por lo ocurrido, y no era de extrañar. El hombre que había resultado herido podría convertirse en un problema más grande si decidía presentar una demanda. No podían permitir que ese tipo de escándalos afectaran el nombre de los Alarcón, y mucho menos ahora que Aitana estaba más expuesta que nunca, tras tomar el control total del grupo familiar.Sofía se vistió cuidadosamente. Como siempre, lucía impecable, pero con un aire más severo de lo habitual. Sabía que aquel encuentro no sería fácil. Estaba decidida a hacer todo lo necesario para evitar cualquier complicación. El dinero y el poder eran herramientas útiles en situaciones como esta, y Sofía estaba acostumbrada a utilizarlas con precisión.Tomó su coche y condujo hasta el hospital privado donde estaba ingresado el hombre que Aitana había atropellado. Mientras avanzaba por las ca
Nicolás se quedó tumbado en la cama del hospital, su mente hecha un caos mientras los recuerdos y las revelaciones de las últimas horas lo golpeaban como una ola imparable. Todavía sentía el peso de la mirada de Sofía Alarcón, el veneno en sus palabras, el odio palpable que parecía impregnar el aire cuando se dirigió a él. Nunca había sentido tanta repulsión proveniente de alguien. Pero lo que más lo desconcertaba, lo que lo mantenía en un estado de confusión total, era lo que había descubierto: Aitana no era la amante del patriarca de los Alarcón como él había creído todo este tiempo. No, ella era mucho más que eso.Aitana era la hija y heredera del imperio Alarcón.Un error tan catastrófico como incomprensible. ¿Cómo había llegado a pensar que Aitana no era más que una oportunista? Se había convencido de que su relación con ella había sido una estrategia, una jugada bien orquestada para mantener el favor del poderoso patriarca de los Alarcón. Siempre había pensado que Aitana simplem
Aitana estaba sentada en el despacho principal de la mansión Alarcón, revisando algunos documentos financieros mientras su mente divagaba. Desde el incidente de la noche anterior, no había podido concentrarse del todo. Los recuerdos seguían frescos: el impacto, el hombre herido en la calle, la urgencia de llevarlo al hospital. Era como si algo dentro de ella no estuviera en paz. Cada vez que cerraba los ojos, volvía a ver la expresión de aquel desconocido, el hombre que ahora se debatía entre la vida y la muerte bajo el cuidado de los mejores médicos de la ciudad. No podía quitarse esa imagen de la cabeza.Había confiado en su madre, Sofía, para manejar la situación, como siempre hacía cuando necesitaba que algo se resolviera de manera rápida y eficiente. Aitana sabía que, aunque su madre podía ser fría y calculadora, también era extremadamente protectora con ella. Sofía nunca permitiría que algo malo sucediera, especialmente ahora que Aitana había recuperado su lugar en la familia y
Nicolás estaba sentado en la habitación del hospital, sus ojos clavados en la pantalla del televisor. El ruido de las noticias llenaba el ambiente mientras las imágenes de Aitana desfilaban ante él. La presentadora del noticiero hablaba con entusiasmo sobre la nueva líder del Grupo Alarcón, Aitana Alarcón, quien había asumido oficialmente el control total de la empresa familiar, consolidándose como una de las mujeres más poderosas del país. Sin embargo, lo que realmente capturó la atención de Nicolás fue el siguiente detalle: Aitana Alarcón tenía un hijo.—"La joven patriarca de los Alarcón, además de su éxito en los negocios, ha sido vista en eventos públicos con su pequeño hijo, de solo algunos meses. Los rumores sobre la identidad del padre son aún un misterio, pero sin duda Aitana ha sabido equilibrar su vida personal y profesional con una habilidad admirable."Nicolás sintió que el aire abandonaba sus pulmones de golpe. Un hijo. Esa palabra resonaba en su cabeza, trayendo consigo
Sofía Alarcón caminaba con paso firme por los pasillos del hospital, su rostro impasible. Había venido preparada para cerrar este asunto de una vez por todas. Esperaba que Nicolás Valverde, tras su "accidente", hubiera entendido el mensaje que le habían enviado. El mensaje de que él ya no tenía lugar en la vida de los Alarcón. Que Aitana había superado su pasado con él y que el incidente de aquella noche no cambiaría nada.Cuando llegó a la habitación, el enfermero le dio una pequeña inclinación de cabeza antes de abrir la puerta. Sofía entró, y de inmediato notó que Nicolás estaba sentado en la cama, con el televisor apagado y los documentos de la compensación aún sobre la mesa, sin firmar. Su estómago se tensó de inmediato al notar su postura relajada. No había el menor rastro de la sumisión que esperaba encontrar.—¿Valverde? —su voz fue firme y cortante al cerrar la puerta detrás de ella, quedando frente a Nicolás—. Esperaba que este asunto ya estuviera resuelto. ¿Por qué no has f
Sofía dejó el hospital con la mente nublada, sus pensamientos revoloteaban en torno a lo que Nicolás había insinuado. Su respiración era pesada mientras bajaba las escaleras del hospital. ¿Cómo se había atrevido? Mencionarlo, siquiera insinuarlo… No podía permitirse que Nicolás descubriera la verdad, o al menos no aún. Aitana tenía que mantenerse alejada de él y concentrada en su nueva vida.Al llegar a la limusina, el chofer abrió la puerta sin decir palabra. Sofía se deslizó dentro del vehículo, sintiendo el peso de la situación. Su teléfono vibró en su bolso. Era Aitana. El remordimiento la atravesó como una daga.“¿Qué voy a decirle?” pensó Sofía. Aitana no había dejado de preguntar sobre el hombre que atropelló. Sofía sabía que el tiempo se agotaba. Pero no podía mentirle para siempre.Respiró profundo y contestó el teléfono con una voz calmada.—¿Mamá? —la voz de Aitana sonaba ansiosa, como si ya intuyera que algo no estaba bien—. ¿Todo está arreglado?—No del todo —respondió So
Sofía observó a Nicolás con una mirada que alternaba entre la incredulidad y la furia. Su respiración era pesada, su mente trabajaba frenéticamente buscando una salida a lo que parecía un callejón sin salida. Nicolás había ido demasiado lejos.El silencio que siguió a sus últimas palabras fue insoportable. Nicolás la miraba con esa sonrisa de superioridad que tanto odiaba, como si ya hubiera ganado la partida. Sofía apretó los puños, tratando de no perder el control, pero sabía que estaba en una situación crítica.—No puedes estar hablando en serio —dijo finalmente, su voz baja pero peligrosa.Nicolás se acomodó en la cama del hospital, su expresión completamente relajada. Había esperado este momento durante días, y finalmente, estaba disfrutando de ver a Sofía fuera de balance.—Oh, créeme, estoy completamente serio, Sofía —dijo Nicolás con calma—. Cada palabra que has dicho desde que entraste por esa puerta está grabada. Y si te soy honesto, sería una pena que el mundo supiera cómo