Sofía Alarcón caminaba con paso firme por los pasillos del hospital, su rostro impasible. Había venido preparada para cerrar este asunto de una vez por todas. Esperaba que Nicolás Valverde, tras su "accidente", hubiera entendido el mensaje que le habían enviado. El mensaje de que él ya no tenía lugar en la vida de los Alarcón. Que Aitana había superado su pasado con él y que el incidente de aquella noche no cambiaría nada.Cuando llegó a la habitación, el enfermero le dio una pequeña inclinación de cabeza antes de abrir la puerta. Sofía entró, y de inmediato notó que Nicolás estaba sentado en la cama, con el televisor apagado y los documentos de la compensación aún sobre la mesa, sin firmar. Su estómago se tensó de inmediato al notar su postura relajada. No había el menor rastro de la sumisión que esperaba encontrar.—¿Valverde? —su voz fue firme y cortante al cerrar la puerta detrás de ella, quedando frente a Nicolás—. Esperaba que este asunto ya estuviera resuelto. ¿Por qué no has f
Sofía dejó el hospital con la mente nublada, sus pensamientos revoloteaban en torno a lo que Nicolás había insinuado. Su respiración era pesada mientras bajaba las escaleras del hospital. ¿Cómo se había atrevido? Mencionarlo, siquiera insinuarlo… No podía permitirse que Nicolás descubriera la verdad, o al menos no aún. Aitana tenía que mantenerse alejada de él y concentrada en su nueva vida.Al llegar a la limusina, el chofer abrió la puerta sin decir palabra. Sofía se deslizó dentro del vehículo, sintiendo el peso de la situación. Su teléfono vibró en su bolso. Era Aitana. El remordimiento la atravesó como una daga.“¿Qué voy a decirle?” pensó Sofía. Aitana no había dejado de preguntar sobre el hombre que atropelló. Sofía sabía que el tiempo se agotaba. Pero no podía mentirle para siempre.Respiró profundo y contestó el teléfono con una voz calmada.—¿Mamá? —la voz de Aitana sonaba ansiosa, como si ya intuyera que algo no estaba bien—. ¿Todo está arreglado?—No del todo —respondió So
Sofía observó a Nicolás con una mirada que alternaba entre la incredulidad y la furia. Su respiración era pesada, su mente trabajaba frenéticamente buscando una salida a lo que parecía un callejón sin salida. Nicolás había ido demasiado lejos.El silencio que siguió a sus últimas palabras fue insoportable. Nicolás la miraba con esa sonrisa de superioridad que tanto odiaba, como si ya hubiera ganado la partida. Sofía apretó los puños, tratando de no perder el control, pero sabía que estaba en una situación crítica.—No puedes estar hablando en serio —dijo finalmente, su voz baja pero peligrosa.Nicolás se acomodó en la cama del hospital, su expresión completamente relajada. Había esperado este momento durante días, y finalmente, estaba disfrutando de ver a Sofía fuera de balance.—Oh, créeme, estoy completamente serio, Sofía —dijo Nicolás con calma—. Cada palabra que has dicho desde que entraste por esa puerta está grabada. Y si te soy honesto, sería una pena que el mundo supiera cómo
Aitana permanecía de pie frente a la chimenea, mirando el fuego danzar en el hogar, mientras sus pensamientos giraban alrededor de una sola figura: Nicolás. Sabía desde el principio que el hombre que había atropellado no era otro que él. El impacto inicial de encontrárselo en un estado tan vulnerable la había desconcertado, pero pronto su mente se enfocó en lo que significaba esa situación. Nicolás estaba jugando con fuego.Había intentado sacar provecho de su debilidad, exigiendo diez millones de dólares y el cese de cualquier ataque directo o indirecto contra él. Pero Aitana no se dejaría intimidar. Conocía a Nicolás mejor que él mismo pensaba. Sabía que detrás de esa demanda económica había un deseo mucho más profundo: recuperar lo que había perdido y, quizás, retomar algún tipo de poder sobre ella. Lo que él no comprendía era que Aitana ya no era la mujer vulnerable de antaño, y menos aún la niña que se enamoró de él.La puerta se abrió suavemente, y Sofía entró en el salón, inter
La tarde caía rápidamente sobre la ciudad, y el sol apenas iluminaba los últimos rincones del hospital cuando Aitana llegó al lugar. El aire era frío, cargado de tensión, pero Aitana caminaba con paso firme. Sabía exactamente lo que tenía que hacer. Nicolás la había subestimado una vez; no cometería el mismo error dos veces.Cuando entró en el hospital, los pasillos estaban casi vacíos, y el eco de sus tacones resonaba con cada paso que daba. Una enfermera la recibió en la entrada, pero Aitana apenas prestó atención a los formalismos. Su objetivo estaba claro: hablar con Nicolás directamente.—¿A qué habitación fue trasladado el paciente Valverde? —preguntó Aitana, cortante.La enfermera titubeó un segundo antes de indicarle el número de la habitación. Sabía quién era Aitana Alarcón; todos lo sabían. Nadie se atrevía a desafiarla, y menos en un lugar como ese.Al llegar al frente de la puerta de la habitación, Aitana se detuvo un momento. Las emociones se agitaban dentro de ella, pero
La mansión Alarcón estaba iluminada esa noche como si un evento importante estuviera por celebrarse, pero el ambiente en el interior era tenso y sombrío. Aitana caminaba de un lado a otro en su oficina, repasando en su mente todo lo que había sucedido en el hospital. Había confrontado a Nicolás, lo había desarmado con sus palabras, pero sabía que no todo estaba resuelto. Había llegado demasiado lejos para dejar que esto se quedara en el aire.Su madre, Sofía, entró a la oficina sin tocar. La relación entre ambas mujeres había cambiado profundamente en el último año; Sofía había sido testigo de la transformación de Aitana en una líder poderosa y calculadora, pero también era una madre que todavía quería proteger a su hija.—Aitana, tenemos que hablar —dijo Sofía con firmeza, cerrando la puerta tras de sí.Aitana se detuvo, sus ojos oscuros y llenos de preocupación.—No puedo permitir que esto se prolongue, mamá —respondió Aitana, sabiendo que Sofía ya estaba al tanto de todo lo que hab
Aitana salió de la oficina en silencio, sin avisar a su equipo ni a Samuel sobre su destino. Había algo más importante que resolver. La situación con Nicolás le había dejado un mal sabor de boca, pero no era lo único que le preocupaba. Desde que tomó el control del Grupo Alarcón, había escuchado rumores de que ciertos negocios de la empresa estaban siendo influenciados por personas del bajo mundo, figuras peligrosas que podían amenazar todo lo que había construido.El nombre de uno de esos hombres había llegado a sus oídos recientemente: Rubén "El Chacal" Paredes, un capo que se había infiltrado en varios negocios legítimos de la ciudad y que, según algunos informes, había intentado acercarse al Grupo Alarcón aprovechando la caída de Nicolás. Si no actuaba ahora, el prestigio y la reputación de la empresa podrían estar en riesgo. No podía permitir que su imperio se viera envuelto en esos círculos.Aitana condujo su Mercedes con rapidez y determinación. Sabía exactamente dónde encontra
Después de su tensa reunión con Rubén "El Chacal" Paredes, Aitana no podía quedarse con las dudas que la atormentaban. Sabía que algo más profundo se escondía en el pasado de su familia, especialmente en los últimos años en los que su padre había estado al frente del Grupo Alarcón. Se dirigió directamente a la mansión familiar, con una sola cosa en mente: enfrentar a su padre y exigirle respuestas.La noche caía lentamente sobre la ciudad, y el aire fresco apenas aliviaba la tensión que Aitana sentía en su pecho. Mientras conducía hacia la mansión, repasaba en su mente todas las piezas que no encajaban. Los rumores de los tratos con personas del bajo mundo, las súbitas desapariciones de algunos ejecutivos de la empresa, y ahora, la confirmación de que Rubén había estado muy cerca de infiltrarse en su imperio. ¿Cómo había permitido su padre que esto ocurriera?Aitana llegó a la mansión, con su rostro serio y su corazón endurecido. Estacionó el Mercedes en la entrada, sin esperar a que