Pamela se dio cuenta de que el dinero de su cuenta bancaria había desaparecido, que todo lo que ahorró para costear el tratamiento de su madre se esfumó, lo peor de todo es que el historial reveló que alguien estuvo de compras. Se le detuvo el corazón; además de ella, solo su novio tenía acceso a la cuenta. Todo el cuerpo le tiritó, la ansiedad surgía en forma de espiral dentro de sí. No quería hacerse a ideas locas, pero nada era improbable. La clase de artes terminaba dentro de media hora, ahí no podía usar su móvil. Así que no lo llamó al teléfono, solo se fue a casa, ya hablaría con él, pero algo no andaba bien. Lo hacía ya en el trabajo, sin embargo, ruidos extraños provenientes de la segunda planta, la alertaron. ¿Alguien se había metido a su casa?Pamela dejó de revisar esa tarjeta de contacto que halló en la mesita del recibidor que no tenía idea de por qué estaba ahí, era de una academia importante de arte. Ahora reparaba en los sonidos misteriosos; estuvo a punto de marca
A los días tendría que regresar a Buckland Company, su lugar de trabajo, sin embargo no tenía ganas. Había sido demasiado para ella. No podía siquiera pensar en laborar, aunque no tenía opción. El día viernes faltó a la universidad, compaginar estudios y trabajo no era fácil, pero lo intentaba. Confirmar que diez obras suyas fueron compradas por un marchante de arte, aunque todas las obsequió a Bruce, no dejaba de ser un robo para ella. No solo se gastó su dinero en su amante, también echó por la borda el esmero y tiempo que puso en las pinturas, sobre todo, trituró el valor sentimental importandole un bledo. Llevaba horas sin comer bien, no dormía lo suficiente y se sumió en la tristeza. El despecho la estaba devorando. En lugar de seguir llorandole a un tipo que no la merecía, rompió la cuerda que la apresaba con una salida de súbito al bar nocturno de la ciudad. Estuvo tomando sin parar, bailando al ritmo pegajoso de la música. Hasta sentir el aliento a vodka y ginebra en su ore
Pamela no se despertó con el alba, sino con el sonido de su móvil que le aturdió. Al principio no se ubicó al ver el nombre del remitente, luego ese "Oliver" hizo enfasis en su cabeza. Recordó desde su aparición mientras bailaba hasta la propuesta que solucionaría las cosas para ambos. Ahora con la cabeza fría, todo era más extraño que anoche. Y se preguntaba, ¿en qué momento le dio su número? tampoco recordaba haberlo agendado ayer. —¿Sí? —respondió con voz pastosa. —Buenos días, ¿resaca? Si es así, recomiendo una bebida rehidratante o jugo de frutas. Te ayudará. —Oliver, ¿no es así? —Sí, ¿quién si no? Espero recuerdes todo lo de anoche. —Lo recuerdo y no me lo creo. —Hemos sellado el trato, así que espero puedas cumplir con tu palabra. Hoy en la tarde iremos al registro civil. —De acuerdo —liberó el aire. —Perfecto, por cierto, me tomé el atrevimiento de agregar mi contacto en tu teléfono, así pude obtener el tuyo. Anoche terminaste dándome instrucciones y te llevé en brazo
—No, no pasa nada. Bueno, puede que solo nos hemos visto por ahí. ¿Laboras aquí? —Sí, soy aprendiz, de hecho el señor Tom Morrison es mi jefe —expiró —. ¿Y tú? No te había visto por aquí. Lo siento, tal vez no debería ser tan informal. —Descuida, es porque soy nueva, me llamo Luna. Soy asistente del señor... —se frenó, no podía decir su nombre, Oliver le pidió que mantuviera el secreto de su ingreso a la compañía. —Ya te acordarás, Luna, a mí también me costó aprenderme los nombres. Debo seguir trabajando —avisó yéndose. Luna volvió a la oficina de Oliver. Tenía que contarle sobre eso. —Señor —soltó presentándose en su despacho —. Acabo de ver a la chica, a Pamela Mansfield y es empleada de aquí, aprendiz de Tom Morrison. —¿Tom Morrison? Debería ponerme al día con los que estás a cargo de cada función aquí, ¿estás segura de que es ella? —se frotó la barbilla. —Sí, es la misma, debería decirle que es el dueño. ¿No se lo mencionó? —De ninguna manera, Luna —la miró serio —. Puede
No era asidua al maquillaje, no tenía ese afán por usar en su rostro diversos productos de belleza, sin embargo, se esforzó por salir de su zona de confort y usar un poco más de lo solía. De solo abrir uno de los cajones en su habitación y ver la instantánea de ese día, se le congeló el corazón. Aún se estrujaba en su lugar, Bruce se portó tan mal con ella, aún así lo seguía queriendo. Se secó las lágrimas. Perdió a dos personas, pero si miraba desde otra perspectiva, solo se deshizo de dos seres miserables en su vida. Gabriela y Bruce eran tal para cual. El karma les llegaría en cualquier momento. Descubrió cuantiosas fotos más, que ya no guardaría. Las rompió y tiró en el cubo de la basura. Ahí pertenecían, en el olvido. Le quedaba poco tiempo, milagrosamente pudo ducharse en unos minutos. Se puso un vestido azul celeste sobre sus rodillas, convencida de que el blanco lo dejaría para su futura boda de verdad; se decidió por calzar zapatos cerrados de tacón. Finalizó haciendo ond
Todavía le parecía una locura lo que le estaba ocurriendo, aún no lo terminaba de procesar. Durante mucho tiempo Pamela había idealizado ese día, como un momento único y especial, no que surgiera de la nada forzado o de forma interesada, no quería que sus ideales y sueños de niña, la aplastaran con la realidad o la señalaran por haberse unido a todo ese teatro. —Oliver...—¿Sí? —le respondió poniéndose en marcha, y mirándola de reojo antes de volver a poner toda su atención en la carretera. —Gracias, ahora mamá podrá iniciar con el tratamiento. Y si no hubieras aparecido en mi vida, entonces no estaría pasando —emitió con la voz afectada debido a un mar de emociones que experimentaba y Oliver se sintió un poco triste por ella, más a sabiendas de que verdaderamente estaba pasando por un momento difícil. —En ese caso también tengo que agradecerte por aceptar mi propuesta, solo aviso que es apenas el principio —agregó. Pamela suspiró. Ya sé imaginaba que esos serían los meses más ete
Oliver todavía esperaba la respuesta de parte de la muchacha, aunque de seguro ella se estaba ocupando de otros asuntos y ya cuándo viera su mensaje le confirmaría si podía a esa hora y lugar para recurrir al encuentro. Tenía que conversar con ella al respecto. Suspiró hondo. Por su parte seguía a solas en ese lujoso piso. No se sentía incómodo, de hecho le satisfacía la soledad y tener su propio espacio, por eso antes de cumplir los veinte años de edad, ya se había independizado, sin embargo existía otro tipo de silencio que le perturbaba. Oliver se sirvió una copa de whisky, hace rato que había tomado una ducha, aunque lo único que quería era descansar, no era momento para tomarse un descanso. Las grandes oportunidades venían con enormes cargos, y él lo asumió de todos modos. Porque pensó en el bienestar de su padre, quería que pudiera dedicarle más tiempo a su madre, había estado trabajando sin parar durante años, agotado por los viajes de negocios, reuniones y todo lo que conl
El forcejeo comenzó, ella estaba tan asustada que no podía dejar de sentir su pobre corazón latiendo contra su pecho, avisando que en cualquier momento escaparía. Sus ojos estaban muy abiertos y trataba de soltarse como podía. Era imposible, él le ganaba en fuerza y peso. Nunca antes ella pensó que viviría una situación similar, es así como ya temía lo peor. —¡Déjate de una vez por todas! Eres tan preciosa y fascinante, no huyas, maldición —le exclamó con malicia y con la intención de besarla a la fuerza. Ella, a pesar de estar atrapada entre su cuerpo, no se iba a rendir tan fácil, necesitaba salir ilesa de todo eso. Si no lo intentaba, terminaría marcada por ese pervertido, y eso sí que no. No podía permitirlo. —¡Ayuda! Déjame, te lo suplico. Casi cuando logró besarle, ella le dio una patada en su entrepierna, golpe que lo tumbó al suelo, él estaba soltando alaridos de dolor. Se lo merecía. Pamela corría hacia la salida, no podía quedarse ahí. Pero Chocó con un pecho duro que le