A los días tendría que regresar a Buckland Company, su lugar de trabajo, sin embargo no tenía ganas. Había sido demasiado para ella. No podía siquiera pensar en laborar, aunque no tenía opción. El día viernes faltó a la universidad, compaginar estudios y trabajo no era fácil, pero lo intentaba.
Confirmar que diez obras suyas fueron compradas por un marchante de arte, aunque todas las obsequió a Bruce, no dejaba de ser un robo para ella. No solo se gastó su dinero en su amante, también echó por la borda el esmero y tiempo que puso en las pinturas, sobre todo, trituró el valor sentimental importandole un bledo.Llevaba horas sin comer bien, no dormía lo suficiente y se sumió en la tristeza. El despecho la estaba devorando. En lugar de seguir llorandole a un tipo que no la merecía, rompió la cuerda que la apresaba con una salida de súbito al bar nocturno de la ciudad.Estuvo tomando sin parar, bailando al ritmo pegajoso de la música. Hasta sentir el aliento a vodka y ginebra en su oreja, esa respiración masculina acompañada del ligero toque en su cintura. No huiría, ¿por qué hacerlo si no estaba mal? Solo cerró los ojos y se dejó llevar.—¿Te la pasas bien?—Eso creo —se mordió el labio, él la giró. Lo primero que adornó su campo visual, fueron sus ojos zafiros brillando en medio de la oscuridad palpitante. Se quedó sin palabras, raptada por su belleza descomunal. Era un tipo tan guapo y sexy, que no podía creer que estuviera ahí a pocos centímetros y fuera real —. Ahora me la paso mejor.Por la forma en la que arrastraba las palabras, Oliver supo que estaba más ebria de lo que pensó. Parecía tan desorientada y tierna a la vez.—¿Has venido sola? —quiso saber.Ella hizo un puchero.—¿Qué clase de pregunta es esa? —dijo con torpeza —. ¿No puedo estar sola por ser una chica?—No he dicho eso —deslizó una sonrisa que le derritió el corazón —. Yo he venido solo también, ya sabes, quería desestresarme, ¿y tú?¿En serio era necesario contarle el vergonzoso motivo de su visita ahí?—Solo quería hacer algo diferente —aseguró subiendo los hombros.El hombre asintió, aunque presentía que ocultaba la verdadera razón.—Hagamos algo distinto, entonces —pronunció acercándose más a su cuerpo, Pamela en algún punto lo sintió muy rápido y se alejó.—Aguarda, no te conozco. ¿Cómo te llamas?—Ah, ¿ese es el problema? Soy Oliver.—Oliver —repitió como tonta —. Un gusto Oliver, yo soy Pamela. Puedes simplemente decirme Pam.—Es un nombre precioso, como tú, Pam.Hasta se sonrojó con ese cumplido.—¿Por qué no vamos por algo de beber? —se aclaró la garganta.—¿Aún puedes seguir bebiendo? —enarcó las cejas.—¿Me subestimas? Vamos, puedo aún —aseguró tomándolo de la mano.Juntos en la barra ordenaron bebidas. Oliver se divertía mucho con ella, rieron, conversaron tonteras; después de un rato Pamela se sentía fatal.—¿Sabes qué? La vida no es justa para todos, no he tenido ni un solo día perfecto.—¿Te ha pasado algo malo? Mis días tampoco son tan diferentes a los tuyos.—¿Ah no? —lo miró —. No creo que estés lidiando con una ruptura o con la enfermedad de un familiar. Ese es mi caso, terminé con mi pareja, fue un completo idiota, lo es.—Lo siento mucho, ¿por qué alguien le haría daño a una mujer tan hermosa y perfecta como tú? No lo comprendo.Ella sonrió con tristeza.—No deberías asegurar cosas sin conocerme, y nadie es perfecto —volvió a darle un sorbo a su bebida, él la detuvo.—No más, es suficiente.—No eres mi padre, Oliver —bufó.—¿Hay alguien enfermo de tu familia?Lo miró con los ojos acuosos.—Mamá. ¡Oh dios mío! Mamá está tan mal, solo me tiene a mí, pero ya no sé qué haré para ayudarla. Tiene cáncer de mama, ya está un poco avanzado y empieza con el tratamiento en dos días. El idiota de mi exnovio se gastó el dinero que estuve ahorrando con tanto esfuerzo. ¿Cómo se supone que tome la situación? Debo hacer algo, tal vez acudir a un prestamista. Descuida, no quiero aburrirte con mi vida...—No no, no te preocupes. Lamento lo de tu mamá, tu expareja actuó como un verdadero idiota, no tenía que hacer algo así, es tan cruel.—Lo es, aún más sabiendo para qué era el dinero. Estoy sola, en aprietos, me las tengo que arreglar... —sorbió por la nariz.—¿Cuánto necesitas? —quiso saber.—Cincuenta mil dólares, y es solo el principio —anunció, ella pensó que se sorprendería con la cifra que soltó.—Vale —emitió, brillaba delante de él su oportunidad de salir beneficiado de la situación al tiempo de echarle una mano a la joven en aprietos, solo le quedaban dos días para conseguir casarse —. Puedo darte ese dinero, tal vez te parezca difícil de creer, no te tomo del pelo, no bromeo.—¿Eh? —abrió los ojos de par en par —. No es cierto.—Es verdad. Pero quiero algo a cambio, deseo un favor de tu parte, ambos saldremos beneficiados —se apresuró en decirle.Oliver no podía dejar pasar la chance de cumplir con esa clausura que dejó su abuelo, la que lo separaba de obtener ese certificado de herencia.—Te escucho —terminó cediendo, pestañeando más atenta que nunca, hasta dejó de sentirse tan alcoholizada.—Te inquieta saber que tu madre está enferma, no saber qué podría pasarle el día de mañana, me doy cuenta de que realmente quieres ayudarla, así que me ofrezco a correr con todos los gastos médicos, todo en absoluto —recalcó dejándola anonadada —. A cambio cásate conmigo, sé mi esposa. Solo tengo dos días para casarme.—¿Y dices que no juegas conmigo? —negó con la cabeza —. ¿Por qué te casarías con una desconocida?—¿Por qué no aceptarías mi propuesta? Te ayudaré con lo que necesitas, no pido que me ames de verdad, solo que formes parte de mi plan, necesito acceder a la herencia que mi abuelo me dejó, solo podré hacerlo una vez me case, y solo tengo dos días para hacerlo. En menos de un año se podrá disolver el matrimonio y cada quien volverá a su vida.—¿Me darás cincuenta mil dólares por casarme contigo y fingir ser tu amada esposa durante un tiempo?—No, te daré lo que mereces por ayudarme, y créeme que puedo ofrecerte hasta el mundo si eso necesitas —alardeó, dejándole saber lo poderoso que era —. ¿Cuánto tiempo te queda a ti para pagar el tratamiento?—Dos días —expiró, aún estupefacta —. Solo tengo dos días.—¿Qué dices? No hay tiempo que perder, ambos tenemos un plazo corto, no es momento de vacilar.—Aún así es una locura —susurró, aunque necesitaba el dinero con urgencia y no se negaría a la oportunidad que se le servía en bandeja de oro —. Tengo condiciones, Oliver.—Te escucho.Se tomó algunos segundos.—No tendré relaciones contigo, no me acostaré contigo durante el tiempo que estemos casados.Él esbozó una sonrisa.—No haré nada que no desees, a menos que lo consientas, no te tocaré —aseguró, y ella sintió un ligero escalofríos en su nuca y dorsal.Tragó con dureza.—Aún es irreal para mí, todo esto me parece ilógico y siento que mañana volveré a la realidad.—Lo estás ahora mismo. Por eso, mañana iremos al registro, hay que tramitar todo, mientras más rápido nos casemos, será mejor —expresó y Pamela aún lo procesaba.Era un cambio radical pasar de la ruptura a firmar un acta de matrimonio el día siguiente, del despecho a formar parte de una unión falsa. Pero su amor incondicional por su madre lo superaba todo, si eso significaba correr el riesgo por intentar salvarle la vida, valdría la pena.—¿Quién eres en realidad? Digo, para ofrecer tanto dinero debes ser mafioso o un millonario. No hallo otra explicación —se atrevió a decir, consiguiendo una expresión divertida de su parte —. No es gracioso, al menos debo saberlo, ¿y si eres algún sicópata?—¿Y qué si soy un demente? Ya has aceptado, aunque nuestro trato será sellado ahora mismo —lanzó sin darle tiempo de adivinar su propio movimiento, resultó ser un beso casto en sus labios, aunque solo fue un roce sorpresivo, la aturdió unos segundos —. Nuestro pacto ha sido ajustado.—S-sí —musitó perdida en sus zafiros.—Debería llevarte a casa, después de todo debo cuidar de mi futura esposa —mencionó con seriedad.—No es necesario, no me pasará nada, vivo cerca de aquí.—Aún así, no te aceptaré un no, ven —le tendió la mano.No le quedó de otra que sostener sus dedos, dejarse conducir por él y abordar ese deportivo, sin reparar en más. No podía pensar en otra cosa que dormir, sus párpados se cerraban solos durante el camino, aunque se le había olvidado dictarle la dirección de su residencia.—Pamela despierta o tendré que llevarte a mi casa —avisó en broma, se lo tomó como una advertencia, despertando de inmediato.—Cierto... —dijo, le indicó el domicilio.—De acuerdo.Oliver la miró otra vez acomodarse en el asiento. Aunque parecía inofensiva, para sentirse seguro, averiguaría sobre ella un poco más. Así su apellido no caería sobre una persona que pudiera ponerlo en peligro.Pamela no se despertó con el alba, sino con el sonido de su móvil que le aturdió. Al principio no se ubicó al ver el nombre del remitente, luego ese "Oliver" hizo enfasis en su cabeza. Recordó desde su aparición mientras bailaba hasta la propuesta que solucionaría las cosas para ambos. Ahora con la cabeza fría, todo era más extraño que anoche. Y se preguntaba, ¿en qué momento le dio su número? tampoco recordaba haberlo agendado ayer. —¿Sí? —respondió con voz pastosa. —Buenos días, ¿resaca? Si es así, recomiendo una bebida rehidratante o jugo de frutas. Te ayudará. —Oliver, ¿no es así? —Sí, ¿quién si no? Espero recuerdes todo lo de anoche. —Lo recuerdo y no me lo creo. —Hemos sellado el trato, así que espero puedas cumplir con tu palabra. Hoy en la tarde iremos al registro civil. —De acuerdo —liberó el aire. —Perfecto, por cierto, me tomé el atrevimiento de agregar mi contacto en tu teléfono, así pude obtener el tuyo. Anoche terminaste dándome instrucciones y te llevé en brazo
—No, no pasa nada. Bueno, puede que solo nos hemos visto por ahí. ¿Laboras aquí? —Sí, soy aprendiz, de hecho el señor Tom Morrison es mi jefe —expiró —. ¿Y tú? No te había visto por aquí. Lo siento, tal vez no debería ser tan informal. —Descuida, es porque soy nueva, me llamo Luna. Soy asistente del señor... —se frenó, no podía decir su nombre, Oliver le pidió que mantuviera el secreto de su ingreso a la compañía. —Ya te acordarás, Luna, a mí también me costó aprenderme los nombres. Debo seguir trabajando —avisó yéndose. Luna volvió a la oficina de Oliver. Tenía que contarle sobre eso. —Señor —soltó presentándose en su despacho —. Acabo de ver a la chica, a Pamela Mansfield y es empleada de aquí, aprendiz de Tom Morrison. —¿Tom Morrison? Debería ponerme al día con los que estás a cargo de cada función aquí, ¿estás segura de que es ella? —se frotó la barbilla. —Sí, es la misma, debería decirle que es el dueño. ¿No se lo mencionó? —De ninguna manera, Luna —la miró serio —. Puede
No era asidua al maquillaje, no tenía ese afán por usar en su rostro diversos productos de belleza, sin embargo, se esforzó por salir de su zona de confort y usar un poco más de lo solía. De solo abrir uno de los cajones en su habitación y ver la instantánea de ese día, se le congeló el corazón. Aún se estrujaba en su lugar, Bruce se portó tan mal con ella, aún así lo seguía queriendo. Se secó las lágrimas. Perdió a dos personas, pero si miraba desde otra perspectiva, solo se deshizo de dos seres miserables en su vida. Gabriela y Bruce eran tal para cual. El karma les llegaría en cualquier momento. Descubrió cuantiosas fotos más, que ya no guardaría. Las rompió y tiró en el cubo de la basura. Ahí pertenecían, en el olvido. Le quedaba poco tiempo, milagrosamente pudo ducharse en unos minutos. Se puso un vestido azul celeste sobre sus rodillas, convencida de que el blanco lo dejaría para su futura boda de verdad; se decidió por calzar zapatos cerrados de tacón. Finalizó haciendo ond
Todavía le parecía una locura lo que le estaba ocurriendo, aún no lo terminaba de procesar. Durante mucho tiempo Pamela había idealizado ese día, como un momento único y especial, no que surgiera de la nada forzado o de forma interesada, no quería que sus ideales y sueños de niña, la aplastaran con la realidad o la señalaran por haberse unido a todo ese teatro. —Oliver...—¿Sí? —le respondió poniéndose en marcha, y mirándola de reojo antes de volver a poner toda su atención en la carretera. —Gracias, ahora mamá podrá iniciar con el tratamiento. Y si no hubieras aparecido en mi vida, entonces no estaría pasando —emitió con la voz afectada debido a un mar de emociones que experimentaba y Oliver se sintió un poco triste por ella, más a sabiendas de que verdaderamente estaba pasando por un momento difícil. —En ese caso también tengo que agradecerte por aceptar mi propuesta, solo aviso que es apenas el principio —agregó. Pamela suspiró. Ya sé imaginaba que esos serían los meses más ete
Oliver todavía esperaba la respuesta de parte de la muchacha, aunque de seguro ella se estaba ocupando de otros asuntos y ya cuándo viera su mensaje le confirmaría si podía a esa hora y lugar para recurrir al encuentro. Tenía que conversar con ella al respecto. Suspiró hondo. Por su parte seguía a solas en ese lujoso piso. No se sentía incómodo, de hecho le satisfacía la soledad y tener su propio espacio, por eso antes de cumplir los veinte años de edad, ya se había independizado, sin embargo existía otro tipo de silencio que le perturbaba. Oliver se sirvió una copa de whisky, hace rato que había tomado una ducha, aunque lo único que quería era descansar, no era momento para tomarse un descanso. Las grandes oportunidades venían con enormes cargos, y él lo asumió de todos modos. Porque pensó en el bienestar de su padre, quería que pudiera dedicarle más tiempo a su madre, había estado trabajando sin parar durante años, agotado por los viajes de negocios, reuniones y todo lo que conl
El forcejeo comenzó, ella estaba tan asustada que no podía dejar de sentir su pobre corazón latiendo contra su pecho, avisando que en cualquier momento escaparía. Sus ojos estaban muy abiertos y trataba de soltarse como podía. Era imposible, él le ganaba en fuerza y peso. Nunca antes ella pensó que viviría una situación similar, es así como ya temía lo peor. —¡Déjate de una vez por todas! Eres tan preciosa y fascinante, no huyas, maldición —le exclamó con malicia y con la intención de besarla a la fuerza. Ella, a pesar de estar atrapada entre su cuerpo, no se iba a rendir tan fácil, necesitaba salir ilesa de todo eso. Si no lo intentaba, terminaría marcada por ese pervertido, y eso sí que no. No podía permitirlo. —¡Ayuda! Déjame, te lo suplico. Casi cuando logró besarle, ella le dio una patada en su entrepierna, golpe que lo tumbó al suelo, él estaba soltando alaridos de dolor. Se lo merecía. Pamela corría hacia la salida, no podía quedarse ahí. Pero Chocó con un pecho duro que le
Después de la llamada, su madre se había quedado un poco más tranquila a pesar de todo. Recordar todo lo que había pasado al encontrar a su novio con alguien más fue pesado y molesto, pero se lo había narrado su madre todo al pie de la letra, aunque seguiría ocultando lo que había sucedido realmente con el dinero ahorrado, no le quería decir que su novio había sido el responsable de que su dinero desapareciera. Su intención no era de ninguna manera salvar a su exnovio por lo malo que había hecho, simplemente no quería darle más dolores de cabeza a su madre, que ahora debía nada más tener la mente puesta en su recuperación y no en otras cosas. Oliver se presentó nuevamente ante ella.. Rápidamente notó que se había cambiado de ropa, todavía tenía el cabello húmedo y ahora en lugar de estar prolijo se encontraba revuelto, dándole un aspecto más jovial. En realidad se miraba muy sexy de esa manera. No quería seguir la ruta de sus pensamientos encaminados al atrevimiento, y batió la cab
Conectó con él.—No, créeme que de ninguna manera he querido decir eso —balbuceó y pasó saliva con dificultad. Él, que no dejaba de mirarlo de forma intensa, no hacía más que cohibirla. —Bien, ¿tienes hambre? —He comido, ¿lo has olvidado? —Ya han pasado varias horas de eso... Supongo que mañana tienes que trabajar —cambió de tema y ella se lo confirmó con un asentimiento de cabeza. —Sí...—Te llevaré al trabajo, solo debes darme la dirección. —¿Al trabajo? Ya no estoy segura de tener un empleo, ese hombre es mi jefe —reveló, como si Oliver estaba realmente ajeno a eso. —Ah, ya lo comprendo. No tienes de que preocuparte —anunció.—¿No? Porque sí debería, estar en Buckland es mi sueño, no debería perderlo. Él se aclaró la garganta. —Ese tipo estará tras las rejas, me han llamado, ya me encargué de todo, te lo dije. Así que no creo que conserve su empleo. Su sórdida acción lo dejará expuesto. Parpadeó, sin palabras. —Me iré a la cama, descansa. Oh, todavía sigo pensando en que