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3. Capítulo: "Acoso"

Pamela no se despertó con el alba, sino con el sonido de su móvil que le aturdió. Al principio no se ubicó al ver el nombre del remitente, luego ese "Oliver" hizo enfasis en su cabeza. Recordó desde su aparición mientras bailaba hasta la propuesta que solucionaría las cosas para ambos.

Ahora con la cabeza fría, todo era más extraño que anoche. Y se preguntaba, ¿en qué momento le dio su número? tampoco recordaba haberlo agendado ayer.

—¿Sí? —respondió con voz pastosa.

—Buenos días, ¿resaca? Si es así, recomiendo una bebida rehidratante o jugo de frutas. Te ayudará.

—Oliver, ¿no es así?

—Sí, ¿quién si no? Espero recuerdes todo lo de anoche.

—Lo recuerdo y no me lo creo.

—Hemos sellado el trato, así que espero puedas cumplir con tu palabra. Hoy en la tarde iremos al registro civil.

—De acuerdo —liberó el aire.

—Perfecto, por cierto, me tomé el atrevimiento de agregar mi contacto en tu teléfono, así pude obtener el tuyo. Anoche terminaste dándome instrucciones y te llevé en brazos a tu apartamento, estabas dormida —le explicó.

Pamela se tapó la boca. ¡¿La había traído hasta su habitación?! Se revisó, con razón había dormido con la misma ropa de la salida.

—Oliver, te dejaré, debo prepararme para el trabajo —avisó con la intención de cortarle.

—Y yo voy de camino al mío, es mi primer día —añadió.

Quiso preguntar más sobre su empleo, pero se le haría tarde.

—Seguiremos en contacto, Oliver —le colgó.

...

Mientras tanto, Oliver se quedó mirando el teléfono. Negó con la cabeza, nadie nunca se había atrevido a colgarle, pero ella lo hizo.

A la par de su asistente, Luna Goldman, quien desde años atrás estaba con él, desde que laboraba en la otra compañía de su padre, iba en la parte trasera del auto que conducía su chofer. Ahora como sucesor y nuevo director de la empresa publicitaria, tras la salida de su padre debido a la edad y su decisión de dedicarle tiempo a su esposa, se decidió por cederle el lugar a su único hijo.

Oliver se sentía ansioso, su ingreso a la compañía se mantendría en secreto, hasta fijar un día para dar el anuncio oficial.

—Luna, necesito que investigues sobre Pamela Mansfield, mantén el secreto por favor.

—Sí señor. ¿Puedo saber de qué se trata?

—Pamela será mi futura esposa, se me agota el tiempo para acceder a la herencia.

—No quiero meterme en sus asuntos, pero como alguien que se preocupa por su bienestar, me temo que una desconocida podría ser un riesgo.

—No te preocupes mucho, solo haz lo que te estoy pidiendo, así voy a descartar lo que me dices —aseguró y estuvo de acuerdo con ello.

—Bien, me pondré en eso. ¿Puedo saber en dónde la conoció?

—En un bar, allí estaba ella...

—Definitivamente es un riesgo.

Oliver suspiró. Cada minuto contaba, no podía darse el lujo de perder esa fortuna; estaba en apuros, sin tiempo de buscar a la mujer de su vida.

...

Buckland Company, dedicada a la publicidad y marketing, ya se dejaba avistar. Allí ocupaba el lugar de la aprendiz del Marketing Manager. Adquiriendo conocimiento sobre la estrategia global y la determinación de la propia marca o agencia. Ella Aspiraba seguir creciendo y escalar dentro de la misma. Deseaba ser Creative Designer, un puesto que llenaba ahí, un hombre muy capaz, así que no solo era un objetivo, también un desafío.

Ser aprendiz no era fácil, menos con las constantes demandas del señor Tom Morrison, este era estricto, y no le quitaba el ojo de encima. Durante esos tres meses no había cruzado la línea con ella, sin embargo, sus ojos a veces expresaban algo que no le daba buena espina.

La jornada de la mañana avanzó con ajetreo, sentía que ese día era más pesado, pero no durmió lo que necesitaba, razón por la que estaba así, cansada. Aunado a los días anteriores, ahora se sentía al borde del colapso.

Le dejó el café en el escritorio y pensaba salir, pero la detuvo.

—Señorita Mansfield, ¿no sueña usted con cumplir su sueño? —inquirió levantándose, Pamela frenó en seco y parpadeó curiosa sobre él.

—Estoy segura de que toda persona con un sueño quiere cumplirlo, señor.

Tom se acercó a ella sosteniendo una amplia sonrisa. A ella no le agradaba mucho su cercanía y sus ojos que se habían oscurecido extrañamente.

—Tal vez deba ser un poco más directo, Pamela.

—¿Qué tan directo? —pronunció bajito.

Estaba a poco de responder, de pronto le sonó el teléfono y resopló, antes de alejarse de ella. La joven aprovechó de salir de su oficina. Una vez en el exterior, se llevó la palma a su corazón. Se sentía terrible, alterada. ¿Qué había sido todo eso? No tenía remota idea. Pero el acercamiento de Tom le resolvió hasta el estómago. Algo le decía que hubo malas intenciones, pero sacudió la cabeza, pensando en que estaba siendo demasiado paranoica.

La interceptó la chica de los recados, Linda, curiosa de verle asustada. Y es que su semblante evidenciaba estar pasándola mal.

—¿Todo bien?

—¿Por qué no lo estaría? —dijo agitada.

—Parece que has visto un fantasma. A todo esto, ¿cuando iremos a tomar un café?

—Linda, no tengo tiempo. Debo seguir, con permiso.

—Se rumorea que el hijo del presidente tomará su lugar, ¿es cierto? —susurró.

Se volvió a ella.

—No he escuchado algo parecido, sinceramente no lo sé —admitió —. No deberías seguir esparciendo solo un rumor, podrías meterte en problemas.

—Lo siento, solo lo escuché por ahí, ha de ser una mentira. Solo me preocupa que cambien las políticas, que sea un inflexible cómo su padre...

—Suficiente, Linda. Deberías tener cuidado, un día de estos hablar de más te puede condenar —advirtió dejándola allí.

La pelinegra sacó el labio inferior, no sabía por qué Pamela se tomaba las cosas así, no creía estar diciendo algo malo. Se encogió de hombros, antes de reanudar el avance hasta la oficina del señor Tom, quién no parecía estar de buen humor.

Mientras Pamela caminaba a la sala de reuniones para cerciorarse de que todo estuviera preparado para la junta en media hora, Oliver entraba cauteloso a la compañía, tomó el elevador que solo el presidente podía usar, pero que de pequeño junto a su padre ya había abordado. Ascendía al último peso, hacia una enorme responsabilidad.

Luna lo acompañó en todo momento, pero se retiró pronto, necesitando tiempo para investigar sobre Pamela. Oliver le dio hasta una foto sobre la mujer; seguía pensando que era una locura involucrarse con una desconocida.

A pesar de saberlo, no podía inmiscuirse más en los asuntos del joven Buckland.

Se paseó por las instalaciones de Buckland Company, hasta chocar con una empleada. Se esperaba cualquier otra persona, no justo la mujer de la foto.

—¿Pamela Mansfield? —quiso saber abriendo los ojos de par en par, la aludida la miró confusa.

De no ser porque tenía su nombre en la inscripción de la camisa, le habría preguntado cómo sabía su nombre.

—Oh, claro. ¿Nos conocemos de algún lado? —frunció el ceño, nunca la había visto por ahí.

Luna pasó saliva con dificultad.

Era una extraña coincidencia que aquella mujer, que había conocido Oliver en un bar, trabajara en la compañía. De seguro se toparían en algún momento, por eso debía ponerlo al tanto, si es que no quería revelar su posición ahí.

—Pamela... —repitió y la susodicha se le quedó viendo, confusa.

—¿Sucede algo conmigo? —señaló.

Luna sacudió la cabeza de inmediato, recuperando la serenidad.

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