Asthon se desvió de casa, no volvería pronto, en lugar de eso, fue a un café. Ese día había decidido contarle a sus padres que sabía toda la verdad, que conocía su origen verdadero, resultando una falacia pesada que se desmoronó sobre él.Pero no tenía el valor necesario para hacerlo, le costaba mucho encontrar la determinación. Animado por Olivia no sé daba por vencido, la joven a cada rato le recalcaba que tenía que sincerarse. —Oh, lo siento mucho —soltó al tropezar con una mujer, ella era alguien joven y de abundante cabello. —No te preocupes —emitió sin enfadarse por el incidente, Asthon inevitablemente conectó con sus ojos, a ella le pareció familiar. Tal vez solo la estaba confundiendo con alguien más. —¿Nos conocemos? —curioseó antes de que un tipo alto hizo acto de presencia colocándose al lado de la fémina, claramente posesivo —. De seguro no, con permiso. La mujer alcanzó a leer la inscripción de su uniforme, por eso se quedó congelada y su prometido ya le preguntaba s
—Papá, mamá...Ambos estaban en medio de la sala tomando café y conversando sobre una reunión pautada para el día siguiente. Pamela fue la primera que se giró para ver a su hijo y darse cuenta de que se expresión lo decía todo. Algo le ocurría. Oliver también le prestó atención. Asthon por dentro era todo un manojo de nervios, inseguro sobre lanzar la bomba o postergarlo un poco más, al final se sentó frente a ellos. Entrelazó las manos y no los miró, hasta conseguir la valentía y determinación que ya escaseaba otra vez. —Asthon, ¿ha sucedido algo? No me digas que tu hermana otra vez se ha metido en problemas en la preparatoria —se precipitó su madre, ya que la joven era quién siempre solía ser rebelde. —No, no se trata de ella, sino de mí. Oliver negó. —No creo que hallas echo algo malo. Siempre mantienes la compostura. —¡No se trata de eso! —elevó la voz sin darse cuenta y se arrepintió al instante, sus padres lo miraban con la expresión desconcertados —. Lo siento, pero no
Olivia durante la clase no dejó de pensar en su hermano. Asthon la estaba pasando verdaderamente mal, quería estar cerca de él y darle apoyo. Intentó centrarse en la actividad y no pudo. Pero no deseaba ir a verle, no cuando él mismo dijo que necesitaba espacio. Así que, tomándolo en cuenta, no deseaba irrumpir en el departamento. Lo extrañó más, cuando durante la madrugada se fue a su habitación y se quedó ahí intentando dormirse en su cama, pero con su ausencia, no lo consiguió. Pamela tampoco pudo dormir, daba una caminata con la intención de conciliar el sueño, pero no lo logró. Ella también fue a la habitación de Asthon, y se encontró con su hija en posición fetal. Olivia también lo echaba de menos. —¿Estás dormida? Se tensó al ver que su madre entró. Así que fingió dormir, sin embargo no pasó mucho, cuando fue delatada por su respiración. Pamela se quedó sentada en la orilla de la cama. Sabía que Olivia no dormía. —Olivia, no me digas que aún sigues enfadada conmigo. Lo s
Guido se puso a su lado. —Ahora qué has mirado la fachada de la casa y sabes que vive aquí, deberíamos marcharnos. —No, Guido. Me gustaría hablar con Pamela, sé que ella está allí y me recuerda todavía. Su prometido no estaba de acuerdo con ello, se estaba metiendo en un pasado que no tenía que involucrarla otra vez. —No, vayamos a casa. No será nada bueno. —Ya te dije que hablaré con ella. Ahora que estoy aquí, no pienso retirarme hasta conseguir verla. —¡Dios mío, Mar! Ni siquiera tienes su número de teléfono, será demasiado extraño que te aparezcas después de tanto tiempo. ¿Qué sucede si ese muchacho está allí? También tienes que pensar en él y en como toda esta situación puede afectarlo, ha vivido tantos años pensando ser parte legítimo de los Buckland, no vayas a cambiarlo, por favor. El europeo quería hacerla entrar en razón a su prometida, que cegada por la nostalgia y todo el revuelo dentro de su cabeza, no miraba las consecuencias, solo necesitaba verlo aunque sea una v
Mar aceptó la bebida caliente mientras su esposo permanecía dando una vuelta por el jardín, su excusa para dejarla a solas con Pamela. —¿Así que te has convertido en una excelente pianista? Estoy feliz por ti. —Gracias. Pamela no te quiero incomodar, sé que ni siquiera debería estar aquí. —Descuida. ¿Has tenido una vida tranquila? —quiso saber, tragando duro. —Supongo, mis padres me han estado apoyando desde entonces. Pamela, últimamente estaba pensando en ese pequeño, ni siquiera lo quise ver, ambos somos ahora completamente desconocidos que alguna vez estuvieron juntos. Demasiado extraño pensar que puede ser el único hijo. —¿A q-qué te refieres? —Irónicamente no puedo tener hijos, lo he intentado, y no funciona. ¿Debería creer que es un castigo?—Mar... Me gustaría conversarte mucho de Asthon, pero no lo haré viéndote tan preocupada. Por eso iré al grano, Él... sabe la verdad, que el nombre de su madre biológica es Mar. Hace algunos días atrás se enteró, las cosas no andan bie
Pamela se dio cuenta de que el dinero de su cuenta bancaria había desaparecido, que todo lo que ahorró para costear el tratamiento de su madre se esfumó, lo peor de todo es que el historial reveló que alguien estuvo de compras. Se le detuvo el corazón; además de ella, solo su novio tenía acceso a la cuenta. Todo el cuerpo le tiritó, la ansiedad surgía en forma de espiral dentro de sí. No quería hacerse a ideas locas, pero nada era improbable. La clase de artes terminaba dentro de media hora, ahí no podía usar su móvil. Así que no lo llamó al teléfono, solo se fue a casa, ya hablaría con él, pero algo no andaba bien. Lo hacía ya en el trabajo, sin embargo, ruidos extraños provenientes de la segunda planta, la alertaron. ¿Alguien se había metido a su casa?Pamela dejó de revisar esa tarjeta de contacto que halló en la mesita del recibidor que no tenía idea de por qué estaba ahí, era de una academia importante de arte. Ahora reparaba en los sonidos misteriosos; estuvo a punto de marca
A los días tendría que regresar a Buckland Company, su lugar de trabajo, sin embargo no tenía ganas. Había sido demasiado para ella. No podía siquiera pensar en laborar, aunque no tenía opción. El día viernes faltó a la universidad, compaginar estudios y trabajo no era fácil, pero lo intentaba. Confirmar que diez obras suyas fueron compradas por un marchante de arte, aunque todas las obsequió a Bruce, no dejaba de ser un robo para ella. No solo se gastó su dinero en su amante, también echó por la borda el esmero y tiempo que puso en las pinturas, sobre todo, trituró el valor sentimental importandole un bledo. Llevaba horas sin comer bien, no dormía lo suficiente y se sumió en la tristeza. El despecho la estaba devorando. En lugar de seguir llorandole a un tipo que no la merecía, rompió la cuerda que la apresaba con una salida de súbito al bar nocturno de la ciudad. Estuvo tomando sin parar, bailando al ritmo pegajoso de la música. Hasta sentir el aliento a vodka y ginebra en su ore
Pamela no se despertó con el alba, sino con el sonido de su móvil que le aturdió. Al principio no se ubicó al ver el nombre del remitente, luego ese "Oliver" hizo enfasis en su cabeza. Recordó desde su aparición mientras bailaba hasta la propuesta que solucionaría las cosas para ambos. Ahora con la cabeza fría, todo era más extraño que anoche. Y se preguntaba, ¿en qué momento le dio su número? tampoco recordaba haberlo agendado ayer. —¿Sí? —respondió con voz pastosa. —Buenos días, ¿resaca? Si es así, recomiendo una bebida rehidratante o jugo de frutas. Te ayudará. —Oliver, ¿no es así? —Sí, ¿quién si no? Espero recuerdes todo lo de anoche. —Lo recuerdo y no me lo creo. —Hemos sellado el trato, así que espero puedas cumplir con tu palabra. Hoy en la tarde iremos al registro civil. —De acuerdo —liberó el aire. —Perfecto, por cierto, me tomé el atrevimiento de agregar mi contacto en tu teléfono, así pude obtener el tuyo. Anoche terminaste dándome instrucciones y te llevé en brazo