Olivia durante la clase no dejó de pensar en su hermano. Asthon la estaba pasando verdaderamente mal, quería estar cerca de él y darle apoyo. Intentó centrarse en la actividad y no pudo. Pero no deseaba ir a verle, no cuando él mismo dijo que necesitaba espacio. Así que, tomándolo en cuenta, no deseaba irrumpir en el departamento. Lo extrañó más, cuando durante la madrugada se fue a su habitación y se quedó ahí intentando dormirse en su cama, pero con su ausencia, no lo consiguió. Pamela tampoco pudo dormir, daba una caminata con la intención de conciliar el sueño, pero no lo logró. Ella también fue a la habitación de Asthon, y se encontró con su hija en posición fetal. Olivia también lo echaba de menos. —¿Estás dormida? Se tensó al ver que su madre entró. Así que fingió dormir, sin embargo no pasó mucho, cuando fue delatada por su respiración. Pamela se quedó sentada en la orilla de la cama. Sabía que Olivia no dormía. —Olivia, no me digas que aún sigues enfadada conmigo. Lo s
Guido se puso a su lado. —Ahora qué has mirado la fachada de la casa y sabes que vive aquí, deberíamos marcharnos. —No, Guido. Me gustaría hablar con Pamela, sé que ella está allí y me recuerda todavía. Su prometido no estaba de acuerdo con ello, se estaba metiendo en un pasado que no tenía que involucrarla otra vez. —No, vayamos a casa. No será nada bueno. —Ya te dije que hablaré con ella. Ahora que estoy aquí, no pienso retirarme hasta conseguir verla. —¡Dios mío, Mar! Ni siquiera tienes su número de teléfono, será demasiado extraño que te aparezcas después de tanto tiempo. ¿Qué sucede si ese muchacho está allí? También tienes que pensar en él y en como toda esta situación puede afectarlo, ha vivido tantos años pensando ser parte legítimo de los Buckland, no vayas a cambiarlo, por favor. El europeo quería hacerla entrar en razón a su prometida, que cegada por la nostalgia y todo el revuelo dentro de su cabeza, no miraba las consecuencias, solo necesitaba verlo aunque sea una v
Mar aceptó la bebida caliente mientras su esposo permanecía dando una vuelta por el jardín, su excusa para dejarla a solas con Pamela. —¿Así que te has convertido en una excelente pianista? Estoy feliz por ti. —Gracias. Pamela no te quiero incomodar, sé que ni siquiera debería estar aquí. —Descuida. ¿Has tenido una vida tranquila? —quiso saber, tragando duro. —Supongo, mis padres me han estado apoyando desde entonces. Pamela, últimamente estaba pensando en ese pequeño, ni siquiera lo quise ver, ambos somos ahora completamente desconocidos que alguna vez estuvieron juntos. Demasiado extraño pensar que puede ser el único hijo. —¿A q-qué te refieres? —Irónicamente no puedo tener hijos, lo he intentado, y no funciona. ¿Debería creer que es un castigo?—Mar... Me gustaría conversarte mucho de Asthon, pero no lo haré viéndote tan preocupada. Por eso iré al grano, Él... sabe la verdad, que el nombre de su madre biológica es Mar. Hace algunos días atrás se enteró, las cosas no andan bie
Pamela se dio cuenta de que el dinero de su cuenta bancaria había desaparecido, que todo lo que ahorró para costear el tratamiento de su madre se esfumó, lo peor de todo es que el historial reveló que alguien estuvo de compras. Se le detuvo el corazón; además de ella, solo su novio tenía acceso a la cuenta. Todo el cuerpo le tiritó, la ansiedad surgía en forma de espiral dentro de sí. No quería hacerse a ideas locas, pero nada era improbable. La clase de artes terminaba dentro de media hora, ahí no podía usar su móvil. Así que no lo llamó al teléfono, solo se fue a casa, ya hablaría con él, pero algo no andaba bien. Lo hacía ya en el trabajo, sin embargo, ruidos extraños provenientes de la segunda planta, la alertaron. ¿Alguien se había metido a su casa?Pamela dejó de revisar esa tarjeta de contacto que halló en la mesita del recibidor que no tenía idea de por qué estaba ahí, era de una academia importante de arte. Ahora reparaba en los sonidos misteriosos; estuvo a punto de marca
A los días tendría que regresar a Buckland Company, su lugar de trabajo, sin embargo no tenía ganas. Había sido demasiado para ella. No podía siquiera pensar en laborar, aunque no tenía opción. El día viernes faltó a la universidad, compaginar estudios y trabajo no era fácil, pero lo intentaba. Confirmar que diez obras suyas fueron compradas por un marchante de arte, aunque todas las obsequió a Bruce, no dejaba de ser un robo para ella. No solo se gastó su dinero en su amante, también echó por la borda el esmero y tiempo que puso en las pinturas, sobre todo, trituró el valor sentimental importandole un bledo. Llevaba horas sin comer bien, no dormía lo suficiente y se sumió en la tristeza. El despecho la estaba devorando. En lugar de seguir llorandole a un tipo que no la merecía, rompió la cuerda que la apresaba con una salida de súbito al bar nocturno de la ciudad. Estuvo tomando sin parar, bailando al ritmo pegajoso de la música. Hasta sentir el aliento a vodka y ginebra en su ore
Pamela no se despertó con el alba, sino con el sonido de su móvil que le aturdió. Al principio no se ubicó al ver el nombre del remitente, luego ese "Oliver" hizo enfasis en su cabeza. Recordó desde su aparición mientras bailaba hasta la propuesta que solucionaría las cosas para ambos. Ahora con la cabeza fría, todo era más extraño que anoche. Y se preguntaba, ¿en qué momento le dio su número? tampoco recordaba haberlo agendado ayer. —¿Sí? —respondió con voz pastosa. —Buenos días, ¿resaca? Si es así, recomiendo una bebida rehidratante o jugo de frutas. Te ayudará. —Oliver, ¿no es así? —Sí, ¿quién si no? Espero recuerdes todo lo de anoche. —Lo recuerdo y no me lo creo. —Hemos sellado el trato, así que espero puedas cumplir con tu palabra. Hoy en la tarde iremos al registro civil. —De acuerdo —liberó el aire. —Perfecto, por cierto, me tomé el atrevimiento de agregar mi contacto en tu teléfono, así pude obtener el tuyo. Anoche terminaste dándome instrucciones y te llevé en brazo
—No, no pasa nada. Bueno, puede que solo nos hemos visto por ahí. ¿Laboras aquí? —Sí, soy aprendiz, de hecho el señor Tom Morrison es mi jefe —expiró —. ¿Y tú? No te había visto por aquí. Lo siento, tal vez no debería ser tan informal. —Descuida, es porque soy nueva, me llamo Luna. Soy asistente del señor... —se frenó, no podía decir su nombre, Oliver le pidió que mantuviera el secreto de su ingreso a la compañía. —Ya te acordarás, Luna, a mí también me costó aprenderme los nombres. Debo seguir trabajando —avisó yéndose. Luna volvió a la oficina de Oliver. Tenía que contarle sobre eso. —Señor —soltó presentándose en su despacho —. Acabo de ver a la chica, a Pamela Mansfield y es empleada de aquí, aprendiz de Tom Morrison. —¿Tom Morrison? Debería ponerme al día con los que estás a cargo de cada función aquí, ¿estás segura de que es ella? —se frotó la barbilla. —Sí, es la misma, debería decirle que es el dueño. ¿No se lo mencionó? —De ninguna manera, Luna —la miró serio —. Puede
No era asidua al maquillaje, no tenía ese afán por usar en su rostro diversos productos de belleza, sin embargo, se esforzó por salir de su zona de confort y usar un poco más de lo solía. De solo abrir uno de los cajones en su habitación y ver la instantánea de ese día, se le congeló el corazón. Aún se estrujaba en su lugar, Bruce se portó tan mal con ella, aún así lo seguía queriendo. Se secó las lágrimas. Perdió a dos personas, pero si miraba desde otra perspectiva, solo se deshizo de dos seres miserables en su vida. Gabriela y Bruce eran tal para cual. El karma les llegaría en cualquier momento. Descubrió cuantiosas fotos más, que ya no guardaría. Las rompió y tiró en el cubo de la basura. Ahí pertenecían, en el olvido. Le quedaba poco tiempo, milagrosamente pudo ducharse en unos minutos. Se puso un vestido azul celeste sobre sus rodillas, convencida de que el blanco lo dejaría para su futura boda de verdad; se decidió por calzar zapatos cerrados de tacón. Finalizó haciendo ond