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7. Capítulo: "Peligro Al Acecho"

Oliver todavía esperaba la respuesta de parte de la muchacha, aunque de seguro ella se estaba ocupando de otros asuntos y ya cuándo viera su mensaje le confirmaría si podía a esa hora y lugar para recurrir al encuentro.

Tenía que conversar con ella al respecto.

Suspiró hondo.

Por su parte seguía a solas en ese lujoso piso. No se sentía incómodo, de hecho le satisfacía la soledad y tener su propio espacio, por eso antes de cumplir los veinte años de edad, ya se había independizado, sin embargo existía otro tipo de silencio que le perturbaba. Oliver se sirvió una copa de whisky, hace rato que había tomado una ducha, aunque lo único que quería era descansar, no era momento para tomarse un descanso.

Las grandes oportunidades venían con enormes cargos, y él lo asumió de todos modos. Porque pensó en el bienestar de su padre, quería que pudiera dedicarle más tiempo a su madre, había estado trabajando sin parar durante años, agotado por los viajes de negocios, reuniones y todo lo que conllevaba ser el ejecutivo de una de las empresas más importantes del marketing y publicidad.

Ahora era su turno.

Todavía estaba buscando la manera de comunicarle a sus padres que ya se había casado, claramente sería una noticia que los iba a sorprender a los dos, quiénes no lo habían visto en una relación seria. De antemano sabían que su hijo era alguien que le huía a los compromisos y prefería mantenerse alejado de todo tipo de relaciones que se encaminaban a ser formales.

Aunado a ello, le había dejado claro a su padre que no sé casaría, porque no quería ser ese tipo de esposo que teniendo un trabajo tan demandante, como ser el CEO en una compañía relevante, eso le absorbía demasiado tiempo, impidiéndole darle la atención que merecía a su pareja.

En realidad no era la razón principal, consideraba estar soltero una oportunidad para crecer y seguir puliendose como profesional. Dejó de ver el matrimonio como algo innecesario al descubrir, hace dos meses atrás, la lectura oficial del testamento de su abuelo. Siendo la única manera de acceder a la herencia, ser un hombre casado, no dudó en ceder a la idea.

Volvió a darle un sorbo a su bebida. Ya era tarde. Así que se puso a revisar unos documentos, al menos podría dormirse antes de las tres de la madrugada.

Expiró. El trabajo lo volvía loco. Que todo fuera por demostrar de que estaba hecho, por asegurarle a su padre que su firme decisión de dejarle en manos la compañía, había sido lo mejor que pudo hacer.

...

—No debería de estar aquí, señor Morrison. Es demasiado tarde, en caso de que necesitaba algo me pudo haber llamado por teléfono. Yo...

Él negó con la cabeza.

—No se puede por una llamada telefónica señorita Mansfield. ¿Será tan grosera y me dejará aquí afuera? —se atrevió a decirle a la muchacha, mientras la seguía mirando con esos ojos lleno de peligro.

Incluso cuando ella sabía que algo malo se avecinaba, no pudo correr. No tuvo la valentía para hacer algo.

Así que tuvo el error de hacerse a un lado, y luego de eso él se adentró. Lo siguió detrás, aún no recuperaba el oxígeno del todo, y sabía que seguía siendo una decisión tonta la de permitir que entrara ahí.

Ella caminaba detrás. Mientras Tom se encontraba como si estuviera en su propia casa y observaba todo a su alrededor, la joven pasó saliva con dificultad.

Al fin llegaban a la sala, sin que ella le dijera que podía sentarse ya se estaba ubicando en el sofá. Era la primera vez que aparecía por allí, y sabía que no se debía al trabajo, sino que se trataba sobre lo que sucedió en la oficina. Lo último que pasó por su mente fue que probablemente él estaba allí para hablarle sobre una despedida, cómo se negó y escapó él, ahora no podría seguir laborando en la compañía.

—Señor Morrison, me gustaría que fuera directo al grano. Ya es demasiado tarde y todavía tengo algunas cosas por hacer, no quiero ser irrespetuosa, solo...

—¿Debería de hacerlo? —emitió suspirando.

—No es correcto que esté aquí a esta hora, además...

—¿Es que su novio se va a enfadar?

—En primer lugar, no debería de hacer ese tipo de preguntas, solamente le estoy pidiendo de forma educada, que sea lo más conciso posible y se retire de mi casa.

—Ay, Pam, querida Pam...

Ella tragó con dureza, no podía creer que le dijera todo eso. Que fuera tan cínico. Otra cosa que la dejaba perpleja, era el hecho de que él había mencionado algo sobre su pareja. Pamela nunca había hablado sobre su vida amorosa en el trabajo, consideraba que no era algo apropiado mezclar lo laboral con lo personal.

Después de pensar un poco más, no le sorprendía que lo supiera. De seguro había investigado más de lo que debía sobre ella.

Eso la asustó demasiado.

—Disculpe —dijo de pronto, retirándose de allí, su intento por hacer algo.

Se estaba esforzando bastante por disimular el temblor que estaba atravesando cada centímetro de su cuerpo, a medida que avanzaba directamente a su habitación. Presentía de todo corazón que iba a suceder algo si no lo evitaba. Su móvil estaba en el escritorio, lo revisó dándose cuenta de que ya tenía la respuesta de Oliver.

Su nombre iluminó su mente, pensando que era una buena idea decirle que viniera a su casa. Tom no se iría por su cuenta, eso presentía.

Así que lo llamó.

—Pamela, ¿Te parecido bien la hora y el sitio? —le consultó.

—Oliver, ¿ahora estás ocupado? Necesito que vengas a mi casa, si no es mucha molestia.

—¿Me darás una razón? No te voy a mentir, hay un montón de papeles sobre mi escritorio, y varios archivos por revisar en mi portátil.

—¿Pamela, estás ahí? No creo que no sepas qué es de mala educación dejar al invitado a solas —habló ese hombre, detrás de la puerta.

Y, Pamela recordó que no le había colocado el seguro a la puerta. El temor la paralizó, y el teléfono se salió de sus manos.

—¿Aló? Pamela, ¿qué sucede?

Se cortó la llamada.

Tom fue lo siguiente que apareció en su campo de visión.

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