—Soy tu única oportunidad de casarte. De lo contrario, nadie se interesará por una mujer que ya casi no podrá dar hijos. ¡Tienes 35, Svetlana, te haces vieja! ─── ⋆⋅☆⋅⋆ ── ─── ⋆⋅☆⋅⋆ ── ─── ⋆⋅☆⋅⋆ ── Svetlana Jones, a sus 35 años, creía haber encontrado el amor. Huérfana y marcada por un trauma que le impide tener relaciones sexuales, ve en Ricardo Bianchi al príncipe azul que tanto había esperado. Sin embargo, su cuento de hadas se desmorona cuando, un día antes de su boda, descubre que su supuesto príncipe no es más que un horrendo sapo. Herida por su traición y decidida a vengarse, Svetlana expone la infidelidad de Ricardo el mismo día de la ceremonia, sin imaginar que un enigmático hombre, que resulta tan atractivo como peligroso, le propondría matrimonio en ese instante y ella aceptaría. Enzo Bianchi, es un hombre marcado por la tragedia, y ha construido su imperio sobre el sufrimiento y la ley del más fuerte, convirtiéndose en un hombre frío y calculador. Pero una deuda lo vincula con una mujer que nunca pensó que lo arrastraría a una guerra que no había anticipado: la guerra por su corazón. Asi que decidido a reclamar lo que considera suyo, no se detendrá ante nada, ni siquiera ante el hecho de que Svetlana sea la prometida de su sobrino. Porque el, ha comprado una esposa y eso es lo que obtendrá, aun si ella se niega y amenaza con escapar. Asi su convivencia se convierte en un campo de batalla donde la pasión, el deseo y los secretos saldrán a la luz, porque en este matrimonio, nada es lo que parece y, aunque el amor podría ser el final, ambos temen que sus oscuros pasados puedan separarlos para siempre.
Leer másCAPITULO 80: ÉL ERA SUYO Y ELLA ERA DE ÉL.Enzo se estrelló dentro de ella de un golpe implacable. El aire abandono los pulmones de Lana en un grito áspero, y se sacudió debajo de él. Su grosor duro la llenó casi dolorosamente. Ella podía sentir cada centímetro de él, pulsando dentro de su húmedo calor. Presionó la cara contra su hombro y gimió ruidosamente. Y Enzo se retiró por completo, solo para volver a entrar en ella con tanta fuerza que lucho por respirar. La folló implacablemente, cada empuje con cruda necesidad. —Te amo —susurró contra su cuello—. Y solo te amare a ti, mia vita.Svetlana se apretó a su alrededor cada vez que le estrellaba contra ella. Más fuerte. Más rápido. Más profundo. Y pronto sus embestidas controlados perdieron su control. — ¡Eres mía! —gruñó en su oído, con la respiración era áspera. — ¡Si! —respondió ella, dolorosamente consciente de su necesidad porque sentía lo mismo.La sensación era demasiado. El cuerpo de Lana estaba hormigueando y fuera
CAPÍTULO 79: IRREMEDIABLEMENTE ENAMORADO DE TI.Enzo se acercó con una calma intimidante y sus ojos azules brillaban con una mezcla peligrosa de deseo y poder, devorándola con la mirada.—Vas a entregarte a mí, y haré que descubras cosas de ti misma que ni siquiera imaginabas, amore.Su voz era baja, grave, cargada de esa sensualidad dominante que hacía que el aire pareciera más denso. Lana lo miraba con una mezcla de expectativa y nerviosismo. Y sin decir más, Enzo ató sus muñecas con unas correas de cuero negro.—Voy a inmovilizarte, tesoro, para que todo lo que sientas sea por mí. Nada te distraerá. Serás mía completamente.Lana asintió, con el corazón golpeándole con fuerza en el pecho. Enzo comenzó a atar sus muñecas a una argolla en el poste de la cama, asegurándose de que estuvieran sujetas, pero sin hacerle daño, inmovilizándola por completo.Ahora estaba completamente expuesta, indefensa ante él, su cuerpo tendido como una ofrenda.Se apartó un momento para admirarla. Sus ojo
CAPÍTULO 78: ENTREGATE A MI.Enzo deslizó sus labios lentamente por el cuello de Svetlana, dejando un rastro cálido y húmedo que hizo que ella cerrara los ojos y se mordiera el labio inferior para contener un suspiro. Su aliento rozaba su piel como una caricia que encendía cada centímetro de su cuerpo.—No tienes idea de lo que haces conmigo, vita mia… —murmuró él con voz ronca, tan cerca que ella pudo sentir el roce de sus palabras en su clavícula.Svetlana tembló bajo su toque, pero no era miedo, no. Era el fuego que él siempre lograba encender en ella con solo mirarla, con solo pronunciar su nombre. Y ahora, con los labios de Enzo chupando sus pechos, ese fuego amenazaba con consumirla por completo.—Enzo… —susurró.Él levantó la cabeza para mirarla. Sus ojos oscuros estaban cargados de una intensidad que hacía imposible apartar la mirada. Había algo crudo, casi salvaje, pero también algo infinitamente tierno.—Dime que soy lo único que necesitas —murmuró él.Svetlana abrió la boca
CAPÍTULO 77: TÚ ERES MÁS IMPORTANTE QUE TODO. Svetlana se abrazaba a sí misma mientras observaba por la ventana de su habitación. Pero no eran las flores del jardín lo que veía. Su mente vagaba lejos, muy lejos de allí. Veía a un niño de cabello castaño y ojos azules, tan azules como el cielo mismo. Y una sonrisa melancólica cruzó su rostro. Pero no fue solo el niño quien ocupó su mente; una imagen más serena se coló en sus pensamientos. El rostro de un hombre con el cabello blanco y una mirada apacible, su padre. Fiódor Orlov. Lo extrañaba con todo el corazón. Recordó esos meses que habían compartido juntos, en los que él, con cada gesto protector y cada palabra de amor, había llenado los vacíos de su alma. Como aquel día en el que, sentados junto al lago, él le había enseñado a remar. —Debes confiar en ti misma, hija —le había dicho con paciencia mientras la observaba maniobrar los remos—. La corriente es como la vida. Si te detienes, te lleva donde ella quiere. Si tomas el contr
CAPÍTULO 76: PERFECTAMENTE A SU FAVOR.El hombre estaba amarrado a la silla, los brazos tensos por las cuerdas que le cortaban la piel. Estaba desnudo, vulnerable, y su respiración era errática, casi como la de un animal acorralado. A su alrededor, el aire estaba frío, pero no tanto como el agua helada que uno de los hombres de Iván vació sobre su cuerpo. El líquido golpeó su piel como agujas, arrancándole un alarido seco.—¡Por favor! —gritó, escupiendo agua mientras trataba de retorcerse—. ¡Basta, por favor!Pero Iván no dijo una palabra. Se mantenía firme al otro lado de la sala, las sombras arañando su rostro serio y su mirada que podría helar la sangre. Sus ojos eran pozos oscuros, furiosos, sin un rastro de compasión. Solo dio una señal con la cabeza.El sonido del zumbido eléctrico fue lo siguiente. Los cables hicieron contacto con los pies desnudos del hombre, y un grito desgarrador se elevó en la habitación.—¡AAAAHHH! ¡NO! ¡NO MÁS! ¡DUELE! —Su cuerpo convulsionaba contra la
CAPÍTULO 75: UN NUEVO PAHKÁN. Fiódor entró tambaleante en su habitación y cerró la puerta con un ademán torpe. Llevó una mano al pecho, sintiendo un dolor agudo y la sensación de que el aire apenas llegaba a sus pulmones. Su respiración era entrecortada y sofocante. De repente, comenzó a toser con violencia. Sacó el pañuelo blanco que siempre llevaba consigo y se cubrió la boca. Al retirarlo, lo vio manchado de sangre. La vista del rojo intenso sobre la tela le provocó un estremecimiento profundo. Se sintió cada vez más débil. Su respiración era casi nula, como si una fuerza invisible le oprimiera el pecho sin piedad. Cerró los ojos y, en medio de aquel silencio sofocante, pensó en Svetlana, su querida hija. «¡Oh, si pudiera verte una vez más! Solo una vez antes de reunirme con tu madre». Apoyándose en las sillas que encontraba a su paso, intentó avanzar, pero su cuerpo no respondía con firmeza. Apenas dio unos pasos cuando la puerta se abrió bruscamente. Fiódor se giró con dificu
CAPÍTULO 74: TRÁELA DE VUELTA.La mujer atravesó el jardín con pasos rápidos, casi apresurados. La gabardina negra que llevaba puesta se agitaba con el viento, ocultándola entre las sombras. A su alrededor, el silencio era absoluto, roto solo por el crujir de la grava bajo sus botas. Cuando llegó a las habitaciones de los empleados, golpeó la puerta sin perder tiempo.La puerta se abrió de inmediato.Boris estaba del otro lado, su mirada opaca y sus movimientos torpes, como si cargara el peso del mundo sobre los hombros. Greta entró sin decir una palabra, cerrando la puerta tras de sí con un leve empujón. Se quitó la gabardina con un movimiento ágil, pero de pronto sus manos se detuvieron al ver el brazo derecho de Boris. La piel estaba amoratada, marcada, hinchada de una forma grotesca y envuelta en gasa.Y por supuesto no había una mano.Por un momento, Greta pareció perder el control. Su rostro palideció, aunque rápidamente contuvo el asco y frunció los labios en una mueca casi ind
CAPÍTULO 73: UN PEQUEÑO ENZO.Cuando Enzo abrió la puerta de la habitación, se detuvo en seco. La escena frente a él lo dejó sin palabras: Svetlana estaba sentada en el borde de la cama, inclinada con ternura sobre Miguel, quien dormía profundamente bajo el efecto de la anestesia. Sus manos acariciaban con suavidad el cabello del niño, como si estuviera acariciando algo frágil y precioso. La luz tenue de la habitación le daba un aire casi etéreo, y mientras le cantaba una canción en voz baja, se veía como una madre protectora, serena y maternal, una imagen que nunca había visto en ella.El pecho de Enzo se apretó con fuerza.Algo en él se removió, un deseo que crecía más y más: tener a su hijo con ellos, verla a ella así, dedicada y amorosa, con su pequeño. La idea de un futuro en el que Svetlana hiciera lo mismo con su hijo lo golpeó con fuerza. Era un anhelo que lo desgarraba por dentro y, al mismo tiempo, lo hacía sentir débil.Respiró hondo y se recompuso.Abrió la puerta por comp
CAPITULO 72: NADIE LA TOCA.Boris siguió la dirección de su mirada y vio la silla de metal colocada en el centro de la bodega. Sus reposabrazos estaban adornados con correas de cuero. Su corazón dio un salto violento en el pecho. —S-señor... yo... yo solo hacía mi trabajo... yo no quería... —No me hagas perder el tiempo —respondió Enzo con un gesto molesto, y luego chasqueó los dedos. Sin más preámbulos, Gennaro y Alfonso lo sujetaron por los brazos. Boris intentó resistirse, pero la fuerza de ambos hombres lo superó fácilmente. Lo arrastraron hasta la silla y lo empujaron para que se sentara. —¡Señor! ¡Por favor, no! —suplicó mientras sus muñecas y tobillos eran asegurados con las correas. Enzo observó la escena con calma. Luego, se acercó a una pequeña mesa cercana y comenzó a colocarse un par de guantes negros, uno a uno, con movimientos pausados y meticulosos. —¿Sabes, Boris? —dijo suavemente—. De pequeño no me gustaba compartir mis juguete