CAPÍTULO 11: UNA ESPOSA ASESINA.«Tengo que escapar, tengo que hacerlo cuanto antes», pensó Lana, aferrándose a esa idea mientras corría. No sabía cómo, pero encontraría la manera. Tenía que hacerlo. Porque, aunque odiaba admitirlo, su nuevo marido no era solo peligroso. Era irresistible, y eso lo hacía aún más mortal.Enzo, por su parte, respiró hondo varias veces, tratando de calmar el dolor que aún lo paralizaba. Finalmente, logró enderezarse, envuelto solo en la toalla que llevaba, y apretó los dientes lleno de furia e incredulidad.—¡Lanaaaaa! —gritó, su voz resonando en el pasillo como un trueno—. ¡Corre todo lo que quieras! ¡Pero cuando te atrape, te juro que no podrás sentarte en días!Ella no se detuvo ni un segundo. Sus pies golpearon el suelo frío mientras avanzaba por el pasillo con la bata apenas atada y la respiración acelerada. Sentía cómo el eco de sus propios pasos se mezclaba con los gruñidos y maldiciones de Enzo detrás de ella.“Corre, corre…” se repetía mentalmen
CAPÍTULO 12: APRENDER SU LECCIÓN. Cuando Svetlana entró en la sala principal, Enzo estaba sentado, vestido impecablemente, sosteniendo un vaso de whisky. —¿Te gustó conducir mi Porsche? —dijo; su tono era frío y cargado de sarcasmo—. De verdad, espero que hayas disfrutado la experiencia... porque será la última vez que lo hagas sin mi permiso. La frustración de Svetlana era evidente en su mirada, pero antes de que pudiera responder, Enzo levantó una mano, silenciándola sin esfuerzo. Luego hizo un gesto hacia sus hombres. —Fuera. Los guardaespaldas se marcharon sin dudar y Svetlana, aunque sentía un nudo en el estómago, no apartó los ojos de él. Sabía que mostrar debilidad sería su perdición. Enzo dejó su vaso con un movimiento pausado y se puso de pie. Sus pasos eran lentos, deliberados, como si quisiera recordarle que él dominaba cada segundo de ese momento. Se detuvo tan cerca que podía sentir su respiración y, con un movimiento lento, levantó la mano y le acarició la mejilla.
CAPÍTULO 13: ÚSALO A TU FAVOR.El auto avanzaba por las calles, pero Svetlana apenas registraba el paisaje que pasaba rápido por la ventana. Su mente estaba hecha un torbellino de preguntas y emociones: decepción, rabia, miedo. Mordió su labio con fuerza, tratando de no llorar, pero cada segundo en ese auto le recordaba lo indefensa que estaba.«Maldito seas, Enzo. Desgraciado arrogante. Te odio. Juro que me las vas a pagar. Te juro que voy a escapar, así tenga que quemar este infierno contigo adentro».Sus ojos se fijaron en los guardaespaldas que la acompañaban. Dos hombres de rostros serios. Y en un último intento, Svetlana tragó saliva y trató de razonar con ellos.—Por favor... —dijo, con un tono que era más desesperado que suplicante—. Déjenme ir. No tienen que hacer esto. Él no tiene por qué saberlo. Solo déjenme salir de aquí.Los hombres no dijeron nada. Ni una mirada, ni un gesto. Solo el frío silencio que hizo que su rabia se transformara en una punzada de miedo.—¡Díganme
CAPÍTULO 14: UN BAILE DE VENGANZA.Svetlana estaba frente al tocador y la puerta de la habitación se abrió con suavidad; Carla entró con pasos firmes.—Lana, Enzo estará aquí en un minuto —anunció.Ella detuvo el cepillo en seco y se giró hacia Carla.—¿Viene a ver su obra maestra? —preguntó irónica.La madame suspiró, resignada, y dejó un vestido elegante sobre la cama. Era un diseño rojo, sofisticado, de los que realzaban cada curva.—Esta noche llegarán varios socios importantes —comenzó a decir con calma—. Enzo solo quiere que estés con él. Luego de eso, seguro te llevará de vuelta a casa.Svetlana apretó los labios, su pecho subiendo y bajando mientras intentaba contener la indignación que hervía en su interior. Miró el vestido sobre la cama como si fuera una cadena más en su prisión dorada.—Claro —respondió mientras se levantaba—. Después de llegar a casa, seguramente querrá comprobar mis nuevos dotes, ¿no?Carla rodó los ojos, negando con la cabeza mientras comenzaba a caminar
CAPÍTULO 15: INFIERNO Y PARAÍSO.La tensión entre ellos era insoportable. Svetlana lo miró con desafío, pero en el fondo sabía que Enzo no iba a retroceder. Y a pesar de no querer ceder, tampoco podía cargar con la muerte de inocentes. Así que, con una mirada fría, se giró y empezó a bajar las escaleras del escenario.El club entero quedó en silencio. Nadie se atrevió a decir nada. Todos contuvieron la respiración, excepto los de Marco, que seguía relajado en su asiento, con una sonrisa de diversión en los labios. Cuando Enzo pasó a su lado, levantó su vaso de whisky en un gesto burlón, como si estuviera brindando.Svetlana salió del escenario con pasos rápidos, pero por dentro estaba hecha un caos. Sentía un nudo en el estómago y el pecho apretado. Sabía que había ido demasiado lejos, pero no había podido evitarlo. Había querido humillarlo, hacerlo enojar, ganarle, aunque fuera por una vez.Llegó a su habitación y entró, su respiración era rápida, pero trataba de calmarse. No sabía qu
CAPITULO 16: CASTIGO.Lana no se inmutó. De hecho, se rió y con un movimiento deliberado, giró sobre sus talones, dejando que Enzo tuviera una vista completa de su figura, el calor en los ojos de Enzo se intensificó. Lana, disfrutó del efecto que tenía sobre él, se inclinó un poco y le guiñó un ojo.—¿Querías una actuación, esposo? Bien, entonces prepárate.Sin esperar respuesta, empezó a moverse y aunque sabía que todo esto era un plan, una estrategia para hacerlo bajar la guardia, no pudo evitar disfrutarlo. Ver a Enzo tan hambriento, incapaz de controlar su deseo por ella, era una sensación nueva y embriagadora. Nunca antes había tenido tanto poder sobre alguien, y, aunque no lo admitiera en voz alta, le encantaba.Enzo, atado a la cama, luchaba por mantener el control. Nunca en sus años de vida habría imaginado que esta mujer, con su cara de ángel y un cuerpo diseñado para tentar, se atrevería a someterlo de esta manera. Pero la dejaría jugar, al menos por un rato. La satisfacción
CAPÍTULO 17: UN MARIDO TERRITORIAL.A la mañana siguiente, cuando Lana despertó, Enzo ya no estaba. Se levantó con prisa, y los recuerdos de la noche anterior la atormentaron. Sus mejillas se calentaron al recordar; se llevó una mano a la cara y se reprochó:—¿Por qué fui tan fácil con él? No debí dejar que sucediera así.Quitó las manos y salió de la cama, solo para darse cuenta de que estaba desnuda y que le dolía todo el cuerpo. En efecto, Enzo había cumplido su palabra; no solo la había castigado, sino que la había tomado varias veces.—¡Imbécil! —murmuró al recordar la ferocidad de Enzo en la cama—. Pero... fue agradable, ¿no, Lana? —susurró seguidamente—. Tienes que aceptar que te gustó. Aunque sea un bastardo arrogante... sabe cómo tratar a una mujer.Sus labios se curvaron en una sonrisa tonta, que borró casi al instante.—¿Pero qué estás pensando, Lana? ¡No y no! No puedes desviarte de tu plan, ¿de acuerdo? Ya lo has logrado, el idiota está loco por ti, aunque sea un mandón.
CAPÍTULO 18: LA MUJER DE ENZO BIANCHI.En el auto, Lana no podía ocultar su incomodidad. Aunque hace un momento había desempeñado el papel de esposa sin esfuerzo, ahora, sola con Enzo, sentía que ese papel le resultaba imposible. Enzo, por su parte, la ignoraba ostensiblemente, mirando por la ventana, pero era plenamente consciente de cómo ella se movía inquieta en el asiento o jugaba con su bolso, ansiosa. Finalmente, él habló, su tono era entre divertido y frío. —Tranquila, gattina. No voy a hacerte nada... todavía. Lana tragó nerviosa, sus dedos se tensaron alrededor del bolso, pero rápidamente cambió su expresión, mostrando una aparente tranquilidad. —No tengo nada. No sé de qué viene eso. Enzo alzó los labios en una pequeña sonrisa, la clase de sonrisa que hacía que cualquiera dudara de sí mismo. —Eres mala para fingir, debes practicar más —se burló. Sus palabras la tensaron aún más. Lana miró hacia otro lado, su mente luchando contra las dudas. «¿Acaso... tiene idea de lo