ESPOSA RUSA: CAUTIVA DEL TIO MAFIOSO DE MI EX
ESPOSA RUSA: CAUTIVA DEL TIO MAFIOSO DE MI EX
Por: Paulina W
CAPÍTULO 1: INFIDELIDAD EXPUESTA.

CAPÍTULO 1: INFIDELIDAD EXPUESTA.

La catedral Madre María estaba hermosamente decorada para la boda de ese día. En el altar, una pareja de novios era vista por todos como la pareja perfecta. El sacerdote, con una voz solemne, hizo la pregunta de rigor a la novia:

—Svetlana Jones, ¿aceptas a Ricardo Bianchi como tu esposo para amarlo y respetarlo, hasta que la muerte los separe?

Todos esperaban la respuesta afirmativa de la novia, pero lo que sucedió a continuación lo cambió todo.

—No —dijo ella con firmeza, y en sus ojos se mostraba el dolor y la rabia a partes iguales.

Todos en la iglesia contuvieron la respiración y el silencio se volvió pesado, hasta que fue roto por el grito ofendido de la futura suegra, Doménica Bianchi, la madre de Ricardo:

—¡¿Te has vuelto loca?! —preguntó la mujer con frialdad.

Svetlana miró a la que hasta hacía poco iba a ser su suegra y sonrió.

—Lo que menos estoy es loca. Solo me di cuenta de que su hijo es una basura podrida —respondió.

La mujer abrió los ojos como platos y antes de que pudiera decir algo, Ricardo intervino. Agarró del brazo a Svetlana y le gruñó:

—¿Qué carajos es todo esto? ¿Nervios de novia?

Ella se zafó de su agarre y acto seguido lo abofeteó.

—Eres un desgraciado de lo peor, Ricardo. Todo este tiempo tú y tu amante me han estado viendo la cara. ¿Creíste que no lo descubriría? ¡¿Creíste que no me enteraría de que llevas meses acostándote con mi amiga?! ¡Con Andrea!

Todas las miradas, incluida la de la madre, se volvieron hacia la mujer en cuestión y ella solo pudo tragar, mientras su cara palidecía, el pequeño ramo en su mano tembló. Svetlana dio un paso hacia la que era su amiga y también su dama de honor y la enfrentó cara a cara.

—Vamos, diles a todos que tú y mi novio se acuestan a mis espaldas.

La mujer negó y adoptó una pose de víctima.

—Lana, no sé de qué hablas... Ricardo y yo... solo somos amigos…

Pero la risa burlona de Svetlana cortó sus palabras.

—Típico, no tener el valor para aceptar las consecuencias. Pero ya que no me dejas otra opción, entonces que todos lo vean.

Terminando de decir esto, en la gran pantalla detrás del altar comenzó a reproducirse un video íntimo, donde Ricardo y Andrea tenían relaciones.

“Hmm, Ricardo, más bebé... dame más...”

La voz de Andrea fue fuerte y clara. Y los murmullos no se hicieron esperar, así como la vergüenza en algunos rostros tampoco.

—¿Vas a decir que no eres tú la del video? —inquirió Svetlana, dolida pero furiosa de ser traicionada por dos personas que creía la amaban.

El video siguió corriendo y las voces de Andrea y Ricardo se hicieron más nítidas, aumentando la vergüenza de los presentes.

—¡Por favor, apague eso, recuerde que estamos en la casa de Dios! —dijo el sacerdote, avergonzado.

—No se preocupe, padre. Dios sabe que es para desenmascarar a un par de traidores —respondió Svetlana, sin intención de apagarlo.

Había descubierto la traición cuando vio un broche pequeño y de mujer en el departamento de Ricardo. Obviamente, la pieza no era de ella y la duda se instaló, así que colocó cámaras ocultas y para su sorpresa, resultó ser su amiga. De repente, la pantalla fue apagada y Svetlana se giró, solo para recibir la bofetada de Doménica.

—¡¿Cómo te atreves a humillar a mi hijo de esta manera?! —exclamó.

Svetlana se llevó una mano a la mejilla y antes de poder decir algo, su suegra atacó con más crueldad.

—¿Te atreves a hacer un escándalo cuando somos nosotros quienes te hacemos un favor? —bufó y la miró como si fuera una cucaracha—. Ya tienes 35 años y tu tiempo se acaba, Svetlana —se rió y se inclinó hacia ella y le susurró—: ¿Crees que habrá alguien más que se sacrifique casándose con una adoptada, una mujer que no tiene un pasado, que no encaja y que además... es rara? No tienes derecho a exigir más. Mi hijo te hacía un gran favor casándose contigo... y no lo culpo por tener una amante, como hombre tiene necesidades y ya que tú te las das de mojigata, no te quejes.

Los ojos azules de Lana se abrieron en shock. En pocas palabras, Doménica le estaba diciendo que sabía de la infidelidad de su hijo. Algunos de los invitados comenzaron a reír. Pero Svetlana mantuvo el rostro en alto a pesar de que las risas y comentarios como "santurrona" y "quedada" se escuchaban en la iglesia.

—Prefiero ser una mojigata a una zorra. ¿Y sabe qué? Su hijo haría bien en casarse con Andrea, ya que los dos son tal para cual —dijo ella retrocediendo un paso, quería irse, quería escapar de ese lugar.

Estaba a punto de bajar, cuando Ricardo habló, haciendo que se detuviera.

—Soy tu única oportunidad de casarte. De lo contrario, nadie se interesará por una mujer que ya casi no podrá dar hijos. Tienes 35, Svetlana, te haces vieja.

Ella apretó los dientes sintiéndose más humillada que nunca, cuando de repente una voz grave, masculina, habló.

—Si no quieres casarte con él, entonces… cásate conmigo.

La mirada de todos los invitados cambio a la voz desde la puerta y en un instante se llenaron de sorpresa, como de temor.

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