3. Silvain, Un Enigma

"Existe, pero solo desea vivir siendo el centro de atención, una sola mirada y consigue que muchos orbes se dediquen a darle, sin un solo parpadeo, veneración; han quedado idiotas en un chasquido, yo soy una estúpida más del montón".

WD.Rose

...

¿Cómo es el primer día de trabajo?

No sé qué tal le va al resto del mundo, a mí, que no hay día más feo que otro, este me ha tomado desprevenida. ¡Quince minutos antes de que las agujas del reloj se posicione sobre el ocho! Me dirijo al baño, ya tengo el corazón en la palma, late frenético. No puedo llegar tarde, sería terrible para mí, encima es el primer día. No quiero dar una mala impresión, que me vean como la chica descarada incapaz de cumplir con el horario siquiera el primer día. Es una mala imagen que no deseo quedarme.

Como no podía ir peor el lunes, no hay agua, la han cortado, ni electricidad. Quiero arrancarme hebra por hebra y golpear la pared. Impotente y enfadada por no cambiar la mala suerte que me aplasta, salgo del baño y en mi habitación busco un vaquero Sliq y sudadera gris. Lo sé, no es el mejor color, pero me representa demasiado y no tengo mucho tiempo para debatir entre que elegir o no de mi armario.

Inquieta veo el reloj, quedan solo diez minutos. Ni siquiera siendo flash, podré estar puntual. No me despido de mamá, que para mi sorpresa está en la cocina, si no es ella la causante del ruido que alcanzo a escuchar, no sé quién o qué podrá ser. Ya he salido de volada de casa y en el exterior me apresuro a tomar un bus. Abordo, no hay un lugar donde pueda sentarme, por lo que todo el recorrido me mantengo en pies. Pero no me importa, solo quiero ansiosamente bajarme en mi destino. Aunque el medio de transporte no se detendrá tan cerca de esa eminente mansión, que se ubica en una privilegiada zona de New York.

Al fin avisto estar llegando y es mi turno de bajar. Ya lo que queda de camino lo recorro casi a zancadas. Estoy cansada al llegar al portón, lo único que me falta es sacar la lengua como un perro, hasta ganas de tirarme sobre el pavimento tengo; el portero, con quién he cruzado palabra ayer por primera vez, ahora me saluda más amable y permite que pase.

—Gracias. —alcanzo a decirle dándome prisa para recorrer lo que queda.

El jardín atractivo, la fuente elegante y poseedora de una belleza atrapante, no me roban la atención, ya no, solo veo la aldaba en la puerta y la toco, además de hacer sonar dos veces el timbre. Estoy dando aviso de mi llegada, terriblemente tardía. No es Julia quien abre la puerta, sino una mujer madura, con cara de pocos amigos y con un uniforme negro, una especie de vestido que llega más abajo de sus rodillas. Parece monja.

—Buenos días, debes ser la nueva. Mal comienzo, por cierto —agrega sin sonreír, ni siquiera hace el amago de hacer una mueca.

—Y-yo... Lo siento mucho, no volverá a pasar —me disculpo sin saber dónde meter la cabeza, estoy avergonzada.

—Has llegado tarde, no va a cambiar con pedir disculpas, pasa —se hizo a un lado —. No vas a seguir perdiendo el tiempo ahí afuera.

Entro sintiendo un terror, ella es difícil, nada amable. Ahora me da más miedo hacer las cosas mal.

¡Mi vida es un fiasco!

—Soy Génesis Granger —se presenta clavando sus ojos afilados en mí, no ayuda que sean profundos y coloreados de un verde que te atraviesa en cuestión —. La ama de llave, desde ahora una autoridad para ti, luego del señor De Castelbajac.

Asiento. No puede ser, con razón es así.

—O sea, me dará instrucciones...

—Comprendes bien, Aryanna.

Y yo he pensado que Julia lo haría.

—¿Pondrá algo en mi reporte? —cuestiono alerta.

—Si te refieres a la tardanza, solo por hoy lo dejaré pasar, no quiero poner de mal humor al jefe, menos que deba buscar a otra joven para el trabajo. Además hay mucho por hacer —añade soltando un suspiro sonoro.

Lo agradezco, no se ve tan malvada como aparenta. Sonrío, ya no me siento en la cuerda floja. O esto es solo un resbalón más que no me ha tirado por completo, puede que suceda más adelante.

—Gracias, Génesis.

—Señora, Granger, por favor. —corrige.

—Disculpa, señora Granger —vuelvo a repetir forzando una sonrisa.

Ya hemos llegado a una parte de la mansión que no había visto. Es un enorme salón donde reposan muebles, enormes cuadros en la pared con luz focalizada. La atmósfera es palaciega, también aturde, de pronto me he transportado a un palacio, tiene aspecto de realeza. Es una combinación acertada entre lo clásico y moderno. Lo que me abruma es que no se trata de cualquier pintura las colgadas en esas paredes blancas con toques dorados en detalles. Es él, de nuevo él, un hombre que ha nacido para ser retratado, que resulta abrasador con solo verlo pintado. Cambio la dirección de mis ojos, qué pena ser capturada en la indiscreción.

—Como podrás ver, estamos en el living. Es uno de los lugares que más frecuenta el jefe. Allá es su sitio favorito —apunta con el dedo una otomana cerca de la chimenea —. Durante el invierno puede pasar horas enteras ahí, le gusta. Y te digo todo esto, para que entiendas la importancia de no tocar, usar o permanecer tiempo aquí, más que el necesario, y cuando se te asigne, ¿de acuerdo? —informa, me lo tomo como un claro aviso, la guerra avisada.

—De acuerdo.

—Sí, me gusta aclararlo, porque han habido jóvenes, de tu edad o menos, que fueron despedidas al violar las reglas.

—¿Es mucho pedir tener dichas reglas en papel? No quiero hacer algo indebido sin saber —me atrevo decir.

¡¿Reglas?! Eso puede ser la cáscara de banana en el suelo. No soy buena memorizado, se me puede olvidar cada palabra.

—Te las daré, tranquila. Sigamos con el recorrido.

En total, fueron más de treinta minutos caminando; y es que la mansión consta de tres plantas. Hicimos paradas que incluyen: baños, habitaciones, el cuarto de lavado, la cocina enorme, el lujoso comedor, (aún no entiendo por qué una mesa tan larga, con tantas sillas) después conocí la terraza, desde ahí la vista es increíble, se ve las cercanas casas, y el expansivo cielo azul, un techo arriba, siempre imponente. Granger me informa que estos meses Silvain desayuna ahí, al girar la cabeza pude ver una mesa redonda, acompañada de una sola silla, pero él no está.

—Silvain está fuera, sale temprano de casa. —me dice como si ha leído mi mente.

Me enseña el gimnasio, que se encuentra en la última planta, donde todo tipo de aparatos, los más caros, lo mejor, reinan en la zona. No sé por qué pienso a Silvain sin camisa y subido a la cinta de caminar, es una imagen repentina y acosadora. Bato la cabeza para que se vaya, no es correcto.

De ahí giramos sobre nuestro eje y volvemos a cruzar el amplio pasillo hasta descender las escaleras interminables. Me da la impresión de ser parte de una monarquía, mientras bajo cada peldaño atravesado de forma central y sin fallos, por alfombra roja. El contraste que hace con el barandal dorado, destaca. Al pisar el último escalón y alzar la cabeza, puedo apreciar un candelabro colgando del techo. Se ve eminente y glorioso en las alturas. Caireles de cristal que transcienden lo magnífico. Ya he visto varios.

Nos dirigimos a la parte trasera, donde las paredes son de vidrio, un doble acristalamiento que hace posible aumentar la insonorización y el nivel de aislamiento térmico. El marco es color ceniza, madera pulida que puedo tantear antes de que Génesis haga correr una, salimos al exterior. De inmediato puedo ver la piscina, esa zona me deja boquiabierta, es grande, y varias tumbonas ubicadas a los costados. Ya me imagino a "muchas" tomando el sol. Ni hablar de fiestas alocadas. Tiene ese aire distendido que conduce a un desparpajo.

—No, no podemos hacer uso de la piscina, el señor se enfadaría mucho —me saca de mis pensamientos, con esa información que no he pedido, pero que me sirve a la hora de verme tentada a darme un clavado en la misma.

—No pensaba hacerlo.

—¿Segura? —me mira, una sonrisa se dibuja en sus labios —. Fueron tres ocasiones, tres jovencitas, una en distintas ocasiones pilladas por Silvain casi desnudas en la piscina. Estaba furioso y las echó a cada una.

—No me imagino haciendo algo así —expreso con la mirada fija, sorprendida por lo que me cuenta.

—Eso espero, y no que seas como otra más del montón. Venga, sigamos.

Me explica que parte de la propiedad tiene un campo que antes era usado para la práctica de golf, aún se mantiene el cuidado de ese campo, pero Silvain que no es amante de dicho deporte, por eso no hace uso del mismo. Supongo que es un desperdicio, pero él tan adinerado no le importa gastarse una fortuna en mantenimiento. Además de eso, hay una cabaña alejada, para ello hay que adentrarse entre un sembradío de árboles elevados, dando la impresión de estar en un bosque. La ama de llaves me dice que ahí está el misterioso cuarto de "liberación" no entiendo el concepto, ni la razón de hacerle llamar así a una cabaña. Ella no me da detalles, pero el hecho de que haga la mención, me hace creer que quiere abrirme hacia el tema.

—¿Te ocurre algo? Tienes una cara de susto —señala, se divierte con mi expresión, pero no tarda en volver a endurecer el rostro.

—No, es que suena terrorífico una cabaña, encima llamada así... me imagino lo peor.

—Entonces no lo imagines, no hables de esto, quizá no debí mencionarlo, es algo de Silvain, así que no metas las narices en eso —declara seria.

—De acuerdo.

Lo cierto es que ha dejado la semilla de la incertidumbre en mi cabeza. Lo que ha dicho es como una leyenda de la que no se habla, distinto a eso, solo un mito. Pero no solo es verosímil, es que en verdad existe y tal vez nunca sepa más del tema, ni el significado que tiene para De Castelbajac; ese francés es todo un enigma.

—Ya conoces el jardín, es lo primero que ves al entrar, es digno de apreciar.

—Sí, un trabajo estupendo, que ahora en primavera brilla. Es su momento —coincido. El o los jardineros encargados, son unos artistas, han dejado una entrada perfecta, y el equinoccio termina de darle el toque final.

—Hora de darte las reglas, tu uniforme y la tarea del día, ¿bien?

—Estoy lista —suelto segura, pero un llavero de contradicciones hace tambalear la convicción.

¿Cuarto? ¿Liberación? Esa dos palabras juntas, no forma una grata compañía, de manera rápida se tergiversan en mi mente, y creo que en la cabeza de cualquiera.

...

Se me ha asignado una habitación, Julia me habló sobre la estadía de los empleados aquí. Por cierto no la he visto por estos lares, siquiera durante el recorrido. Es que no se pudo haber esfumado de la nada. Volviendo al tema, estoy en esta habitación, de tamaño promedio, elegante cama vestida de sábanas de seda, tiene un armario, un baño que incluso tiene tina, ahora lo puedo detallar todo, porque en el tour que di, apenas pude echarle un vistazo.

Supongo que a esto se refiere Julia, pero no me quedaré aquí, no me veo en esa necesidad porque vivo cerca. Además está mamá, no puedo dejarla sola. De todos modos puedo tomarlo en cuenta, quizá un día necesite quedarme, y lo haré.

Llamo a mi madre, pero después de varios intentos me salta al buzón de llamadas. Es una sensación extraña que sacude mi pecho. ¿Y si ha pasado algo malo? Solo espero que todo esté en orden, igual no puedo estar tranquila con la duda encima.

Me observo en el espejo, el uniforme no me queda mal, pero no voy a mentir, he soñado con verme casual, yendo a la universidad, y no metida en este vestido de sirvienta, negro, zapatos oscuros. Es algo anticuado, a mi parecer. Por regla, he colocado en un moño todo mi castaño claro. No llevo pendientes, de maquillaje ni una sola gota, esto me da un aspecto recto, serio y no estoy a gusto con ello.

Sin embargo, no me hace sentir la gran cosa, después de todo no he venido a estar bonita, sino a trabajar, e intuyo que será una ardua jornada. Así lo ha confirmado mis "tareas del día" que puedo leer en la hoja que dejé en la cama junto a la otra dónde diez reglas irrompibles me señalan con advertencia.

Ya es hora de salir. Avanzo hasta la puerta y giro el pomo. Todo mi cuerpo se tensa y me paralizo al ser interceptada por su rostro. Está tan cerca de mí, ¿es que había estado a punto de tocar la puerta de mi habitación?

Da un paso atrás, no deja de observarme, nunca he visto ser más raro que él, así de aniquilante en el silencio, atómico, indescifrable, me cuesta adivinar su próximo movimiento, y si lo construyo en la intuición, lo destruye actuando de otro modo.

Lleva las manos en los bolsillos, soy observadora, parece que gusta mucho llevar esa posición dominante, un arma factible que genera miedo en la gente, en mí.

—Señor De Castelbajac...

—Señorita, Viscardi —imita, volviendo a la retención de su cuerpo en el mío, no debería de estar haciendo eso, él, un hombre de reglas, pero que a la primera me apresa. No está siendo nada justo.

—¿Q-qué hace? —inquiero y me falta el aire.

—Espero que hagas tu trabajo bien, al final del día, voy a inspeccionar lo que has hecho, un solo error, un solo descontento de mi parte y estás fuera —al decir esto se separa y se va hacia el lado contrario. Imagino que se conduce a la tercera planta.

Lejos de su ojo crítico, libero el aire, pero un poco de su perfume a vodka, menta y ginebra, sigue siendo parte de mi oxigeno, me satura y despavorida me encamino hacia abajo como si acabase de ver a un fantasma.

...

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