4. El Poder De Su Mirada

"La valentía se desliza entre mis dedos, el afán va en el desliz, he caído como un tafetán aterriza a los pies, y un charco de perdición ahoga, el contenido está en él".

WD.Rose

...

Me ha tocado fregar el suelo de la cocina, una vez he terminado empiezo en el comedor, a diferencia de lo que creo, no es una labor mugrosa, porque ya estaba reluciente, pero a la vista de mi jefe raro, no es así. Debo dejar todo perfecto, estoy con la fregona en la mano derecha y la froto sobre el suelo. Un ligero mechón de mi pelo se ha escabullido de mi peinado y ahora cruza mi frente siendo parte de mi campo de visión. No lo arreglo, estoy cansada, y eso que no es mediodía todavía. Me duelen las manos, estoy sudorosa y sedienta. Pero quiero terminar con esto antes de ir por ese vaso de agua que tanto me urge.

Agua... la palabra me recuerda que falta en casa y la luz también. ¿Cómo estará mamá? Se enciende una bombilla sobre mi cabeza, llamaré a Mila cuando esté desocupada. Quizá sepa algo. Continúo laborando, hasta finalmente pasar el trapeador y completar mi tarea. Es la primera de tres. Ya me alcanzó las doce del día ahí, y tengo hambre. No ayuda estar tan cerca de la cocina, desde aquí percibo el olor a comida, saboreo el aroma en mi paladar, como si de aire pudiera alimentarme.

Desde hace rato que empezó movimiento en la zona, aún no veo la cara de quién prepara el almuerzo, pero espero sea buena y me dé comida. Sacudo la cabeza. Granger me informó que eso está dentro del contrato. Esperen... No recuerdo haber firmado un papel. Estoy a punto de empezar a recoger los instrumentos de limpieza cuando llega la ama de llaves.

—Aryanna.

—Ya he terminado, ¿hice algo malo? —cuestiono de súbito, es que me ha llamado en un tono neutro y estudia el comedor con ojo agudo.

—Despreocúpate, todo está en orden. Ven a comer. —me dice.

—Es que debo llevar esto al cuarto de limpieza —señalo.

—Estoy consciente de eso, date prisa, aquí te espero —comunica y no sé por qué me hago a la idea de que nos sentaremos ahí, en esa enorme mesa.

Cuando vuelvo, ella empieza a andar tras decirme que la siga. Empuja una puerta que deja a la vista al personal que labora en la mansión, es un salón que se asemeja un comedor público, no está mal, pero desentona con la propiedad por todos lados exclamando su elegancia. Un conjunto de tres mesas se distribuyen, sillas, y aunque Granger y yo ocupemos dos, aún quedan de sobra. Me muestro tímida, solo he visto un  rostro conocido entre los presentes, a Julia que me sonríe, es una invitación para que esté a su lado. Una mujer que no debe tener más de treinta años, me trae la comida.

Busco a Granger pero se ha ido.

—Génesis no come aquí, prefiere hacerlo en la cocina. —destaca bajito —. Y ella es Camila, es la mucama.

Miro a la aludida que se ha sentado con nosotras luego de dejarme el plato servido.

—Oh, muchas gracias, Camila.

—Un placer conocerte, Aryanna. Sí que eres una jovencita, ¿cuántos años tienes? —curiosea, mirándome así como lo hace con esos ojos avellanas, no puedo permanecer callada.

—Recién cumplí los veintitrés.

Se deja ver sorprendida.

—Lo eres, pero aparentas menos.

Sonrío. Es directa, me incomoda un poco, pero se ve agradable.

—Gracias, supongo.

—Bueno, coman las dos —nos dice Julia, apremiante —. Solo tenemos una hora de descanso, por eso y porque la comida se va a enfriar dejen el parloteo.

Además de nosotras, en la otra mesa están dos hombres. Uno aparenta más edad que el otro. Ninguno es atractivo, no encuentro un físico atrapante, ambos tienen un rostro corriente y ya. Dejo de verlos y llevo otra cuchara de comida a mi boca. Trato de ser educada a la hora de engullir, incluso con lo hambrienta que estoy, porque no voy a parecer un animal. Sería una vergüenza.

—Ellos son el jardinero y el chófer es el mayor de los dos, no son muy conversadores, solo entre ellos —comenta. Ya casi termina su platillo.

Me doy prisa con el mío.

—¿Quién hace la comida? Está deliciosa.

—Zinnia Tyson, ganadora de una estrella Michelín, la mejor pagada de todos aquí. ¿Sabes por qué? Pues es la que satisface el exigente paladar de nuestro jefe, alias "narciso" —suelta resoplando.

—Basta —ordena su compañera dándole un golpecito en la mano. Ella la mira divertida.

Ya me he perdido... ¿narciso?

—Solo digo la verdad —repite encogiéndose los hombros.

—Y sabes que no deberías decirlo, Camila.

—Ay ya, tampoco es que esté aquí, don ego.

Quiero echarme a reír. Ellas pelean en mi presencia, no sé cómo actuar al respecto.

—Olvida lo que ha dicho nuestra compañera lengua suelta —me dice haciéndole la ley de hielo a la otra.

Me veo en un aprieto, ¿de qué lado debo estar?

—No, Aryanna, tenlo en cuenta, es un hombre difícil, a veces insoportable y saberlo de antemano te ayudará a ser precavida —menciona la mucama.

—En fin, es cierto que puede ser complicado, pero es el jefe después de todo y es cierto que la paga de la chef es más, sin embargo, ella es alguien que recibe remuneración por su trabajo, se lo merece.

—Sí, al igual que nosotras, Julia.

—Si no estás de acuerdo, y sigues inconforme, vete, eres libre, puedes rescindir el contrato.

La cosa se pone incomoda, aclaro mi garganta. Vuelvo a pensar en que no he firmado nada. Siquiera sé mi pago. Más tonta no puedo ser.

—Aún no firmo algo.

—¿En serio? —arruga el ceño, Camila.

—¿Es algo malo?

—Descuida, quizá te pida firmar hoy, es lo más probable. El jefe tiene esa costumbre, un día ve tu trabajo y si le gusta te permite firmar el documento.

—Ah, ¿y si no está contento?

—Te cancela lo que cree que vale tu labor. Eso le pasó a una chica, creo que su nombre era Melanie, no estoy segura —intercede Camila.

Me asusto, ¿y si eso me ocurre a mí?

—Esa fue Elizabeth, y es porque no hizo bien las cosas. Tú, tranquila, Aryanna. —acaricia mi hombro y valoro su muestra de apoyo —. ¿Qué debes hacer ahora?

—Las escaleras y aspirar su alfombrado, después quitarle el polvo a los objetos que están en el living.

—Te ha tocado una jornada pesada.

—No podría ser más ligera, es más de lo mismo, acostumbrate —aconseja la otra.

—Supongo. —me desinflo.

...

Al cabo de un rato ya he retomado mi trabajo. Este es solo el inicio, no me imagino hacer lo mismo todos los días, mantener el ritmo, si la energía escasea, es algo difícil. Pero me centro en hacer mi actividad, después de un rato ya veo el avance y eso me anima a continuar. Lo último es menos fuerte, pero me cuesta levantar el plumero de lo cansada que estoy. Aún así prosigo quitando el polvo imaginario. No vaya a ser que haya una cámara secreta por ahí y suceda que esté siendo grabada. Hay que andar con mil ojos.

Al fin puedo bajar los brazos y suspirar. He terminado, aliviada y satisfecha me siento por culminar. No importa tener los músculos engarrotados, ardor en los dedos, cansancio encima. Miro el sofá, incluso la otomana y quisiera tirarme, pero es una zona roja, ya he sido advertida y no pienso quemarme.

Es hora de asearme, no soporto sentirme así de sucia. Realmente apesto. Es increíble que en casa no haya tina, aquí que solo soy una simple sirvienta dispongo de una. Una parte de mi cree, que es lo justo luego de trabajar tanto, que lo mínimo es un momento de relax en la bañera. Y disfruto de uno ahora, un baño espumoso, casi irreal. Cierro los ojos, me dejo llevar. Mi piel no se reprime, mis labios tampoco. He pasado un rato así, en la misma posición, hasta sentir que estoy siendo observada, abro los ojos de golpe. No hay nada, es solo mi cabeza direccionada a la paranoia.

Ya es suficiente, después de quitarme el jabón, me envuelvo en una toalla y camino hasta la habitación. Tendré en cuenta traer ropa mañana, hoy debo ponerme el mismo vaquero Sliq y la sudadera. Lo más incómodo es que no usaré ropa interior. Ni modo.

Seco mi cabello mojado, ha quedado un poco húmedo, lo dejo suelto para que pueda terminar de secarse con naturalidad. El uniforme que me he quitado lo llevo al cuarto de lavado, de eso se encarga Camila, me ha dicho Génesis.

Al salir me topo a la mencionada, trae una enorme cara de cansancio.

—Aún no termino —explica porque la he estudiado al ver que sigue con el uniforme puesto —. Y Silvain te espera en su oficina. Suerte.

Asiento dedicándole una sonrisa forzada.

Aspiro su aprobación, pero es un hombre tan complicado que no sé si logre ser la idónea. Pronto me dirijo a su despacho, latidos disparados, temblor en las piernas. Estoy nerviosa, quiero ser la elegida. No tengo opción, necesito el trabajo para poder sostenernos a mamá y a mí. Puedo sentir como mis ojos empiezan a lagrimear. Debo confiar en mí, en lo que he hecho, y no esperar lo peor que puede ser su negación.

A diferencia de ayer, toco con mis nudillos, debo hacerlo dos veces porque no recibo contesta de su parte. Al tercer toqueteo escucho su voz grave permitiendo mi entrada. Una bocanada de aire atrapo antes de meterme a la oficina. Ya mis ojos no estudian a profundidad el lugar, lo he hecho ayer, ya me veo un poco familiarizada, menos con el dueño de todo eso que ya me escrudiña de esa manera absorbente.

—Siéntate —da la orden, me siento en la silla que ha señalado —. Aquí tienes el documento, léelo y fírmalo.

—¿Significa que le da el visto bueno a mi trabajo? —le pregunto, es un reto verle a los ojos por más de cinco segundos, finalmente aparto la vista de su mirada. No puedo con tanto poder.

—Quiere decir que no está nada mal lo que has hecho.

Para mí, su respuesta es que hice algo regular. Ni bueno ni malo, está en el punto medio. Y no, no estoy conforme, porque sé que merezco un elogio, me he esforzado bastante. Me abstengo, al menos me da el contrato.

—Bien.

—Puedes leerlo en tu habitación, no hay problema.

—No, gracias, creo que está todo bien. —admito, me da pereza leer tantas hojas, sí, amo leer, pero esto es demasiado.

Ya con saber mi salario, que es el doble de lo que necesitaba, me siento bien.

—No quiero quejas luego.

Lo miro. Ha centrelazado los dedos, me estudia, sus cejas altas, ojos que perforan. No puedo pensar con claridad. Me pone todo cuesta arriba.

—¿Me presta un bolígrafo? —quiero saber.

Él me pasa un plumín, el objeto es hermoso, dorado y lleva su nombre. ¿Es en serio? Sí, lo detallo con disimulo, ahí está su nombre y apellido abarcando la extensión del mismo.

Sin más empiezo a firmar en las partes que se me indica. Y al terminar le devuelvo el objeto elegante. Lo toma dejándolo sobre el escritorio. Supongo que debo retirarme, antes de ser corrida por él, cosa que ayer hizo.

—¿Puedo llevármelo?

—No, te daré una copia mañana —explica, y solo asiento.

—En ese caso, saldré, gracias por todo.

—Espera.

Me detengo. No me queda de otra que permanecer más tiempo ahí. Algo que no me hace bien. Su sola presencia me b**e como el viento a una hoja. Y él es una especie de tornado, el ciclón que no solo deshoja al árbol, sino también quiebra sus ramas.

—Dígame, señor De Castelbajac.

—Los empleados pueden quedarse a dormir, eso les ayuda, sobre todo a evitar retrasos. —expresa, es una indirecta que va en forma de flecha clavándose en mí.

—M- mamá me espera en casa, debo irme...

No dice nada, así que salgo de su oficina.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo