—Cielo, permíteme un momento, ¿podrías? —lo veo con ojos de cachorrito. Samuele se cruza de brazos. Su actitud me da un poco de gracia. Apenas he llegado de la universidad, Mila se ha ido después de quedarse con el niño, ahora que intento terminar un capítulo, él se aburrió de ver tele y viene a mí para que le haga sus galletas favoritas. ¿Quién puede resistirse a esos grandes ojos celestes? Mi deber como mamá gana, además de que no quiero causarle el llanto. —Quelo galletita, mami. —emite, aferrando mi pierna. —Lo sé, te haré las que quieras, pero luego, ¿dejarás a mamá trabajar en su novela? —Pometido. —sonríe, dándome el meñique, como le enseñó Mila, y lo encierro con el mío. —Te amo, bebé —lo cargo, él me abraza, tan dulce como suele —. Mamá te ama de aquí al infinito, ¿lo sabías? —Sí, mami, yo te quelo también. —frenético me dice, besando mi rostro. A su corta edad mi chiquito es avispado, aprende rápido y cada día me sorprende. Me esfuerzo es ser lo que él necesita, de no
Hace días que le compré estos jeans con tirantes, que junto a la camisa blanca y zapatitos negros se ve precioso. —Mira lo guapo que estás, cielo. Ya solo falta... —alcanzo el cepillo, peino su cabello hacia un lado —. Creo que me enamoré, usted es un apuesto caballero, señor Samuele —bromeo imitando la voz de una fémina chillona y le beso la mano. Se pone a reír, contagiándome al instante. Después lo lleno de muchos besos, agradezco que mi labial sea mate, si no, ya arruinaría su camisita blanca. —Hora de irnos —canturrea mi amiga, asomándose. —¡Tía! —exclama mi pequeño, así de ansioso se pone al verla. —Sí, cariño mío, aquí está tu tía favorita, venga —abre los brazos, él se le va encima y lo atrapa —. Que bien hueles, tesoro. —Tú también. —le dice abrazándola. Me derrito de la ternura. Pronto subimos al deportivo de Gaspard, de saber a dónde vamos me habría ido con mi hijo en mi auto. Durante el trayecto, me siento algo nerviosa, no sé la razón, puede que desconocer el des
Despiadado salta mi corazón golpeando mi pecho. Está a punto de tomar vida propia y salir corriendo por la sala. Es la primera interacción de padre e hijo, y soy una masa emocional, además de cargar con nervios apabullantes. Pero Samuele se queda callado, tímido ante ese desconocido. —Has planeado todo, ¿no es cierto? Gaspard y Mila están involucrados en esto. —añado, incesante urgencia por recriminar. —¿Estás enfadada? Hay mucho por decirte, quiero hablar contigo, por favor. «¿Por favor? viniendo de Silvain es una combinación extraterrestre». —Confundida, me siento traicionada, armaron todo esto a escondidas, ¿por qué? —No creo que quisieras verme después de todo. —¿Por qué estás seguro de que ahora sí? De hecho no quiero verte ni hablarte, no es el momento, ni el lugar y por respeto a mi hijo no sigas, Silvain. —blanqueo los ojos. En ese momento me agarra el brazo, acercándose a mi oído. La amenazante cercanía me mantiene alerta. —Soy un imbécil, el adjetivo que quieras pone
Años después...La primera cita; Silvain escogió un lugar tranquilo, siendo más acogedor y modesto a los que suele acostumbrar. La pasé bien, dos semanas después de la galería, había dado lugar a ese momento que creí nunca llegaría. Atento, amable y detallista. Reunió todo esa noche. El recuerdo arriva de inmediato a mi mente dejándome retrospectiva. La lista de sucesos hermosos, e inimaginables, es interminable. «—Espero te guste, pensé en ti, así que deseo que sea de tu agrado. —la seguridad que suele manejar parece abandonarlo. me guía hasta el interior del restaurante, es cálido, hermoso... No tengo palabras. —Me gusta, mucho —admito. Él sonríe. Vamos a una mesa, apartados del resto, un maïtre no tarda en aparecerse y ofrecernos opciones culinarias que me ponen indecisa. Todo se ve bien. Sin embargo, no pasa mucho cuando el caballero se inclina para escuchar en un secreteo la petición de Silvain. Así que ya no elijo, todo está dicho. —¿Qué le has dicho? —Nos traerá el mejo
El Infierno LaboralLa luz del sol se filtraba a través de las enormes ventanas de cristal del edificio corporativo, iluminando con fuerza el elegante vestíbulo. Para Lucía, sin embargo, el resplandor del día no traía calor, sino un eco frío de su realidad. Había luchado durante meses para conseguir ese trabajo en la prestigiosa firma de Diego Santoro, un hombre conocido tanto por su éxito como por su carácter inflexible. La ansiedad se apoderaba de ella cada vez que cruzaba las puertas de la oficina.“¡Lucía! ¡Por favor, ven aquí!” La voz de Diego resonó en el aire, cortando la calma de la mañana. Su tono era autoritario, y Lucía sintió cómo su estómago se retorcía. “Necesito esos informes de ayer. ¿Dónde están?”“Sí, claro, señor Santoro. Estoy en ello,” respondió ella, intentando mantener la compostura mientras caminaba rápidamente hacia su escritorio. No quería darle más motivos para criticarla. Diego era un hombre de éxito, pero su ego era aún más grande. Cada día, Lucía se enfre
La mañana en la oficina comenzó con el sonido familiar del café filtrándose y el murmullo de las conversaciones a medida que los empleados se preparaban para un nuevo día. Lucía se sentó en su escritorio, revisando rápidamente los correos electrónicos que había recibido la noche anterior, pero su mente estaba fija en Diego. La inquietud en su interior crecía; había algo en él que la intrigaba, algo que la impulsaba a comprenderlo.“¿Ya empezaste a trabajar en el proyecto que te pidió Diego?” preguntó Sara, acercándose con su taza de café humeante. “Sí, estoy en ello. Pero, sinceramente, estoy pensando en cómo acercarme a él,” respondió Lucía, sintiendo que su sinceridad era la única forma de expresar lo que sentía. “Siento que hay algo más detrás de su actitud.”“Lucía, no sé si eso sea buena idea. Él es difícil de tratar. ¿Qué te hace pensar que hay algo más que su ego?” cuestionó Sara, frunciendo el ceño con preocupación.“Porque lo vi. En un momento, cuando pensaba que nadie lo es
Los días se convirtieron en semanas, y la relación entre Lucía y Diego siguió evolucionando en un delicado equilibrio. Aunque Diego había comenzado a abrirse poco a poco, la presión del trabajo seguía siendo abrumadora. Cada vez que Lucía lo veía, sentía que había más detrás de la fachada de su jefe: un hombre herido, perdido en su propio laberinto. Pero también había momentos en los que el viejo Diego, el narcisista egocéntrico, se hacía presente. Era una batalla constante entre el deseo de conocerlo y el miedo a su rechinar de dientes.Un día, mientras Lucía revisaba un informe en su escritorio, Diego se acercó. “Necesito que te prepares para la reunión de mañana. Quiero que presentes el nuevo enfoque que discutimos,” dijo, su tono era profesional, pero Lucía notó un destello de nerviosismo en su mirada.“Claro, Diego. Estoy lista. Creo que será una gran oportunidad para mostrar lo que hemos trabajado,” respondió Lucía, sintiendo una mezcla de emoción y ansiedad.“Quiero que sepas q
Silvain De Castelbajac era un hombre que destacaba en el mundo empresarial gracias a su innegable éxito y a su obsesión por el poder. Narcisista por naturaleza y frío como el hielo, Ismaíl vivía en un mundo en el que solo importaba él mismo y su poder. Para las personas que lo rodeaban, la convivencia con este hombre era diariamente acostumbrar a un ser hermético, quien parecía haber renunciado por completo al trato humano y al cariño que se espera de un ser humano. Pero un día, Aryanna llegó a su vida. Desesperada por encontrar un empleo, la mujer terminó trabajando en la mansión de Silvain sin tener ni idea de lo que le esperaba. De alguna manera, el CEO se obsesionó con ella y poco a poco, Aryanna comenzó a caer en su juego. ¿Podrá Silvain amar alguna vez? ¿Podrá Aryanna escapar de las garras de su jefe Obsesivo? ***»Prepotencia habita en él, y detrás de la máscara, solo fragilidad. Lo supo en el preciso instante en que su mirada dominante la capturó, pero avistó sudebilidad